Cada vez estoy más convencida de que son malos. Sé que entre ellos hay gente bondadosa y que las generalizaciones siempre son injustas; todo eso lo sé, pero aun así lo aseguro: son malos. Todo esto lo digo a cuenta de esa chica italiana de la que nos ha venido informando la prensa esta última semana. La chica que lleva años en estado vegetativo cuyo padre ha luchado en los tribunales para que la dejen morir. Después de años de batalla judicial, el padre lo ha logrado: el juez ha decidido autorizarle para desconectar los aparatos que mantienen a su hija atada a una vida artificial; a una vida que no es vida.
El padre lo ha conseguido contra todos, contra el gobierno, contra los médicos, contra la iglesia. El juez le ha dado la razón: su hija puede morir en paz y la familia puede también buscar al menos un descanso después de tanto dolor. Ante esta decisión judicial la iglesia católica, rabiosa, ha declarado que en ningún caso esa chica puede tener un funeral católico. No sé si la familia o ella misma son católicos; no sé si les importará o no lo que la iglesia haga o diga, espero que no les importe nada. Pero yo me pregunto cómo es posible tanta falta de compasión, de solidaridad, de empatía siquiera. Una familia que lleva años y años de sufrimiento y que lo único que quiere es buscar un poco de paz. Si ahora esa familia necesitaba que su iglesia les reconfortara se encuentra con que ésta, por el contrario, les castiga. Y les castiga en lo que más puede dolerles si son personas de fe: les niega la salvación para su hija que, además, en ningún caso sería culpable de su propia muerte. El caso es fastidiar.
Espero que esa familia no crea en ese dios del castigo y el rencor y mucho menos en esos funcionarios eclesiales absolutamente carentes de compasión. Espero que les importe un bledo lo que diga el Papa y toda su corte. Pero yo me escandalizo de su maldad y de su doble moral; sobre todo de su doble moral.
Quiero recordar que la hermana de Leticia Ortiz se suicidó y que el mismísimo Cardenal Rouco le ofició el funeral. A los poderosos nunca les ha faltado el consuelo y el perdón de esa iglesia que bien ha sabido acercarse a ellos. Para la iglesia siempre ha habido muertos de primera y de segunda.
Lo que digo, cada vez estoy más convencida de que son malos.
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