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Pederastia y masculinidad


Hace poco ha salido un estudio que afirma que millones de hombres abusarían sexualmente de niños si la confidencialidad estuviera garantizada (https://www.thetimes.co.uk/article/millions-of-men-would-sexually-abuse-children-if-secrecy-was-sure-ncf9lx5v7 Según los datos que ya conocemos estamos hablando de que uno de cada cinco ha sufrido abusos sexuales. Es un delito mucho más extendido de lo que creemos y mucho más difícil de denunciar y visibilizar. Hay quien dice que lo magnificamos, cuando en realidad lo que hacemos es minimizarlo y no afrontarlo.

El delito en sí parece generar una unánime condena social pero la realidad es que depende; depende de la relación que el pederasta tenga con determinadas instituciones o posiciones de poder. Si el pederasta es un inmigrante o una persona en situación de calle o una persona negra o un gitano o un extranjero pobre, podemos estar seguros de que la cuestión copará los medios de comunicación, generará una extraordinaria alarma social y será un asunto comentado en todas las tertulias televisivas. Cuando la policía lo lleve y lo traiga la gente se arremolinará en torno suyo insultándole, y si pudieran lo lincharían. Es, definitivamente, un monstruo. La realidad es que el pedófilo accidental que no conoce a las víctimas y las encuentra en la calle es una absoluta rareza. Lo normal es que se trate de un respetable padre de familia, con trabajo y un “buen nombre”; o un abuelo, o un cura o profesor de una institución deportiva. La realidad es que la pederastia es un delito que se comente la mayor parte de las veces en colegios, instituciones deportivas, en la iglesia y en la familia, en cualquier situación en la que haya niños/as y hombres con poder real sobre ellos. Poder relacionado con estar en situación de autoridad respecto a los niños/as pero también, en muchas ocasiones, en relación de afecto por parte de los menores. En estos casos, los más frecuentes, el daño es infinitamente mayor y persistente. No es lo mismo un agresor casual que ataca una vez y seguramente no vuelva a hacerlo por falta de oportunidad, que las agresiones constantes, que pueden durar años y que, además, se producen prevaliéndose de una posición de responsable/cuidador del menor. Esto es destructivo. Y en todos estos casos, la revelación del delito y la detención y castigo del delincuente será complicada. Por lo general sus actos serán ocultados por la institución y protegido por ella.

Me parece importante relacionar pederastia con poder, con vulnerabilidad, con falta de reciprocidad porque creo que esas cuestiones están en el corazón de la pederastia y son también algunas de las características de la sexualidad patriarcal. Aunque es una cuestión compleja creo que sí tiene relación con la manera en que se construye la sexualidad masculina, la masculinidad, en el régimen patriarcal. Y en ese sentido me parecen absurdas determinadas opiniones que siguen manteniendo que la pederastia se produce, por ejemplo en el seno de la iglesia “porque no hay mujeres”. Esta es una opinión muy extendida que, además, se basa en una idea profundamente equivocada y es la de que la sexualidad masculina es como una bomba hidráulica que necesita desahogar por algún lado para no explotar. Una idea patriarcal que ha sustentado desde las violaciones a la prostitución.

Si de “desahogarse” se tratara los sacerdotes podrían masturbarse, por ejemplo, si se tratara de “aliviarse” físicamente. Esta es una práctica segura de la que nadie se tendría por qué enterar. Pero hay más posibilidades. Los curas podrían mantener relaciones sexuales con mujeres que, al fin y al cabo, no recibiría prácticamente condena social y es lo que han hecho con normalidad en siglos pasados. Los curas eran célibes pero nadie esperaba que fuesen castos y el amancebamiento era una práctica habitual. Descubrir hoy que un cura ha tenido relaciones sexuales con una mujer no constituiría escándalo de ningún tipo. Por último, los curas podrían tener relaciones sexuales entre ellos que sería lo más sencillo. Al fin y al cabo, los sacerdotes en los colegios o los hombres en instituciones muy masculinizadas tienen muchas posibilidades de intimar entre ellos.

