La semana pasada en una entrevista radiofónica se le preguntaba a un viejo comunista por qué ganaba la extrema derecha y no la extrema izquierda y la respuesta fue: “porque…¿qué puede hacer un comunista?” (o una comunista, añadiría yo)
La semana pasada en una entrevista radiofónica se le preguntaba a un viejo comunista por qué ganaba la extrema derecha y no la extrema izquierda y la respuesta fue: “porque…¿qué puede hacer un comunista?” (o una comunista, añadiría yo)
Este es un texto largo que es parte de un capítulo de un libro que se supone que estoy escribiendo (o quizá no) sobre mi depresión y mis años en política.
Nos reímos de las cosas que dice Ayuso como nos reíamos de Esperanza Aguirre y como nos reíamos de Trump pero todos ellos ganaron en sus respectivas elecciones. Y no sólo ganaron en votos, sino que están ganando en cuanto a lo verdaderamente importante: imponiendo un sentido común devastador para la izquierda y para la democracia. Cuando Aguirre dijo que había que “acabar con la superioridad moral de la izquierda”, estaba expresando la necesidad que la derecha tiene de superar el principal escollo para que arrasen definitivamente. Cuando Ayuso ha dicho que “la justicia social es una tontería de la izquierda”, va en el mismo sentido. Su exhibición desacomplejada de falta de empatía tiene que ver con la batalla principal de la derecha: la normalización de la crueldad social.
Hace un par de meses, me contactaron desde un Círculo para que fuera a dar una charla sobre feminismo. Cualquiera que haya estado en Podemos sabe lo que es una charla normal en un Círculo de barrio: militantes ya convencidos, poca gente, un acto muy interno y que sólo se hace por militancia (la cual es una magnífica razón) Con el acto convocado y los carteles diseñados, un dirigente del partido en Madrid, un imbécil, obligó al Circulo a desconvocarlo. Vetó mi presencia, sin otra razón que, supongo, no percibirme como “de las suyas” aunque lo cierto es que nunca he dicho públicamente nada acerca de lo que pienso de la escasa capacidad intelectual de este dirigente en cuestión o de su tipo de liderazgo, que consiste en romper cualquier cosa que considere un obstáculo. Preocuparse de prohibir mi presencia en un acto minúsculo implica una perseverancia en el mal propia de los más tontos, de los que en un comic aparecen siempre cavando en dirección contraria a la que se necesita. Pero cierto es que ese día, me sentí expulsada del partido.
Esta es una pregunta pertinente. La semana pasada comenzaba en el Parlamento de Cataluña la primera comisión de investigación parlamentaria celebrada en España sobre la pederastia en la Iglesia católica. La sensación fue desoladora. Los diputados del PP (y Vox) no asistieron. Hace años que se conocen los miles de casos de pederastia que se han producido dentro de la iglesia y lo que sabemos a estas alturas es que esta institución no va a asumir su culpa y que tampoco va a hacer nada para reparar en lo posible el daño a las víctimas. En la comisión celebrada el otro día las victimas que comparecieron se dolieron de su permanente revictimización y de la absoluta falta de interés que los diputados y diputadas presentes en la sala mostraban por el asunto. De hecho, una de las víctimas les reprochó que mientras ellos narraban experiencias terribles de violación, los representantes públicos estaban mirando el móvil. Los políticos tampoco se sienten cómodos con esta cuestión, es evidente. Del mismo modo que la sociedad en general se resiste a asumir la verdadera dimensión de la pederastia en el seno de la iglesia.
Seguir leyendo: Pikara Magazine
He escuchado en estos días a algunas históricas del PSOE decir que el Ministerio de Igualdad ha dividido al feminismo. En realidad, lo que quieren decir es que ha dividido al feminismo institucional. Y, para ser exactas, no lo ha dividido, sólo es que ha aparecido otro feminismo. Cualquiera con cierta edad que mire hacia atrás sabe que el feminismo siempre ha sido muy diverso y que lo atraviesan olas, momentos históricos, ciclos. La palabra “feminismos” no es que sea adecuada, es que es la única posible. La mayoría de los debates intrafeministas siempre han estado ahí. lo que ocurría es que el único feminismo que estaba en las instituciones era el feminismo del PSOE. Estaba también, siempre ha estado, el movimiento feminista no institucionalizado, con su enorme pluralidad, la misma de ahora, y sus olas, y sus ciclos y sus momentos. Ambas esferas, la institucional y la no institucional, se miraban de reojo, compartían consensos básicos y poco más. Tampoco se agredían, coexistían. Pero llegó Podemos a las instituciones y con ello la posibilidad de hacer, desde un ministerio, otro feminismo; uno más ligado al afuera de las instituciones, al menos a muchas de sus reivindicaciones, de sus temas, de su carácter, de su lenguaje.
