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Seguiremos hablando de prostitución mientras sea necesario


A Marta Nebot

¿Quién es un sindicato o un gobierno para decirle a una trabajadora que quiere renunciar a sus vacaciones y ganar más que no puede hacerlo? ¿Quién es nadie para decirle a nadie que no venda un órgano para comprarse una casa (al fin y al cabo, es mi cuerpo y riñones tengo dos?) ¿Quién es nadie para decirle a nadie que se tiene que vacunar aunque no quiera? ¿Quién es nadie para decirle a una mujer maltratada que, aunque no quiera, el fiscal va a presentar cargos? ¿Quién es un gobierno para decirle a un putero que, aunque quiera no puede acceder al cuerpo de una mujer por dinero? La respuesta a estas preguntas es la misma a no ser que se piense, como se piensa, que: La prostitución es natural y cubre una necesidad humana (masculina) y la prostitución es un acto privado porque el sexo es privado. En tercer lugar vendría, mi cuerpo es mío y nada de lo que haga con él tiene consecuencias sociales. Las tres premisas son falsas.

La prostitución es una institución social y el sexo es político. Y mi cuerpo es mío pero está inserto en una red de relaciones sociales y de poder que lo convierten también en un cuerpo político. Estas premisas aisladas no requieren explicación porque entre el feminismo y la izquierda están aceptadas sin problemas. ¿Qué tiene la prostitución, entonces, para que una parte de la izquierda continúe extrayéndola del lugar en el que no tiene inconveniente en meter el matrimonio, la maternidad, el amor incluso, la sexualidad en general…, Instituciones todas ellas que se admiten objeto de crítica? La explicación es demasiado larga para este pequeño espacio pero seguramente tiene que ver con la pátina de la que se recubre el sexo en nuestra sociedad y especialmente si se percibe como transgresor, aunque sea una transgresión falsa. Es normal que sea así si consideramos el esfuerzo que ha hecho la iglesia y la sociedad conservadora en general por tildarlo de prohibido y pecaminoso, lo que ha disparado el sentido común hacia el lado contrario. Pero en fin, la prostitución nunca fue condenada por la iglesia ni por los poderes políticos o sociales, siempre ha sido un pilar del patriarcado.

La prostitución sitúa a hombres y mujeres en lugares diferentes del mundo, del imaginario sexual. Y es el último privilegio masculino casi intocado. Todos los hombres de la tierra tienen derecho a acceder a una mujer por un dinero adecuado a su capacidad adquisitiva. Tiene derecho y posibilidad de irse de putas el más pobre de Calcuta y el más rico de la Quinta Avenida. Todos los niños saben, desde que tienen uso de razón que ese es su privilegio. Las niñas saben que si tienen mala suerte siempre tienen abierta esa opción. ¿De verdad alguien puede sostener que desde esas dos posiciones subjetivas se contempla el mundo de la misma manera? Todas podemos ser putas y todos pueden ser puteros. Ese es su privilegio y esa es nuestra desigualdad.

Además, la prostitución es hoy uno de los meganegocios globales de mayor potencial, capaz incluso de modificar la economía de los países más pobres. Es el negocio del que se extrae mayor plusvalía: la materia prima son potencialmente todas las mujeres, los costes de extracción y transformación son cero, la oferta también ilimitada. Todo ganancias para los proxenetas. Hay países cuyo PIB depende de la prostitución y sus negocios aledaños. ¿Qué incentivos tienen esos países para fomentar la igualdad si su economía depende de que las mujeres sean desiguales? ¿Para qué van a esforzarse en mandar a las niñas a la universidad si les sale a cuenta mantenerlas pobres y en la prostitución? Eso sin olvidar, además, que los avances feministas están presionando a las masculinidades tradicionales de tal manera que los hombres menos flexibles, los más machistas, necesitan una compensación simbólica para no estallar contra el sistema. Privados de muchos cosas por el neoliberalismo, precarizados hasta el extremo, el sistema les compensa con mujeres baratas y accesibles. No vayan a levantarse contra los patronos. Esto no es una fantasía, no en vano lo primero que se hacía cuando se mandaba a los hombres a la guerra o se les explota en una mina, o se les mandaba a construir un ferrocarril al desierto, es poner un prostíbulo. El hombre más pobre y explotado siempre tiene que tener a alguien más pobre y explotado, una mujer que, además, le proporcione la sensación fundamental que el patriarcado ofrece a los hombres “soy más importante que ella”.  

Puestas así las cosas, que son las mismas cosas de siempre por otra parte, la prostitución es una institución que afecta a la igualdad y al bien común pero, además, ¿Quién protege a las mujeres que no quieren ser putas pero que se ven obligadas a serlo porque hay un sistema montado para que esa sea la salida más fácil, cuando no única. ¿Se preocupa Marta Nebot por los cientos de miles de mujeres que no quieren ser putas pero a las que un sistema putero les obliga sin remedio a serlo? La única manera de que no tengan que ser destinadas a ese maldito mercado de carne es que ese mercado no exista. Por ellas, por todas nosotras, por la igualdad.

Todos los estudios demuestran que la prostitución es una escuela de machismo, que no hay hombre más machista que el putero y que es un espacio en el que se concentran todos los monstruos del antifeminismo. La guarida del machismo, como dice Beatriz Ranea. Acabemos con las guaridas donde se esconden los machistas y las mujeres seremos más libres y más iguales.

Cualquier gobierno al que le preocupe la igualdad entre hombres y mujeres tiene que combatir la prostitución. Otra cosa es que la ley del PSOE lo haga, que no lo creo. Es una ley propaganda que está muy lejos de cualquier propuesta abolicionista mínimamente seria.

Por Beatriz Gimeno

Nací en Madrid y dedico lo más importante de mi tiempo al activismo feminista y social. Hoy, sin embargo, soy un cargo público. Estoy en Podemos desde el principio y he ocupado diversos cargos en el partido. He sido Consejera Ciudadana Autonómica y Estatal. Del 2015 al 2020 fui diputada en la Asamblea de Madrid y ahora soy Directora del Instituto de la Mujer. Sigo prefiriendo Facebook a cualquier otra red. Será la edad.
Tuve la inmensa suerte de ser la presidenta de la FELGTB en el periodo en que se aprobó el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género. He dado lo mejor de mí al activismo, pero el activismo me lo ha devuelto con creces.
Estudié algo muy práctico, filología bíblica, así que me mido bien con la Iglesia Católica en su propio terreno, cosa que me ocurre muy a menudo porque soy atea y milito en la causa del laicismo.
El tiempo que no milito en nada lo dedico a escribir. He publicado libros de relatos, novelas, ensayos y poemarios. Colaboro habitualmente con diarios como www.eldiario.es o www.publico.es entre otros. Además colaboro en la revista feminista www.pikaramagazine.com, así como en otros medios. Doy algunas clases de género, conferencias por aquí y por allá, cursos…El útimo que he publicado ha resultado polémico pero, sin embargo es el que más satisfacciones me ha dado. Este es “Lactancia materna: Política e Identidad” en la editorial Cátedra.

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