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La lucha por las humanidades nos tiene que importar

Estudié Filología Semítica, especialidad hebreo y arameo. No, no hablo hebreo moderno, por si alguien ha pensado que mis estudios podrían tener alguna utilidad en este mundo, pero leo hebreo y arameo bíblicos y hebreo medieval. No sé si es práctico ni para qué debería serlo, a mí me abrió muchos mundos. La Biblia es un universo en realidad, un libro oceánico. Un libro de libros en los que cabe todo: poesía, historia, literatura, canciones, filosofía, aventuras, crónicas, dolor, esperanza…La humanidad entera cabe en esos libros. Y si tuviera que enviar un libro al espacio para que unos supuestos alienígenas supieran quienes somos, mandaría este. Estoy segura de que hay libros similares en otras culturas, libros de libros, que juegan el mismo papel de mostrar cómo somos, por qué lloramos o cantamos, a qué tememos, qué nos hace felices, que nos angustia, cómo amamos, como vivimos. En mi cultura, todo esto está en la Biblia. No me gusta decirlo porque parece que necesito justificarme, pero sí, soy atea. La Biblia, al menos lo que llamamos AT, no es precisamente un libro muy espiritual, es pura carne.

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Antoni Benaiges el franquismo y el Pazo

Anoche puse por casualidad la TVE2 y me encontré   con un programa, Crónicas,  que hablaba de la escuela rural en Castilla y León. A pesar de que el tema en cuestión no parece muy atractivo, el programa me capturó y me tuvo pegada hasta que termino. Es uno de esos programas que se les cuelan de vez en cuando a los actuales directivos de la televisión pública, que sigue llena de buenos profesionales que deben buscar cualquier resquicio para poder decir aquello que sus jefes ya no les dejan decir. Los directivos han debido pensar que nadie va a ver un programa nocturno en la 2 sobre la escuela rural y nadie se ha preocupado por su contenido.

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De ganchillo y sexismo

Respecto al colegio Juan Pablo II y sus clases de ganchillo, hay dos cosas que me sorprenden. La primera es que no veo el escándalo. Creo que si se permite que un colegio de clases de matemáticas o lengua separando a chicos y chicas…no es extraño que después tenga actividades separadas. En mi opinión, el escándalo viene de antes. De cuando se permite que un colegio que pagamos todos segregue por sexo a su alumnado. Que nos hayamos acostumbrado a que eso es tolerable, no resta un ápice a la verdad; es escandaloso.

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Educación y productividad

Vamos a hablar claro porque el hartazgo de mentiras, demagogia e incluso crueldad, supera ya lo que muchas personas podemos soportar. No es imbecilidad -no podemos pensar que Marina es imbécil- es clasismo puro y duro. Clasismo simple, clasismo antiguo, clasismo duro como una roca puesto en palabras de un filósofo y pedagogo que, después de esta propuesta, diría que de filósofo se ha trasmutado en aspirante a político; pero político de esos que provocan más desigualdad y más injusticia. Marina propone, nada menos, que el sueldo de cada profesor dependa de sus resultados (de los resultados de sus alumnos) y propone, además, que sean los propios profesores los que se denuncien unos a otros.

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Educación contra LGTBfobia

España es, según la mayoría de los estudios, el país menos homófobo del mundo. Eso dicen las cifras, pero lo dice también el sentido común y la percepción propia cuando se sale fuera. Por razones largas de explicar y que no caben aquí, España se ha convertido en unos pocos años en un lugar en el que las personas lgtb pueden vivir razonablemente seguras y con posibilidad de desarrollar vidas plenas.

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La iglesia, otra vuelta de tuerca

La Iglesia en España ha sido siempre uno de los principales aliados del poder económico y un poder económico en sí misma. Fue colaboradora necesaria de la dictadura pero antes de eso era parte imprescindible de un sistema de poder casi feudal. Aquí, la Iglesia ha puesto siempre todo su empeño en mantener la desigualdad social, el atraso endémico, la incultura, la falta de libertades, los privilegios de unos cuantos y la opresión de muchos y, sobre todo, muchas. Era una institución tan odiada por la clase trabajadora, por el campesinado, por la mayoría de los intelectuales que, en cuanto se prendió una chispa, la gente corrió a quemar iglesias.

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Ahora a por los estudiantes

Entre la vorágine de recortes en derechos laborales, económicos y sociales están pasando un poco desapercibidas, aunque no para los afectados y sus familias, la subida de las tasas universitarias en todas las universidades públicas que junto con la radical disminución de las becas están expulsando del campus a miles de estudiantes. Esta subida no es exclusiva de España sino que se está produciendo en todo el mundo. No tiene misterio: están privatizando la universidad. En poco tiempo estudiar en España ya no estará al alcance de muchas familias corrientes y menos aun si son varios los hijos que querrían hacerlo.

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¡Viva la incultura!

Tenía yo preparado mi artículo sobre la reforma de la Constitución y esas cosas que se nos caen encima con alevosía veraniega, cuando ojeando la prensa digital me topé ayer con un artículo al que no me he podido resistir. Estaba en El Confidencial, un digital de derechas, y se llamaba “Cómo estudiar “Economía feminista” o los nuevos masters de la UPV. Era difícil saber si el artículo, sin firma, estaba escrito para meterse con las feministas o con los vascos, que ya sabemos que ambas cosas le dan mucho juego a la derecha.

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Una escuela sin armarios

El sábado pasado fue la manifestación del orgullo que como siempre, generó los mismos comentarios de cada año en la prensa de derechas. Esa misma noche vi La Noria (Telecino) donde Mª Antonia Iglesias, Enric Sopena y mi querida amiga Carla Antonelli intentaban argumentar frente al otro lado de la mesa, a la caverna. Resultaba gracioso que fuera este lado el que recriminara al otro que no se trataba el tema con seriedad.

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El fin de la violencia machista pasa por la educación

Con setenta y seis mujeres muertas en el año que acaba parece fácil criticar la Ley contra la Violencia de Género. El enorme esfuerzo en recursos que se ha hecho con la ley parece no haber servido de gran cosa. Seguramente hace falta dirigir más recursos en otra dirección, especialmente en la educación formal, pero también hay que prestar atención –y no se está haciendo- a la manera en que socializamos a los niños. Las leyes son herramientas, pero no acaban con los delitos ni cambian, por si solas, la mentalidad de las personas, especialmente de los prejuicios anclados en lo más profundo de nuestro ser y que no son combatidos adecuadamente. Según las encuestas más recientes los jóvenes son igual de machistas, o más, que sus padres. Es hora de preguntarse en qué consiste la verdadera igualdad entre hombres y mujeres; es hora de preguntarse por que los chicos jóvenes no acaban de creer, o de entender, que las chicas son sus iguales. La razón es que una cosa son las buenas intenciones de las instituciones y otra muy distinta los mensajes sociales que recibimos de múltiples maneras y a los que somos muy sensibles; especialmente los de los medios de comunicación: la televisión, los videojuegos, la publicidad…