Las redes llevan con nosotras poco tiempo, pero ya parece que nunca existió una humanidad sin ellas, como no existió una humanidad sin internet. Aunque parezcan viejas, son nuevas. Y yo quiero escribir hoy un artículo tranquilo.
Las redes llevan con nosotras poco tiempo, pero ya parece que nunca existió una humanidad sin ellas, como no existió una humanidad sin internet. Aunque parezcan viejas, son nuevas. Y yo quiero escribir hoy un artículo tranquilo.
Me levanto cualquier día. Desayuno y abro ordenador y teléfono. El sistema de alerta me dice que algún medio habla del Instituto de las Mujeres que dirijo o del Ministerio de Igualdad. En los panfletos que todos conocemos, el Ministerio y/o el Instituto y sus titulares estamos en la portada un día sí y al siguiente también; ya sea porque saquemos un contrato para arreglar los ascensores o porque aprobemos medidas contra la violencia de género. En todo caso, visto que hablan de nosotras sé lo que me espera hoy, que es muy parecido a lo que me encontré ayer. Abro las redes y mi blog. Tengo más de 100 mensajes hoy.
Hace unas semanas programamos un seminario sobre género e Inteligencia artificial que, como suele ser habitual despertó las risotadas en las redes. Salió el asunto del algoritmo y el sexismo y ¡qué risa, un algoritmo sexista! Tampoco, más allá de las expertas solemos encontrarnos a muchas feministas preocupadas por esta cuestión que debería ser una preocupación importante por varias razones.
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El suicidio de una trabajadora de Iveco ante la difusión de un vídeo suyo de contenido sexual es un compendio perfecto de lo que significa el patriarcado y de cómo actúa. Quizá sea más sintomático incluso que las violaciones o la violencia machista porque la brutalidad evidente genera un enorme rechazo social y por tanto más acuerdo.
Cuando publiqué mi libro sobre la lactancia materna recibí por las redes todo tipo de insultos y amenazas (no cuento aquí las opiniones legítimamente negativas). El maltrato se extendió a cualquier periodista que se atreviera a entrevistarme o a hacer una crítica medianamente positiva de mi libro; se impuso una especie de veto en algunos medios. La novedad es que no me insultaban trolls machistas, sino autodenominadas “feministas prolactancia”. En 2012 cuando publiqué mi anterior libro, la reacción que suscitó, con ser un tema muy polémico, no se pareció en nada. Hoy las redes se han convertido en campos de batalla en los que se libran cruentas guerras de guerrillas y en las que parece que la victoria se consuma cuando se logra subir un hashtag a trending topic. Y la guerra es más cruenta cuanto más cercanos ideológicamente se encuentran los/las contendientes. Los debates políticos se han convertido en una guerra que se desarrolla en modo troll.
Hermann Tertsch, Maruhenda, Fátima Báñez o Carlos Floriano se deben tomar muy en serio a sí mismos, pero el resto del mundo se ríe de ellos en las redes. Da exactamente igual que dirijan un periódico o un Ministerio. Nos reímos de ellos no sólo por razones ideológicas sino porque su discurso está completamente fuera de la realidad. Hace 50 años nadie se hubiera reído al ver a un ministro invocando a una virgen, ahora esa invocación parece un chiste. La sociedad ha cambiado y mucha de esta gente no se ha enterado.
Durante al menos dos días al abrir twitter he visto como el hastag #YoviolabaA era TT. Las personas que denunciaban este hastag eran acusadas invariablemente de ser feministas sin sentido del humor, lo que ya sabemos que para los machistas es una tautología. Violar es un delito muy grave en la mayoría de los códigos penales así que, en teoría, ese hastag es una barbaridad que rozaría lo delictivo se sea feminista o no. Ahora hagamos el mismo ejercicio de siempre: pensemos en un hastag como #matarpolicias o #violarniños y que se convirtieran en Trendic Topic. ¿Sería lo mismo? Es muy fácil ver que no; que nadie acusaría de falta de sentido del humor a las personas que protestaran. Seguramente también los policías que fueran a casa del twittero no se andarían con muchas bromas. La comparación de esta situación con el hastag machista, y la facilidad para escribirlo y mantenerlo sin que nadie se inmute, es obvia.
El otro día me hicieron una entrevista para la web www.feminicidio.net sobre el asunto de los trolles machistas y dicha entrevista me ha llevado a repasar los mensajes que me envían mis trolls particulares. El troll es ese personaje habitual ya en las redes sociales que merece un estudio que sin duda alguien estará haciendo. Cualquiera que tenga un blog o que se prodiga públicamente en las redes se ha enfrentado a sus propios trolls y los conoce. Yo tengo los míos en mis blogs y recibo una media de diez o doce mensajes de este tipo a la semana, los conozco bien.
El domingo 18 el director de El País, Javier Moreno publicaba un extenso artículo de opinión cuyo objetivo era resaltar la importancia de las filtraciones descubiertas por Wikileaks y publicadas por su periódico. En mi opinión en el artículo había una pequeña queja latente; El País se duele de que las filtraciones no hayan tenido, quizá, la repercusión pública que esperaban. Yo creo que ha tenido mucha más repercusión el montaje y persecución contra Assange que las filtraciones en sí. El caso ha pasado de tener que ver con la política internacional a convertirse en un caso de libertad de expresión en Internet, algo a lo que todo el mundo es extraordinariamente sensible porque afecta a la posibilidad que los ciudadanos tenemos de informarnos por nuestra cuenta, de buscar información, de compararla, de juzgar por nosotros mismos, algo que es básico tal como están las cosas. Finalmente no nos importa tanto lo que dicen los cables como el derecho que tenemos a enterarnos.