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El glamour y las imágenes de las mujeres

A pesar de que no me parezco en nada a Greta Garbo (Boris insiste), no tengo ni pizca de glamour y debo vestir fatal, amen de cuidar poquísimo mi maquillaje, sí que tengo algo que puede compensar todas esas inconveniencias que hacen que mi persona lesbiana resulte tan poco interesante: leo el «Hola». Y sí, antes me daba vergüenza admitirlo, pero ahora necesito decirlo para que se me perdone todo lo anterior. Leo el «Hola» casi como si fuera Isabel Preysler, aunque ya sé que el hábito no hace al monje y ni con el «Hola» en la mesilla le llegaré yo a ese símbolo de la feminidad y del buen gusto ni a la suela de los zapatos, especialmente si los zapatos son de tacón. Leo el «Hola» y disfruto, aunque lo malo mío es que ni siquiera leyéndolo puedo convertirme en la lesbiana-mujer que debo ser y el «Hola» me genera unos pensamientos que deben ser lo contrario de tener estilo y buen gusto. No puedo evitarlo.

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Lesbianismo y vejez : una combinación no demasiado mala.

Vivimos en una época que ha convertido la vejez en una palabra sucia. La gente gasta mucho dinero, esfuerzo, tiempo, salud, en parecer más joven de lo que es realmente. Operaciones, cosméticos, tratamientos muy costosos y dolorosos… en una loca carrera para huir de algo que, indefectiblemente, nos terminará alcanzando. El mito de la juventud se ha instalado definitivamente entre los gays, quienes han creado y sostienen una subcultura en la que se rinde culto a la juventud y en la que se desprecia y se denosta, hasta límites increibles, a los ancianos.  He escrito recientemente un artículo referido a la discriminación que los gays ancianos padecen, tanto entre la propia comunidad gay como en la sociedad heterosexual en general; en este artículo hacía referencia a los estudios y a los artículos que se han escrito sobre el tema de la vejez entre los gays en los últimos años.

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Los derechos de gays, lesbianas y transexuales después de la era Aznar.


La era Aznar termina para el 10% de los ciudadanos y ciudadanas españoles, los que son gays, lesbianas y transexuales, de una manera especialmente amarga. Ni en nuestras peores pesadillas hubiéramos podido pensar que el retroceso en el camino que emprendimos tras la muerte de Franco hacia una ciudadanía plena pudiera ser, ya en el siglo XXI, tan marcado. Desde la aprobación de la Constitución el avance en el reconocimiento de las personas GLTB (gays, lesbianas, transexuales y bisexuales) ha sido continuo, tanto política como socialmente y tanto en España como en Europa. Y aunque el reconocimiento político de la igualdad legal no ha sido tan rápido como nos hubiera gustado, el reconocimiento social ha sido vertiginoso si tenemos en cuenta que hace apenas 25 años, las personas GLTB eran las portadoras de uno de los más poderosos y antiguos estigmas que unos seres humanos han utilizado contra otros a lo largo de la historia. Si consideramos que a la muerte del dictador éramos no sólo ilegales, sino verdaderos parias sociales, las actuales cotas de aceptación social que disfrutan las reivindicaciones de nuestros derechos, nos parecen casi increíbles. Según las últimas encuestas del C.I.S, casi el 67% de la población española está de acuerdo en que se modifique el Código Civil para que las parejas del mismo sexo tengan acceso al matrimonio, y el derecho de adopción, por razones históricas y culturales, mucho más problemático, va ganando adeptos de manera evidente y continuada hasta situarse en un 52% de la población. Para comprender la importancia de estas cifras baste decir que en Holanda, por ejemplo, país donde ya existe el matrimonio y la adopción entre personas del mismo sexo, dichas leyes se aprobaron con un porcentaje de aprobación social similar al nuestro. Por tanto, la sociedad española está perfectamente madura y es plenamente consciente de que la última discriminación legal que separa a las personas GLTB de la ciudadanía plena, esto es, el acceso al matrimonio, debe ser eliminada. El PP en su primera legislatura tuvo buen cuidado de mostrar su rostro más derechista ya que era plenamente consciente de que en este, como en otros temas sociales, la sociedad española es progresista y no sigue las integristas doctrinas vaticanas. En la primera legislatura, el PP se comprometió en el Congreso de los Diputados a aprobar en su segunda legislatura una Ley de Parejas de Hecho que reconociera derechos a las parejas del mismo sexo.

