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Los argumentos de los antiabortistas


Acabo de dar una conferencia sobre el aborto en una universidad española. Al final de la misma no pude por menos que recordar el artículo publicado hace unas semanas en El País por el jusuita Masía en el que una frase sobresalía sobre las demás: «Sin tomar en serio la anticoncepción no es creíble oponerse al aborto». Es una magnífica frase que me vino a la cabeza durante el debate que siguió a mi conferencia. Estaba entre el público un profesor de derecho muy respetado, antiabortista, al que se suele considerar moderado y dialogante en sus opiniones. El profesor tomó la palabra al terminar yo para decir, de manera muy sosegada, que a pesar de no estar de acuerdo conmigo, proabortistas (partidarias/os del derecho a decidir de las mujeres) y antiabortistas (contrarios a ese derecho) tendríamos finalmente que encontrar un punto de acuerdo. Me pareció bien, un comienzo. Veamos, primer punto de acuerdo y fundamental: es mejor no abortar que abortar. Ahí los estábamos obviamente de acuerdo y parecía también un buen punto de partida; así pues nuestro trabajo común podría consistir en trabajar para reducir los abortos, como se ha hecho en Holanda, por ejemplo (donde con una legislación mucho más abierta respecto al aborto que la que se nos prepara aquí tienen un número de abortos mucho menor).

Si tenemos que reducir el número de abortos, si verdaderamente nos creemos que eso es lo importante, entonces, tendremos que tomarnos en serio la anticoncepción y, especialmente la de las jóvenes, que son las más susceptibles de quedarse embarazadas sin desearlo. Habrá que facilitar, y cuando digo facilitar, quiero decir facilitar de verdad, la anticoncepción. Es decir: educación sexual que incluya todo tipo de información sobre métodos anticonceptivos; facilidad para acceder, de manera fácil, libre y gratuita a los medios anticonceptivos: máquinas expendedoras de preservativos (que ádemás protegen de las enfermedades de transmisión sexual, son sencillos de usar y baratos) en muchos lugares públicos, incluidos los institutos y lugares de ocio de los jóvenes; información sencilla y accesible sobre todo tipo de anticoncepción en los centros sanitarios y, finalmente, anticoncepción de emergencia en las farmacias por si falla todo lo anterior. Se abortará menos, mucho menos; he ahí un punto de encuentro en el que podemos converger partidarias del derecho de la mujer a decidir y personas contrarias al aborto en cualquier caso, como este profesor.

Pero no. El profesor en cuestión no aceptó ninguna de las propuestas anteriores. Nada de educación sexual en los colegios, eso es cuestión de los padres. Habrá que ver qué mundo es ese en el que los hijos/as aprenden de sexo hablando con sus padres. Nada tampoco de anticonceptivos fáciles de conseguir sino al contrario, difíciles, porque si se consiguen demasiado fácilmente eso provocará más embarazos y más abortos; mucho menos máquinas expendedoras cerca de los niños, eso es una incitación al sexo. Anticoncepción de emergencia nunca, eso es aborto (porque lo dicen ellos, contra todas las evidencias médicas)

Entonces ¿en qué nos podemos poner de acuerdo? ¿Sobre qué podemos discutir? Sobre nada en realidad porque lo cierto es que no es el aborto lo que les preocupa a la mayoría de los llamados antiabortistas, como no les preocupó durante el gobierno del PP cuando en España se ha abortado, la verdad, casi libremente. Lo que les preocupa es el sexo, a lo que se oponen es a las relaciones sexuales libres y despreocupadas; lo que les preocupa es la libertad sexual de las mujeres. Preferían (y prefieren) que las relaciones sexuales sigan llenas de culpa, sufrimiento y consecuencias terribles (por cierto que sólo para las mujeres) No pueden transigir con una sociedad en la que el sexo es sinónimo de placer y nada más. Y especialmente no soportan que eso pueda ser así para las mujeres, que de sobra sabemos que los hombres siempre se las han arreglado bien. No son antiabortistas son sexofóbicos.

Por eso me gustó mucho el artículo del jesuita Masiá, porque es el artículo de alguien verdaderamente preocupado por reducir el número de abortos y ahí sí podemos encontrarnos.

Publicado en. El Plural

Por Beatriz Gimeno

Nací en Madrid y dedico lo más importante de mi tiempo al activismo feminista y social. Hoy, sin embargo, soy un cargo público. Estoy en Podemos desde el principio y he ocupado diversos cargos en el partido. He sido Consejera Ciudadana Autonómica y Estatal. Del 2015 al 2020 fui diputada en la Asamblea de Madrid y ahora soy Directora del Instituto de la Mujer. Sigo prefiriendo Facebook a cualquier otra red. Será la edad.
Tuve la inmensa suerte de ser la presidenta de la FELGTB en el periodo en que se aprobó el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género. He dado lo mejor de mí al activismo, pero el activismo me lo ha devuelto con creces.
Estudié algo muy práctico, filología bíblica, así que me mido bien con la Iglesia Católica en su propio terreno, cosa que me ocurre muy a menudo porque soy atea y milito en la causa del laicismo.
El tiempo que no milito en nada lo dedico a escribir. He publicado libros de relatos, novelas, ensayos y poemarios. Colaboro habitualmente con diarios como www.eldiario.es o www.publico.es entre otros. Además colaboro en la revista feminista www.pikaramagazine.com, así como en otros medios. Doy algunas clases de género, conferencias por aquí y por allá, cursos…El útimo que he publicado ha resultado polémico pero, sin embargo es el que más satisfacciones me ha dado. Este es “Lactancia materna: Política e Identidad” en la editorial Cátedra.

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