Después de las elecciones que se han celebrado en el PSOE no es necesario ser muy inteligente para darse cuenta de que el aparato ha entendido que la exigencia de “cambio”, supuestamente demandada por las bases tras la debacle electoral, se refería a un cambio de caras y a un relevo generacional. Hago referencia a “supuestas exigencias de cambio” porque los militantes tuvieron opción de votar y se decantaron, claramente, por la opción que menos significaba un cambio real —si es que alguna lo hacía— de las tres que se presentaban. Así que es posible que quizá, efectivamente, el cambio demandado por las bases se refería a esto. Ya podemos decir que se ha desinflado ese mantra que repetía, al parecer sin fundamento, que el PSOE es un partido que hace políticas de derechas pero cuya militancia es de izquierdas. Ha quedado comprobado que este es el PSOE que quieren al menos la mayoría de sus militantes, está por demostrar si los ciudadanos y ciudadanas le encuentran a este partido alguna utilidad. El nuevo secretario general ha concedido varias entrevistas esta semana en las que opina que luchar por la justicia social es populismo, demagogia y “engañar a los españoles”. Declaraciones políticamente banales, complejidad intelectual más bien escasa, apelaciones constantes al centro y a la clase media: discurso viejo, repetido, mascado y ya escupido por esos mismos españoles. Esta ha sido mi desesperanzada impresión.
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La sanidad pública no funciona
Desgraciadamente la sanidad pública ya no funciona y es sólo un reflejo de la magnífica sanidad que fue. En Madrid, al menos, no funciona y, por lo que sé, en otras comunidades gobernadas por el PP tampoco. En las que gobierna la izquierda funciona mejor pero se resiente también de tantas privatizaciones encubiertas y, sobre todo, del recorte en inversión. “Recortaré todo menos sanidad y educación”, dijo Rajoy. Mentiroso. En 2 años de Gobierno del PP hay 24.00 profesores menos y 28.500 médicos y enfermeros/as menos. En la sanidad la cuestión se vuelve dramática. La marea blanca ha conseguido éxitos parciales en Madrid, pero nada de esto va a detener la voluntad del gobierno del PP de venderla. Y, en todo caso, la realidad es que ya no funciona y que resultará muy difícil volver a su anterior carácter de universal y gratuita.
Más madera
Como ya veníamos sospechando, la anunciada reforma fiscal que presenta el gobierno no es sino una bajada de impuestos a las rentas más altas, es decir, que se profundiza aún más en el carácter regresivo de nuestro sistema impositivo. Es un escándalo que se pretende endulzar con el caramelito de hacer unas desgravaciones mínimas a las rentas más bajas. Las rentas medias y bajas apenas notarán diferencia (que no compensa en absoluto las sucesivas subidas del IVA); , los ricos serán aún más ricos y contribuirán menos al mantenimiento del estado y, sobre todo, el estado dejará de percibir unos 6000 millones que habrá que sacar de algún sitio. Los servicios públicos se reducirán aún más: menos y peores servicios médicos, menos becas, peor educación, recortes en las prestaciones sociales de todo y, finalmente, más adelante seguramente subidas de los impuestos indirectos.
Sin nosotrxs, nada
La Europa que habían diseñado para nosotros y nosotras se les ha roto en pedazos, o la hemos roto más bien. Esa es una de las conclusiones más importantes de las elecciones del domingo. A pesar de la manipulación mediática, de la diferencia de medios materiales entre unos partidos y otros, cuando la gente puede votar, siempre es posible provocar un cambio. No es posible hacer impunemente lo que llevan años haciendo: construyendo Europa a espaldas de la ciudadanía; construyendo una Europa neoliberal, cruel, desigual e injusta que la mayoría de la gente no quiere. Puede que sea posible un tiempo, pero no siempre. Al final, eso explota. Ha explotado y esto es solo el principio.
En los últimos días se han publicado varios artículos que tratan de explicar el auge de la extrema derecha en Europa. Después de las primeras elecciones en Holanda y Reino Unido, es posible que el crecimiento augurado no sea tan grande como se esperaba y que, afortunadamente, la gente no caiga en sus trampas con tanta facilidad como parecía; aun así es evidente que están ahí, que son muchos y que crecen. Esta semana, el primero en escribir sobre esta cuestión ha sido Ignacio Ramonet, que publicaba en Le Monde Diplomatique un artículo titulado “¿Por qué sube la extrema derecha en Europa?”. En este artículo Ramonet desgrana algunas de las razones de esta subida, razones que son bien conocidas para cualquier comentarista político. No se puede pasar por alto que una gran parte de este voto es un voto de clase trabajadora y que proviene de la izquierda, de una izquierda que ha abandonado a sus votantes. Y mientras la izquierda se iba, los partidos de extrema derecha, como bien señalan también todos los analistas, han ido ocultando convenientemente sus aspectos más brutales y más racistas, se han esforzado en presentar su cara más asumible, de manera que mucha gente puede ignorar o no sentirse concernida por aquellas cuestiones más incómodas.
