Como ya veníamos sospechando, la anunciada reforma fiscal que presenta el gobierno no es sino una bajada de impuestos a las rentas más altas, es decir, que se profundiza aún más en el carácter regresivo de nuestro sistema impositivo. Es un escándalo que se pretende endulzar con el caramelito de hacer unas desgravaciones mínimas a las rentas más bajas. Las rentas medias y bajas apenas notarán diferencia (que no compensa en absoluto las sucesivas subidas del IVA); , los ricos serán aún más ricos y contribuirán menos al mantenimiento del estado y, sobre todo, el estado dejará de percibir unos 6000 millones que habrá que sacar de algún sitio. Los servicios públicos se reducirán aún más: menos y peores servicios médicos, menos becas, peor educación, recortes en las prestaciones sociales de todo y, finalmente, más adelante seguramente subidas de los impuestos indirectos.
Esta bajada irá acompañada de un formidable aparato de propaganda en el que tratarán de convencer a las clases medias, ya asfixiadas por los impuestos, de que ahora los bajan como dijeron que harían. Lo cierto es que esta mínima bajada no compensará en absoluto los recortes en prestaciones sociales que tendremos que pagar de nuestro bolsillo los que puedan, porque los que no puedan se quedarán sin servicios básicos, hasta ahora considerados derechos. En este momento es necesario hacer un inmenso esfuerzo para reeducar a una ciudadanía expuesta durante muchos años a una única realidad neoliberal que ha venido defendiendo no sólo el PP, sino también el PSOE y que se resume en el mantra de que bajar impuestos es de izquierdas. Todavía el otro día el candidato del PSOE, Pedro Sánchez no asumía la defensa de un sistema impositivo fuertemente progresivo y seguía manteniendo una cierta ambigüedad hacia lo que significan y cómo deben funcionar los impuestos. Todavía hay políticos situados formalmente en la izquierda que siguen sosteniendo que bajar impuestos a los ricos tiene efectos positivos en la economía, cuando está más que demostrado que eso no es así. El triunfo neoliberal en este sentido ha sido absoluto, ha impuesto su modelo como único y bueno y casi no ha dejado espacio para modelos alternativos. ¿Quién se atrevía aquí a decir durante los años de bonanza que los países más justos y más igualitarios son los que se basan en impuestos progresivos generalizados con los que se pagan servicios públicos universales?
En el momento en que los impuestos se convirtieron en el enemigo a batir, y en el momento en que se renunció al necesario esfuerzo pedagógico para explicar el papel que juegan en la redistribución y en la construcción de una sociedad justa e igualitaria, se puede decir que todo estaba perdido. Ahora, sintiéndose con las manos libres, y pasadas ya las elecciones el PP acelera el recorte de impuestos a los más ricos (uno de los principales objetivos de la derecha) y lo vende como bajada de impuestos generalizada. Este recorte va a empobrecer aún más a la mayoría y va a crear niveles de desigualdad insoportables, siendo que vivimos en uno de los países más desiguales de Europa.
Los servicios públicos, ya muy deteriorados, se van a deteriorar aún más, dejando a amplias capas de la población abandonadas a su suerte y sumidas en una pobreza sin retorno. En definitiva, esta bajada de impuestos nos va a colocar en el límite del subdesarrollo, en el que por niveles de igualdad ya nos encontramos y del que cada vez nos va a resultar más difícil salir. Los ricos van a contribuir aún menos a la solidaridad o a la cohesión social y los pobres van a tener mucho más difícil salir de la pobreza o aspirar a una vida digna. Pero ellos siguen tensando la cuerda, hasta que la rompamos.
Publicado en: El plural