La pederastia no tiene nada que ver con que no se tengan relaciones sexuales con mujeres, sino con la opinión que se tenga sobre ellas; con la manera en que se construye la (hetero)sexualidad masculina y con la cultura misógina que la iglesia ha contribuido a extender sobre todo lo femenino. En primer lugar la cultura patriarcal, y la iglesia en particular, muestran una obsesión enfermiza por el sexo libre y despreocupado y eso contribuye a estigmatizar la masturbación y el sexo placentero y libre en general. Me inclino a pensar que a muchas de las personas que tienen prácticas sexuales con niños/as les parece que una relación con un niño es menos «degradante», de alguna manera menos sexual, que la relación con otro adulto. Allí donde no hay voluntad libre, ni igualdad, ni búsqueda de un placer e intimidad compartida, el niño/a puede ser convertido en un mero objeto y, de alguna manera, eso es “menos” sexo.  

Estoy convencida de que el hecho de que muchos sacerdotes se decanten por los niños tiene que ver con el profundo desprecio que la iglesia siente por las mujeres y que inculca de manera obsesiva en sus fieles. Un desprecio que es más bien asco. Las mujeres son fuente de todo mal y pecado y, en palabras de San Agustín, un saco de excrementos. La patrística católica promociona no sólo el desprecio, sino el asco a las mujeres. Un asco físico y un desprecio moral que impregna no sólo la cultura eclesiástica y religiosa, sino también la cultura general y de la que las personas más machistas siguen siendo deudoras. La relación con un objeto infantil, que no pide, que no espera, que no exige, que no desea, tiene que ser mucho más tranquilizadora que la relación con una mujer adulta que juzga, que opina, que ya no quiere ser ese espejo que, en palabras de Virginia Wolf, te devuelve una imagen agrandada de ti mismo. Así pues, el problema de la iglesia con la pederastia no es que no haya mujeres cerca (el mundo está lleno de mujeres) es que las odian, las desprecian, las temen, sienten por ellas asco. Relacionar misoginia, pederastia y masculinidad hegemónica no me parece un ejercicio baldío sino necesario.

Por Beatriz Gimeno

Nací en Madrid y dedico lo más importante de mi tiempo al activismo feminista y social. Hoy, sin embargo, soy un cargo público. Estoy en Podemos desde el principio y he ocupado diversos cargos en el partido. He sido Consejera Ciudadana Autonómica y Estatal. Del 2015 al 2020 fui diputada en la Asamblea de Madrid y ahora soy Directora del Instituto de la Mujer. Sigo prefiriendo Facebook a cualquier otra red. Será la edad.
Tuve la inmensa suerte de ser la presidenta de la FELGTB en el periodo en que se aprobó el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género. He dado lo mejor de mí al activismo, pero el activismo me lo ha devuelto con creces.
Estudié algo muy práctico, filología bíblica, así que me mido bien con la Iglesia Católica en su propio terreno, cosa que me ocurre muy a menudo porque soy atea y milito en la causa del laicismo.
El tiempo que no milito en nada lo dedico a escribir. He publicado libros de relatos, novelas, ensayos y poemarios. Colaboro habitualmente con diarios como www.eldiario.es o www.publico.es entre otros. Además colaboro en la revista feminista www.pikaramagazine.com, así como en otros medios. Doy algunas clases de género, conferencias por aquí y por allá, cursos…El útimo que he publicado ha resultado polémico pero, sin embargo es el que más satisfacciones me ha dado. Este es “Lactancia materna: Política e Identidad” en la editorial Cátedra.

3 respuestas a «Pederastia y masculinidad»

Algo más. Me llena la atención que dentro de la religión católica se produzca una paradoja flagrante. Se trata de que como dices se fomenta el odio a las mujeres, la misoginia, y sin embargo el culto mariano está extendido profundamente hasta el punto que la Virgen María se convierte en una idolatría dominante, por encima de otros santos. Puede que se deba al imaginario de una mujer virgen frente a la mujer pecadora queda redimida, pero no estoy seguro. ¿Qué opinas?

He terminado de leer el artículo me parece muy interesante porque es una pregunta que me he hecho mil veces como una persona en este caso la mayoría un hombre pueden abusar de seres inocentes y vulnerables como son los niñ@s, es algo que no me ha entrado en la cabeza nunca.: qué pasa por la mente de estos depravados . Y no sé si el odio hacia las mujeres o el desprecio justifican este hecho tan vil y mezquino.

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