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El amor que no osa decir su nombre: La invisibilidad de las lesbianas

A distancia. Revista de la UNED. Vol. 21 Nº3 Octubre 2003


En los últimos años es evidente que, más allá de las conquistas políticas
concretas, se ha alcanzado un cierto consenso social en las sociedades
occidentales acerca de la reivindicación gay-lesbiana a la igualdad de derechos. Este consenso social se ha conseguido gracias sobre todo a la visibilidad de las personas que llamaré desde ahora, a la manera americana, GLTB (es decir, gays, lesbianas, transexuales y bisxuales). La visibilidad no es una moda ni es tampoco un asunto de exhibicionismo del que a veces se nos acusa. La visibilidad para gays y lesbianas es un asunto político de primer orden, es el punto primero en la agenda de cualquier asociación que luche por los derechos de las personas GLTB. Pero, aceptado lo anterior, es el momento de pararnos a reflexionar dónde han quedado las lesbianas en este asunto de la visibilidad y dónde están las lesbianas cuando decimos población GLTB u homosexual o, simplemente, gay-lesbiana.

Entrada completa: http://www.felgtb.org/files/docs/2c146aab0fc5.pdf

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La viagra femenina

El cuerpo de las mujeres ha sido considerado desde siempre por la ciencia una excepción, un cuerpo inacabado o imperfecto comparado con el cuerpo por excelencia, el del varón. De ahí que fuera el cuerpo de la mujer el que tuviera que ser explicado en su imperfección, el que tuviera que estudiarse con la intención de corregir en lo posible sus deficiencias. La medicalización del cuerpo de las mujeres y la consideración de que éste es enfermizo y patógeno de por sí no acabó con la llegada de la medicina moderna. La consideración de los procesos naturales en la mujer como enfermedades a tratar por los médicos no ha terminado y, por el contrario, nos encontramos ahora con que la ciencia abre nuevas posibilidades para seguir en sus trece.

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El activismo como privilegio

 

 

El movimiento GLBT se encuentra en un momento crucial en el que los enormes logros conseguidos se miden también, y es normal, en que las críticas suben de tono. A veces los activistas decimos que estamos hartos, cansados, nos preguntamos si todo esto merecerá la pena. Hace pocos años celebrábamos el 28J con mil personas en la calle, los empresarios se reían de nosotros y nos llamaban idealistas, la  Ley de Parejas nos parecía una utopía lejana y los socialistas (los que mandaban entonces) no querían saber nada de nuestros derechos. Ahora, la Ley de Parejas ha dado paso a la reivindicación del derecho al matrimonio y  los partidos de izquierda lo asumen en sus programas; el Presidente de la Comunidad de Madrid, del Partido Popular, inaugura un Programa de Asistencia en COGAM, en junio hemos sacamos a medio millón de personas a la calle… Enseguida vendrán las elecciones y los candidatos, todos, se esforzarán por conseguir nuestro voto. A algunos esto les parece mal, a mí me parece bien: nos tienen en cuenta. Ya les exigiremos luego. Nos queda mucho por andar, desde luego, pero ya hemos recorrido suficiente camino como para poder mirar atrás. Y para la mayoría de nosotros el camino no sólo ha merecido la pena, sino está siendo lo mejor del viaje. El activismo me ha proporcionado experiencias que poca gente tiene la suerte de vivir a lo largo de su vida. En primer lugar, la impagable experiencia de haber participado en primera fila en una batalla en la que está en juego mi dignidad y mi propia vida. La experiencia de luchar día a día en este combate ha cambiado completamente mi manera de ver el mundo y me ha proporcionado momentos de una intensidad que dificilmente hubiera encontrado en otros ámbitos; la mayoría de la gente pasa por la vida sin conocer algo así. Se puede ser militante de muchas causas, pero es difícil encontrar una batalla en la que se juegue tanto para nosotros mismos como es la lucha por los derechos de las personas GLBT para quienes somos GLBT. Hay más cosas: en este camino he conocido a gente que jamás hubiera conocido de no haberme metido en ésto. La mayoría de las personas circunscriben su círculo de amistades a aquellos que les son similares por edad, clase social, cultura, vecindad, medio laboral… yo  he tenido la gran suerte de conocer a personas a las que nunca hubiera tenido acceso de no haber tenido en común no ya la orientación sexual, sino la lucha por nuestros mismos derechos.

