Ayer paseé por El Retiro y no vi un solo gorrión. Cuando era pequeña y me llevaban al Retiro los domingos por la mañana, llevábamos bolsitas de pan y si las echábamos al suelo se acercaban palomas y gorriones. Y si te sentabas en una terraza y pedías cualquier cosa, al rato, ya tenían unos cuantos gorriones amagando con posarse en la mesa. Había gorriones en todas partes, poblaban las ciudades, pero eran tan humildes que no nos hemos dado cuenta de que han desaparecido.