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La buena muerte


El arzobispo emérito de Pamplona nos lo ha recordado: Cristo no pidió cuidados paliativos. Varios comentaristas ya han dicho y yo lo hago también, que eso no es exactamente cierto porque parece ser que, encontrando inaguantable la crucifixión, se quejó de abandono a su padre, que era una forma de pedir que aquello acabara cuanto antes. Esto es lo que tiene la tortura, que nadie se preocupa de aliviarte el sufrimiento. Tampoco en Guantánamo, en cualquier cárcel en la que se torture, parece que seden a los torturados; a pelo lo aguantan. Lo que pasa es que algunos (la mayoría) creemos que la vida, y sobre todo la muerte, no tiene por qué ser una tortura. Que nadie se merece morir en medio de un sufrimiento que puede remediarse. Y además, algunos creemos que tenemos derecho a ser dueños de nuestro destino, sobre todo a la hora de la muerte.

Chantal Sébire, con ese rostro que era la imagen del dolor, también pidió que se la ayudara a que su sufrimiento acabara cuanto antes. Tenía derecho a ayuda para bien morir y por eso se le ocurrió pedirla. La respuesta que le dieron sería graciosa si no fuera trágica: se le ofreció inducirle un coma, algo así como morir a plazos, pero morir morir desde luego que no, que se aguantara con su cáncer y con su tumor insoportable. Que hiciera como Cristo con su cruz; sólo que ella no era Cristo ni, al parecer, tenía vocación ni ganas de ganarse el cielo a base de sufrimiento.

Es todo tan cruel y tan inhumano, tan terribles y tan dolorosos todos estos casos que una, si no fuera porque no quiere ser como ellos, le desearía al arzobispo de Valladolid, y al señor Lamela y a la señora Aguirre, y a tantos otros y otras, que tuvieran que pasar por una situación semejante y que experimentaran en sus propias carnes, o en las de un ser querido, un dolor semejante sin esperanza alguna de recuperación; a ver qué decían entonces. Que se les obligara a esperar la muerte entre dolores. Pero lo malo es que, además de no querer ser como ellos, ya sabemos lo que pasa luego con estas cosas. Con esto ocurrirá como con el aborto, que los ricos mandaban a sus mal-embarazadas a Londres a abortar, (ahora se irán donde haga falta). Pues con la eutanasia pasará igual, la pagarán a real de vellón en la privada… y hala, que sufran los pobres.

Por Beatriz Gimeno

Nací en Madrid y dedico lo más importante de mi tiempo al activismo feminista y social. Hoy, sin embargo, soy un cargo público. Estoy en Podemos desde el principio y he ocupado diversos cargos en el partido. He sido Consejera Ciudadana Autonómica y Estatal. Del 2015 al 2020 fui diputada en la Asamblea de Madrid y ahora soy Directora del Instituto de la Mujer. Sigo prefiriendo Facebook a cualquier otra red. Será la edad.
Tuve la inmensa suerte de ser la presidenta de la FELGTB en el periodo en que se aprobó el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género. He dado lo mejor de mí al activismo, pero el activismo me lo ha devuelto con creces.
Estudié algo muy práctico, filología bíblica, así que me mido bien con la Iglesia Católica en su propio terreno, cosa que me ocurre muy a menudo porque soy atea y milito en la causa del laicismo.
El tiempo que no milito en nada lo dedico a escribir. He publicado libros de relatos, novelas, ensayos y poemarios. Colaboro habitualmente con diarios como www.eldiario.es o www.publico.es entre otros. Además colaboro en la revista feminista www.pikaramagazine.com, así como en otros medios. Doy algunas clases de género, conferencias por aquí y por allá, cursos…El útimo que he publicado ha resultado polémico pero, sin embargo es el que más satisfacciones me ha dado. Este es “Lactancia materna: Política e Identidad” en la editorial Cátedra.

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