Tenía preparado un artículo muy serio sobre los impuestos pero esta mañana viendo el telediario no he podido por menos que dedicar unas líneas a un tema que me trae de cabeza: Tiger Woods. El locutor del telediario nos explicaba, en la sección de deportes, que el golfista ha decidido regresar a la competición pero que antes ha pedido perdón por sus infidelidades matrimoniales un par de veces más (y van…) y mientras decía esto al locutor se le escapaba una sonrisa, no se sabe si de vergüenza ajena, de malestar por la cuestión o de pura risa que le daba. La cuestión del perdón de Tiger Woods ya es más que cansina, pero cuando vi el reportaje entendí la risa del locutor. Ahí salía ese pobre Tiger, ese hombre destrozado, explicando que “hice cosas feas, muy feas” y todo esto mientras unas lágrimas brotaban de sus ojos. La verdad es que aquello parecía una película porno de bajo presupuesto en plan ahora me humillo y viene la rubia y me da unos azotes en el culo. Después nos han explicado que Woods ha estado dos semanas en una clínica de “desintoxicación sexual” y yo me pregunto ¿puede uno intoxicarse de sexo? Al parecer sí. Siempre me he preguntado como lo hacen en esas clínicas, ¿aplican terapias aversivas, farmacológicas, psicológicas? ¿Te ponen la foto de una tía en pelotas y te sueltan un calambrazo? Pues siento decirles que eso no funciona, es lo que hacían con los gays (con un rubio en lugar de la rubia, claro) y no dio ningún resultado.