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Apariciones en medios

Encuentro digital con Beatriz Gimeno

La secretaria general de la Federación Estatal de Lesbianas y Gays (FELG), asesora del primer estudio español sobre familias homosexuales financiado por la Comunidad de Madrid y la Universidad de Sevilla, ha charlado con los internautas durante la semana del Orgullo Gay.

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Como en los viejos tiempos

Parece que como en los viejos tiempos del aborto, la Iglesia llenará autobuses con los adolescentes a los que adoctrina en sus colegios confesionales que junto con sus madres y padres, acompados de curas y monjas, de incógnito o no, todos  provistos de guitarras, que hace moderno, saldrán a la calle a protestar para impedir que a lesbianas y gays  se les permita acceder al matrimonio. Recuerdo que cuando en España se libraba la batalla del divorcio, yo me sentía personalmente implicada porque mis padres estaban separados, así que eran de aquellos que esperaban beneficiarse de la nueva ley. Por eso yo seguía con temor aquellas manifestaciones porque temía que fueran efectivas y terminaran impidiendo que mis padres pudieran ser felices rehaciendo sus vidas con sus nuevas parejas. Recuerdo a aquellos adolescentes, la mayoría niñas, cantando junto con sus monjas, venidas de colegios de toda España, de pueblos en los que era imposible  pensar en divorciarse y en donde el sexo era algo sucio de lo que jamás se hablaba.

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Mujeres, hombres…

 

Cuando José era un niño lo que más le gustaba era el fútbol y todos los recreos de su infancia los recuerda jugando con un balón en el patio de la escuela. Pensaba que las niñas eran tontas, no había más que verlas con sus estúpidos juegos de niñas. Él iba con los niños para jugar al fútbol, iba con los niños a jugar al descampado, iba con los niños a fumar a escondidas. En los vestuarios miraba el pene de los demás niños y en cuanto podían, jugaban todos a ver quien lanzaba más lejos el pis. El peor insulto era cualquier palabra que le relacionara con algo femenino. Después, de adolescente sí que hablaba de chicas con su pandilla, de cuál de ellas estaba más buena…Seguía yendo con sus amigos al estadio, a beber en grupo, a andar por ahí. También participó en algunas sesiones de masturbación en grupo y en su pandilla a veces se reunían para ver revistas porno.  En esos años conoce al que es su mejor amigo pero su intimidad se reduce a darse fuertes palmadas en la espalda. Después de la universidad, ya trabajando, seguía saliendo con sus amigos, pero ahora también salía con sus jefes y compañeros a tomar cañas, no es bueno que en el trabajo le califiquen a uno de huraño. Los domigos seguía yendo al fútbol con sus amigos de toda la vida. Aunque él nunca fue de putas, alguno de sus amigos sí que lo hacía y en alguna ocasión le insistieron tanto que a punto estuvo de hacerlo, sobre todo en una fiesta en que se emborrachó mucho. No lo hizo porque entonces tenía novia y no le parecía bien.

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29 S: Una huelga de la ciudadanía

Estamos en un momento político crucial, estamos ante el mayor recorte en derechos laborales y sociales que hemos vivido en democracia. Un recorte que se enmarca dentro de una ofensiva neoliberal que se está dando en todo el mundo por culpa de una crisis económica causada por la avaricia sin límites del capitalismo y por la falta de control político a sus instituciones. Es paradójico porque esta crisis debería haber certificado que el capitalismo neoliberal sólo puede conducir al desastre económico y a la injusticia social. Esta crisis ha sido aprovechada por los ricos, por los poderosos del mundo para hacer algo que llevaban tiempo queriendo hacer: recortar el estado del bienestar, que en España ya era pequeño; recortar derechos laborales: capacidad de negociación a los trabajadores, debilitar a los sindicatos, recortar salarios, recortar prestaciones sociales, devolvernos a la situación de hace décadas.  Todo esto se enmarca en la crisis, pero venía gestándose mucho antes cuando la socialdemocracia no combatió algunos de los dogmas neoliberales.  Cuando llegó la crisis ya no había nada que hacer. Nada más que cortar por la parte más débil.