Una de las cosas que jamás agradeceremos las feministas bastante a Zapatero (y a todas las feministas que lucharon dentro del PSOE) es que pusiera el debate sobre la igualdad entre mujeres y hombres, es decir, el feminismo, y especialmente la cuestión de la violencia machista, en el centro del debate político. Una parte de la sociedad, la que fue incapaz de asumir el cambio, encabezada por eso que se ha llamado el neomachismo se revolvió y sometió a las políticas igualitarias a una presión insoportable. En poco tiempo toda la sociedad conservadora -con sus medios de comunicación a la cabeza- se dio cuenta de que la igualdad entre hombres y mujeres es un objetivo político indudablemente progresista y se dedicó a socavarlo con saña. Las cosas que se dijeron entonces de las ministras por el hecho de ser mujeres son dignas de pasar a una antología del machismo más cutre y reaccionario. Aun así, se avanzó mucho, especialmente en la cuestión más grave, la de la violencia machista. Tristemente, en unos meses no sólo hemos retrocedido décadas en derechos y libertades sino también, evidentemente, en igualdad.
Entrada completa: El Plural

