El otro día veía yo por televisión cómo “prometían” sus cargos todos los ministros del nuevo gobierno. Y lo hacían sobre una Constitución que, al parecer, afirma que este es un estado aconfesional. Eso mientras en la misma mesa un gran crucifijo y una Biblia estaban allí para demostrar que somos aconfesionales pero un poco menos.
Esto ocurría un 14 de abril, un día en el que hace años en España floreció la primavera de la República. Desde que salgo al extranjero a dar conferencias acerca de los avances sociales conseguidos en los últimos años, especialmente lo que se refiere al matrimonio entre personas del mismo sexo y a la ley de Identidad de Género, una de las preguntas a las que más veces tengo que responder es a la de cómo es posible que estos avances se hayan dado precisamente en este país. Me gusta responder que no es tan extraño; que España no fue siempre ese pozo de oscuridad en el que nos metió el franquismo y que con la República España consiguió derechos sociales que en Europa tardarían años en conseguirse.
Fundamental la subcomisión que ha registrado IU para reformar la actual e insuficiente ley del Aborto. Sin una nueva ley que deje la decisión de abortar en manos de las mujeres, la igualdad que este gobierno proclama puede ser papel mojado. No hay derecho más importante que el de disponer de nuestros cuerpos.
Pero, en fin, nada de esto tiene verdadera importancia si lo comparamos con la noticia de la semana El padre Amorth, experto en exorcismos del Vaticano, ha declarado tras varias conversaciones con el diablo, que Satanás le tiene “terror” a la virgen porque, según ha declarado él mismo, ella es la más obediente de las criaturas, mientras que él (Satanás) es el más rebelde. Ahora lo entiendo todo. A mí la virgen siempre me cayó gorda y como Satanás, le tengo “terror” a las personas obedientes y me gustan los rebeldes. No quiero decirlo muy alto no vaya a ser que venga el padre Amorth, o Rouco en persona -por aquello de que ambos vivimos en Madrid- y se empeñe en exorcizarme, que me han dicho que duele. Pero vaya, ya lo decían las feministas “Las mujeres buenas van al cielo, pero las malas van a todas partes”. ¡Vivan los rebeldes, abajo los obedientes! Y si tiene que venir Satanás, que venga.