En su libro El feminismo es para todo el mundo dice bell hooks que la traición más profunda de las mujeres privilegiadas que se autodenominan feministas es que se han retirado de la lucha contra la feminización de la pobreza. Puñetazo en el estómago. Es verdad, como dicen muchos analistas políticos que la igualdad material ha sido desplazada a un lugar periférico del debate político y que cuesta mucho poner la desigualdad económica en el centro de los programas políticos y, sobre todo, en el centro de las preocupaciones de la ciudadanía, aunque la mayoría de estas preocupaciones estén directamente relacionadas con dicha desigualdad. Cuesta que se vea así, y no es extraño, porque hay un inmenso aparato propagandístico dedicado a crear esa disociación. Y sin embargo, las cifras de la desigualdad son terribles y crecientes y lo cierto es que las sucesivas políticas que hacen crecer la desigualdad son poco contestadas mientras que sabemos que la gente puede echarse a la calle por cuestiones que parecen mucho menos importantes para la vida. El triunfo del capitalismo es haber conseguido que las personas no responsabilicen a la desigualdad económica de sus malas vidas o que esta aparezca, de una manera extraña, desconectada de la política.