Ricos, porque ellos lo valen
El otro día me pasaron este vídeo que me pareció interesante y que puede hacernos reflexionar algunas cosas; y eso a pesar de las limitaciones que tiene un experimento de este tipo…
Poder feudal
La presidenta del Círculo de Empresarios, Mónica de Oriol, propone que se baje el salario mínimo para los trabajadores menos cualificados y rebajar aún más el coste del despido, así como reducir las cotizaciones para las empresas. Además, considera que es un desacierto que la normativa obligue a pagar a los trabajadores “que no sirven para nada”, un salario mínimo. Estos jóvenes que no sirven para nada deben ser como los negros para los esclavistas, unos vagos redomados, o las criadas para las señoras bien, unas inútiles porque hay qué ver cómo está el servicio. La casta empresarial se ha quitado las caretas (la reforma laboral se lo ha permitido) y se relaciona con los trabajadores como siempre ha hecho y como le gusta hacerlo; como lo que son: los dueños.
La sal y la hez de la tierra
Claro que hay dos Españas. Este es un país que ha estado casi siempre partido en dos, no en dos mitades, sino simplemente en dos partes, la de arriba –pequeña- y la de abajo, -muy grande. Igual que el mundo, se me podría decir, y es cierto: el mundo se divide entre los que tienen –muy pocos- y los que no; entre los que tienen todo y los que no tienen nada. Lo que ocurría hasta ahora es que ese avance civilizatorio que ha significado el Estado del bienestar logró, en algunos –pocos- países, hacer que la pirámide dejara de ser tal, que hubiera poca gente sin nada, que aumentara el número de gente que tenía lo suficiente y que, sobre todo, aumentara el número de niños que tenían acceso a una buena educación, lo que les abría un mundo de posibilidades. Y logró, y es muy importante, que la gente fuera consciente de que tener una vida digna es posible y es un derecho. No obstante, en España nunca hemos tenido un estado del bienestar completo y de la misma forma que hemos sido de los menos igualitarios entre los países europeos, una vez que los poderes financieros han decidido privatizar el bienestar, también somos de los más desigualitarios, de los más pobres y de los más injustos.
¿Y si fuera mañana?
Habrá muchos días importantes en este proceso de resistencia y lucha que tenemos abierto; ya ha habido muchos días. Hemos estado en concentraciones, en manifestaciones, hemos intentado parar desahucios, hemos salido a la calle con la bata blanca y la camiseta verde o morada, o negra, o roja. Hemos acudido a la mani de paseo, con los niños o nos ha hecho correr la policía; hemos ido con amigas o con los padres; hacía frío y llovía o nos hemos muerto de calor subiendo por el Paseo del Prado en pleno julio. Ha habido muchos domingos en los que a la manifestación le seguía el aperitivo, la comida y el cine; ha habido días tristes, de esos que estaba nublado y en los que parecíamos sombras. Pero también ha habido otros días felices que nos costará olvidar. Cada persona tiene sus días señalados en su propio calendario activista- emocional. Yo tengo varios.
Certeza de la corrupción
Aunque el paro es la primera preocupación de los españoles (y es normal, tiene que ver con poder comer) la corrupción se ha convertido en su principal certeza, muy por delante de cualquier otra fe compartida. El 95% de los españoles cree que la corrupción es generalizada. Y que el 95% lo crea significa que lo creen los hombres y las mujeres, las amas de casa y los parados, las adolescentes y los disc-jockeys, los médicos y los empresarios, las funcionarias y los albañiles. Creemos en la generalización de la corrupción mucho más que en dios, en la patria o en la familia, entes difusos o invisibles. La corrupción no se imagina, se ve, se palpa, la leemos en los periódicos bien como asuntos judiciales o bien cómo loterías que siempre tocan a los mismos; o bien en forma de mansiones que se compran o se edifican alcaldes de pueblo, ex políticos o empresarios que dejan de pagar los salarios a sus trabajadores. La corrupción la vemos –o la olemos- en cada recalificación, en cada presupuesto, en cada prejubilación fastuosa, en todas las pensiones millonarias; la corrupción la imaginamos en todos los consejos de administración, en el deporte y en la política, en las empresas y en las obras públicas y privadas.