Estoy pasando una temporada en Perú, y desde que llegué aquí hay tres asuntos que aparentemente no tienen nada que ver, pero que se han unido en mi cabeza y seguramente tienen una fuerte ligazón en la realidad. El primero es que nada más llegar al Perú e introducirme en la política de este país he vivido una especie de “revival” de la política española de hace unos meses. El tema estrella de la política peruana en este momento es el acoso político que sufre la ministra de la Mujer, Aída García Naranjo. Supongo que sabedor Ollanta Humala de que sin igualdad entre hombres y mujeres no hay desarrollo posible ni reducción de la pobreza nombró a una ministra que tiene entre sus objetivos una agenda de desarrollo y fortalecimiento de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres peruanas. Desde entonces, toda la oposición, las iglesias (aquí son varias y a cual peor) y los medios se dedican a cargar contra ella y a convertirla en el objetivo a batir. No importa lo que haga o deje de hacer, lo que diga o no diga, se ha convertido en una obsesión política; exactamente como ocurrió en España con Bibiana Aído.
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Aborto libre siempre
No me ha terminado de gustar el post de Ignacio Escolar (http://bit.ly/qBbEWs) sobre el aborto. Suelo estar de acuerdo con él casi siempre y en todo caso le agradezco la intención al escribirlo, ya que parece manifestarse a favor del mismo, pero me parece que en este asunto (también en este asunto y como consecuencia de la brutal influencia del Tea Party antifeminista) hemos perdido mucho terreno las mujeres. Yo sigo siendo de las de “aborto libre y gratuito”. ¿Alguien recuerda que hubo un tiempo en que pedíamos eso? Al derecho al aborto le ha pasado lo que a la socialdemocracia, que se ha templado tanto que es irreconocible.
El aborto: así está la cuestión
Hubo un tiempo en que nos escandalizábamos al leer que en algunos países pobres en los que la iglesia tiene mucho poder, o en los que ha gobernado durante décadas la oligarquía más reaccionaria, una niña de diez o doce años violada era obligada a tener el bebé poniendo en riesgo su salud física y psíquica. Nos parecía que un país que obliga a una niña a tener un bebé es un país en el que las vidas de las mujeres cuentan menos que ciertos principios ideológicos acuñados precisamente para mantener a las mujeres en su lugar social secundario. Si creíamos que eso pasaba lejos nos equivocábamos, eso está pasando aquí.
Lesbianas y aborto
Todavía no me he recuperado de la impresión que me produjo que una amiga latinoamericana, lesbiana ella, me dijera el otro día que no estaba a favor de la lucha a favor del aborto y que dijera, además, que las lesbianas no tenemos que inmiscuirnos en esa lucha porque no nos afecta. Para empezar ya es absurdo decir que hay algo referente a la condición femenina, como la maternidad o la ausencia de ella, que a las lesbianas no nos afecta, siendo como somos mujeres exactamente igual que las demás. Y más aún ahora, que las lesbianas tienen hijos y son madres casi en la misma medida que las mujeres heterosexuales.
¡Aborto libre y gratuito ya!
En la batalla ideológica que se libra en torno al aborto, últimamente se ha puesto de moda entre aquellos que se oponen a este derecho el considerar a las mujeres que abortan como víctimas, junto con el embrión o el feto abortado, naturalmente. Este cambio de perspectiva se debe a que llegó un momento en que era humanamente muy difícil seguir culpando a una mujer violada o a una mujer que no puede de ninguna manera tener un hijo debido a sus circunstancias. Si antes a esta mujer se la podía quemar en la hoguera, hoy resulta difícil encender la mecha. Se ha pasado por eso de culpar a la mujer a convertirla en víctima. Lo ha dicho Bono bien clarito: “El aborto no debe considerarse un derecho, sino un hecho que, por imperativo de ley, se despenaliza en unos supuestos” Porque lo diga él. Ahí van dos siglos de lucha feminista tirados a la basura.
Ley de aborto en España
os medios de comunicación no siempre transmiten las noticias tal y como éstas suceden, sino que -ya lo sabemos- filtran ideológicamente la realidad hasta hacerla irreconocible. Por eso, ahora, quiero aprovechar la posibilidad que me da tener aquí una tribuna para contar que la semana pasada se ha aprobado en el Parlamento español la nueva Ley de Aborto.
El feto como logo posmoderno
El domingo por la mañana puse la televisión, La 2, “la de todos”, ¿recuerdan? Y me encontré con un programa antiaborto. Un programa que el Gobierno regala a la iglesia católica por la cara, en la tele pública para que durante un buen rato un cura nos diga que la iglesia está discriminada. Bueno, a lo que vamos, la presentadora despidió el programa enseñando a la cámara ese fetillo de plástico que es como el logo del movimiento antiaborto. Ya habíamos visto a ese fetillo en las calles el día de la manifestación y desde entonces aparece por todas partes. Yo tuve en mis manos uno que me entregó una chica muy pía y muy limpia a la salida de misa (salía ella, no yo; yo pasaba por allí). Lo tiré al suelo muy furiosa y ahora me arrepiento de no haberlo guardado porque el fetillo de plástico es todo un icono de la postmodernidad. Es un éxito, un milagro podríamos decir, del merchandising.
Derecho al aborto
El derecho al aborto me parece el derecho más importante de las mujeres en tanto que es la piedra sobre la que pivotan todos los demás derechos. Es, nada menos, que el derecho a ser dueñas de nosotras mismas, de nuestros cuerpos, de nuestra capacidad reproductiva, de nuestra sexualidad. No es exagerado decir que el derecho al propio cuerpo es la base de nuestra ciudadanía, la capacidad de decidir sobre nosotras mismas, sin que el estado, la iglesia, los hombres, puedan interferir en lo que queremos hacer con nuestras vidas.
Derecho al aborto
La marcha contra el aborto de Madrid me coge en Lima, en un acto a favor del aborto ante el Congreso peruano, precisamente. Cosas del mundo global. Y aquí, como allá, la misma sensación terrible de injusticia primero, pero también de tomadura de pelo política. En Madrid unos supuestos preocupados por la vida de los no nacidos, se manifiestan en contra de la reforma de una ley que lleva años funcionando sin que la derecha moviera ni una coma. La reforma que pretende el psoe en ningún caso va a hacer más fácil abortar, sino al contrario. En Perú las mujeres se manifiestan a favor del aborto cuando peligra la vida de la madre y en caso de violación.
Los argumentos de los antiabortistas
Acabo de dar una conferencia sobre el aborto en una universidad española. Al final de la misma no pude por menos que recordar el artículo publicado hace unas semanas en El País por el jusuita Masía en el que una frase sobresalía sobre las demás: «Sin tomar en serio la anticoncepción no es creíble oponerse al aborto». Es una magnífica frase que me vino a la cabeza durante el debate que siguió a mi conferencia. Estaba entre el público un profesor de derecho muy respetado, antiabortista, al que se suele considerar moderado y dialogante en sus opiniones.
