A los neoliberales les encanta referirse a eso que llaman «capitalismo popular» y que puso de moda Margaret Thatcher; la idea de que la gente corriente puede invertir en bolsa, tener valores, ser propietaria, accionista, beneficiarse del capitalismo, en definitiva… La realidad es que «capitalismo» y «popular» son términos antitéticos por más que muy a menudo se pretenda que vayan juntos. Al fin y al cabo todo esto trata de que el capitalismo, un sistema que está diseñado para que unos pocos se hagan ricos a costa de la mayoría, no sea contestado y, por el contrario, sea refrendado cada vez que pasamos por las urnas. Pero no, lo cierto es que la gente corriente, las clases trabajadoras, no pueden invertir porque las inversiones no están diseñadas para que ellos ganen dinero sino para que lo ganen los ricos; ni pueden ser propietarios de nada, sino sólo deudores de los bancos, ni tampoco pueden hacer que sus ahorros crezcan lo suficiente como para asegurarles una vejez digna; por el contrario es muy posible que al intentar invertir en algo los ahorros, al intentar asegurar una pensión, ocurra lo contrario: que los ahorros mengüen, cuando no desaparezcan directamente por culpa de una crisis, de una quiebra, de cualquier circunstancia que los volatilice. Lo único que podemos hacer las personas corrientes que no somos ricas es tratar de no creer nada de lo que nos venden y luchar porque se hagan políticas en beneficio de la mayoría, y no al revés.