En esta semana anterior a este 8 de marzo, he estado inmersa en tres artículos/libros/experiencias que por separado me crearon cierta inquietud (inquietud en el sentido de no saber dónde poner los pies) pero que juntos hicieron que las piezas encajaran. Estuve en el encuentro Internacional feminista de hace un par de semanas. Yo, señora de 60 años, asistí con la curiosidad de alguien de 20, porque muchas cosas eran nuevas y algunas me generan inquietud. Es normal. Pero, en realidad, encontrar que el feminismo es capaz de “aggiornarse” al mundo que viene, que ya ha nacido, que está aquí y que nos plantea cuestiones bien diferentes a las que eran las de antes de ayer, es la muestra de que el feminismo está bien vivo.
El documental Prostitución y abolicionismo en la Segunda República, con guion de Luis Miguel Úbeda, gira en torno al decreto abolicionista de junio de 1935 que acabó con la reglamentación de la prostitución en España. Su aprobación estuvo envuelta en un duro debate que reflejaba la complejidad de abolir una actividad muy asentada en la sociedad.
El comercio sexual se venía tolerando en nuestro país y en Europa desde mediados del siglo XIX. Era una legalización encubierta en la que subyacía una con mala conciencia; una doble moral que justificaba la prostitución como un mal menor.
El reglamentarismo buscó asiento científico en las tesis higienistas de la época que trataban de contener la extensión de las enfermedades de transmisión sexual con una policía sanitaria. De esta forma, se estableció un registro de prostitutas y un censo de las casas de lenocinio; un control que permitió fiscalizar con impuestos el comercio sexual y que reportó pingües beneficios a ayuntamientos y gobiernos civiles. Esa recaudación generó una de las críticas más descarnadas al sistema reglamentarista: la del Estado proxeneta.
La regulación provocó también involuntariamente el nacimiento de una corriente feminista abolicionista, dirigida en un primer momento en Inglaterra por Josephine Butler. En España esta corriente penetró más tardíamente, pero terminó arraigando gracias a destacadas mujeres como Regina García, Victoriana Herrero, Matilde Huici, Victoria Kent, María Lejárraga, Ascensión de Madariaga, Carmen de Burgos, Margarita Nelken o Clara Campoamor.
El reglamentarismo iba perdiendo fuerza y de igual forma, a comienzos del siglo XX, prendió la inquietud internacional por una actividad que escondía la trata de mujeres con destino a los prostíbulos.
Desde 1932, en el debate parlamentario del abolicionismo llevó la voz cantante el psiquiatra César Juarros, diputado del Partido Republicano Progresista y fundador de la Sociedad Española del Abolicionismo. Aunque la Segunda República se declaró abolicionista desde primera hora, el debate se prolongó y hubo que esperar hasta 1935 para dar forma jurídica a la propuesta. No obstante, ya en abril de 1932 se promulgó un decreto suprimiendo todo tipo de impuesto a la actividad prostitucional.
En el programa participan Isabel Escobedo, especialista en Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza, autora, entre otros, de El movimiento abolicionista de la prostitución durante la IIª República; Beatriz Gimeno, activista del movimiento LGTB y autora de La prostitución: aportaciones para un debate abierto; y Rosario Carracedo, portavoz de la Plataforma Estatal de Organizaciones de Mujeres por la Abolición de la Prostitución:
Prostitución y abolicionismo en la II República
En el mes de diciembre pasado hubo un terrible repunte en el número de feminicidios cometidos en España. Saltaron todas las alarmas sociales, políticas, mediáticas… Lo que ocurrió a continuación nos puede dar idea de que el marco discursivo e ideológico en el que afrontamos esta cuestión se ha desplazado y no es el mismo de hace unos años.
Seguir leyendo: Píkara Magazine
Me dicen mis amigas que olvide a Benedicto, que llevo días dando la lata en twitter y que no hay quien entienda esa obsesión. A mí me importa la religión, que es en parte lo que estudié en la universidad y siempre me ha parecido que la izquierda no se acerca bien a lo que es, como dijo Marx, “al mismo tiempo la expresión de la miseria real y la protesta contra la miseria real”. Las críticas a la religión en bruto que a veces se hacen desde algunos sectores de la izquierda son tan desacertadas como la convalidación acrítica de cualquier forma de religiosidad. El mismo Marx (y muchos otros revolucionarios antes que él) no dejó de apreciar las posibilidades de resistencia y de lucha que la religión podía ofrecer a los oprimidos y circunscribía sus críticas a las formas religiosas históricas y sociales concretas. Rosa Luxemburgo, por su parte, puso de relieve el espíritu cercano al socialismo del cristianismo primitivo. Y así podríamos hablar de las ramas progresistas de la teología cristiana extraordinariamente desarrolladas a raíz de las puertas abiertas del Concilio Vaticano II. Formas todas ellas a las que el recién fallecido Benedicto XVI no dio tregua, aunque él mismo entrara en dicho Concilio como supuestamente progresista, para salir como profundamente reaccionario.
Seguir leyendo: El Obrero