La institución prostitucional debe ser la única institución política de la que no cabe la posibilidad de hacer una crítica política ni discutir sobre su función social. Una parte de la izquierda se sigue negando a considerarla dentro del ámbito de la política, como algo incuestionable y sobre lo que no cabe debate. Esto sólo ocurre con la prostitución, de la que hay que aceptar, de partida, que está ahí sin más y que nuestra única intervención posible es aceptar lo que nos digan sobre ella algunas de las mujeres que se dedican a la misma. Ante cualquier otra aproximación ideológica se aplicarán argumentos deslegitimadores sorprendentes como que eso es “filosofía” o, peor aún, que la posición abolicionista busca imponer una moral, como si la justicia o la igualdad no fueran cuestiones morales, o como si no hiciéramos aproximaciones normativas, morales, basadas en la idea de una “vida buena”, de otras muchas instituciones, el matrimonio y la familia entre otras. Así que sí, claro que se puede –y debe– debatir la prostitución.
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