Al parecer, más de un 30% de los jóvenes está a favor de la pena de muerte según un reciente estudio sobre los valores de la juventud. Ante este dato sobrecogedor los medios y los analistas se han escandalizado y han desarrollado diversas teorías acerca de la razón de que haya ocurrido una cosa semejante. En realidad, no hay de qué sorprenderse; era previsible. No existe sociedad en la que los valores éticos y cívicos -aquellos que marcan la manera en que se desarrolla nuestra convivencia- surjan solos, por generación espontánea. Los valores, como todo lo demás, se aprenden. Y aquí el problema es de dónde y cómo se aprenden.
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He pasado unos días de viaje sin ver el telediario ni leer los periódicos así que no me he enterado si ya se ha refundado el capitalismo o todavía no. Por mi barrio no he notado nada; por ahora, todo anda igual. Y sin embargo, hay un cambio: la gente habla de ello. Como me dijo una amiga el otro día, la refundación del capitalismo quizá consista en que se vuelva a hablar de él. Pensé que tenía mucha razón. Hasta hace muy poco el capitalismo era como el oxígeno que respiramos, que está en toda partes, que no se ve ni se habla de él porque es inconcebible otra cosa.
Cada vez estoy más convencida de que son malos. Sé que entre ellos hay gente bondadosa y que las generalizaciones siempre son injustas; todo eso lo sé, pero aun así lo aseguro: son malos. Todo esto lo digo a cuenta de esa chica italiana de la que nos ha venido informando la prensa esta última semana. La chica que lleva años en estado vegetativo cuyo padre ha luchado en los tribunales para que la dejen morir. Después de años de batalla judicial, el padre lo ha logrado: el juez ha decidido autorizarle para desconectar los aparatos que mantienen a su hija atada a una vida artificial; a una vida que no es vida.
Acabo de volver de una gira por Latinoamérica en la que he visitado varios países. A aquellos que, de buena fe, critican a Chávez, Evo, Correa y demás desde posiciones más o menos neutrales o incluso progresistas, habría que recomendarles un viaje a aquellos países. El capitalismo puede ser malo aquí, puede ser injusto, puede hipotecarnos, dejarnos sin trabajo o sin pensión y no se qué más espantos nos traerá el futuro, pero el capitalismo allí es, simplemente, destructor. La pobreza allí corta la respiración. No se trata de esa pobreza que conocemos por verla en la televisión, de personas sin hogar tiradas en la calle, de niños desnutridos, de refugiados… todo eso lo conocemos y lo identificamos; al menos lo identificamos.
Güemes, ¿un seductor?
He leído y repasado con atención los periódicos que han salido desde el lunes hasta hoy mismo y todavía no he leído ningún comentario a la noticia más impactante de los últimos tiempos. Ni Obama, ni Palin, ni las bolsas, los bancos, las hipotecas, el petróleo… todos ellos asuntos sin duda de enjundia pero hasta cierto punto esperables. No encogen el corazón. Quien no supiera que esto iba a acabar así que dé un paso al frente. Nadie. Todos los sabíamos. Pero, en cambio, el domingo compré el periódico como siempre y me encontré con una noticia de esas que sí impactan, que provocan un terremoto interior. Juan José Güemes, Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, dice de sí mismo: “Soy un seductor. Tengo un don para agradar”. Paralizada me quedé.
Cristina Narbona y su noble intento
Cristina Narbona está entre los 35 «líderes y visionarios», «héroes del medio ambiente» que «están cambiando el mundo» según la revista Time. Bueno, sería más correcto decir “que intentaron cambiar el mundo”, porque la dejaron cambiarlo poco. La revista destaca que Narbona «se enfrentó a poderosos, como el sector de «la construcción». Lo más importante que hizo fue diseñar un plan para limitar la construcción en la costa en un intento para devolver las playas españolas a un estado más natural. El plan preveía derribos masivos y le costó, a la larga, la salida del gobierno.
Leer más: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=25785
Aun siendo republicana de corazón nunca he sido especialmente beligerante contra esta monarquía parlamentaria que nos fue impuesta pero que tuvo la agilidad necesaria para transformarse hasta convertirse en una institución política poco molesta. Por supuesto que es una institución anacrónica, no democrática y básicamente injusta pero, bueno, puede llegar a ser práctica. Representar y no molestar, podría ser la frase que definiera el papel de la monarquía parlamentaria. No esta mal eso de tener un jefe de estado que no opina de nada, imparcial, que no tiene pasado político y al que, por tanto, no se le tiene especial manía. Así funciona esto…o funcionaba.
Por un horario de trabajo razonable
Me van a perdonar. El mundo parece hundirse a nuestro alrededor (aunque para unos se hunde mucho más que para otros, todo hay que decirlo) y yo voy a ocuparme de nimiedades. De la crisis del capitalismo ya se ocupan mis compañeros de página. Yo me voy a ocupar de algo relacionado con el mismo: el horario de trabajo. El horario que nos gastamos los que trabajamos en este país.
Leer más: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=25519
El feminismo no es eso
Vaya la que se está armando con esto de que si Sarah Palin encarna un nuevo tipo de feminismo, y con eso de que algunas mujeres feministas tradicionalmente demócratas van a votarla sólo porque es mujer. Yo no la votaría, aunque me alegro de que gracias al feminismo esté ahí. El feminismo no es sólo (aunque también) que las mujeres puedan llegar a puestos de poder. El feminismo es una teoría crítica de la sociedad y, como tal, no basta con ser mujer para encarnarla. Nos encontramos con la aparente paradoja, muy frecuente, de que mujeres que ocupan esos puestos gracias al feminismo pueden utilizar su posición para recortar los derechos de las mujeres. En realidad, no es una paradoja sino la grandeza de cualquier teoría de liberación, que libera a todas y a todos, incluida Sarah Palin.
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Contra la violación ¿castración?
Tantos años de feminismo parece que no han servido para nada. A veces parece que ni siquiera algunas feministas han entendido nada. Yo también dije aquello de: “Contra la violación, castración” cuando era joven. Ni siquiera entonces estaba de acuerdo con esa boutade. Al gritar ese eslogan sólo pretendíamos llamar la atención sobre un delito, la violación, que entonces era considerado casi un delito contra el honor masculino y no una agresión contra las mujeres.
