Ya basta. No podemos llegar a convivir con normalidad con los desahucios ni con la pobreza extrema; no podemos llegar a considerar que son algo inevitable, una desgracia que les cae encima a esas personas como si les cayera un rayo. Pero, además de eso, a lo que tampoco podemos acostumbrarnos, lo que tenemos que combatir como si a todos nos fuera la vida en ello, es a convivir sin rebelarnos con las humillaciones a las que el Partido Popular pretende someter a las víctimas de esas situaciones terribles. Ya basta de las políticas despiadadas del PP, ya basta de su crueldad, ya basta de sus intentos por criminalizar a quienes más sufren sus políticas injustas, sus rapiñas, sus negocietes. Ya basta de buscar humillar a estas personas.
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El decreto andaluz antidesahucios es una medida modesta e insuficiente para la gravedad del problema al que se supone que se enfrenta, como denunció en su día la plataforma Stop-desahucios. Es una medida que en la mayoría de los casos sólo va a retrasar el problema, que no acoge a todas las familias que lo necesitan sino únicamente a aquellas que están en una situación ya desesperada, que fija un plazo temporal demasiado breve para garantizar la estabilidad vital necesaria en esta situación de paro masivo y que, además, no supone una mejora sobre lo más importante: la existencia de cientos de miles de familias atrapadas por deudas que no van a poder pagar, con vivienda o sin ella, ya que estamos en un contexto no sólo de paro, sino también de importantes rebajas salariales.
Hagamos ruido
Pues yo, al contrario que Jesús Posada, que está “profundamente preocupado” por el escrache, opino que entre la barbarie (su barbarie) y la gente corriente se interpone la protesta social no violenta en cualquiera de sus formas. Porque están construyendo –sobre nuestras espaldas- una sociedad en la que una minoría se enriquece a costa de las vidas de la mayoría, que bastante tiene con luchar para sobrevivir. Familias con niños pequeños son expulsadas de su casa violentamente y dejadas, sin más, en la calle con sus enseres; personas con discapacidades graves son privadas de sus pensiones, lo único que tienen para poder llevar una vida que merezca tal nombre; hay niños que van a clase sin desayunar, hay jubilados que tienen que elegir entre medicinas o comida. El nivel de vida de la gente ha descendido dramáticamente y en muchas ocasiones se sitúa al nivel de la pura supervivencia y, mientras, cada día asistimos entre atónitos y furiosos al espectáculo de ver cómo ellos parecen únicamente dedicados a repartirse impúdicamente el botín: la sanidad, la educación, la dependencia, las pensiones… Todo eso y nuestros sueldos son sus fortunas.
La realidad se coló en el Congreso
El martes compareció en el Congreso Ada Colau, acompañada de más de un millón de firmas, para defender lo que los afectados por las hipotecas consideran justo, imprescindible, lo que la mayoría de la ciudadanía consideraría de justicia elemental. Esa comparecencia sirvió para hacer completamente evidente, si no lo era ya, la brecha que separa a la ciudadanía de aquellos que deberían representarnos pero que han dejado de hacerlo hace tiempo en la medida en que la mayoría no se siente representada por ellos. Ocurrió lo mismo que cuando compareció Pilar Manjón.
Vivienda y política
El informe que varios jueces del CGPJ han elaborado respecto al problema de la vivienda en España es demoledor. Lo terrible no es el informe en sí, mucha gente ya conocíamos la situación, sino que hasta ahora (hasta ayer mismo) los partidos, la izquierda, no se ha dado prácticamente por aludida. El paro es, desde hace tiempo, el principal problema de la ciudadanía en todas las encuestas y, naturalmente, los políticos dicen todos estar para combatir el paro, pero lo cierto es que hay muchas otras cosas que pueden hacerse, además de combatir el desempleo, para conseguir hacer efectivo el derecho a una vida vivible, que es el objetivo de cualquier lucha social y que debería serlo de cualquier política de izquierdas. El paro tardará en desaparecer, si es que lo hace. Pero, mientras, la vida de millones de personas depende de la vivienda tanto o más que del desempleo.