Tenía preparado un artículo muy serio sobre los impuestos pero esta mañana viendo el telediario no he podido por menos que dedicar unas líneas a un tema que me trae de cabeza: Tiger Woods. El locutor del telediario nos explicaba, en la sección de deportes, que el golfista ha decidido regresar a la competición pero que antes ha pedido perdón por sus infidelidades matrimoniales un par de veces más (y van…) y mientras decía esto al locutor se le escapaba una sonrisa, no se sabe si de vergüenza ajena, de malestar por la cuestión o de pura risa que le daba. La cuestión del perdón de Tiger Woods ya es más que cansina, pero cuando vi el reportaje entendí la risa del locutor. Ahí salía ese pobre Tiger, ese hombre destrozado, explicando que “hice cosas feas, muy feas” y todo esto mientras unas lágrimas brotaban de sus ojos. La verdad es que aquello parecía una película porno de bajo presupuesto en plan ahora me humillo y viene la rubia y me da unos azotes en el culo. Después nos han explicado que Woods ha estado dos semanas en una clínica de “desintoxicación sexual” y yo me pregunto ¿puede uno intoxicarse de sexo? Al parecer sí. Siempre me he preguntado como lo hacen en esas clínicas, ¿aplican terapias aversivas, farmacológicas, psicológicas? ¿Te ponen la foto de una tía en pelotas y te sueltan un calambrazo? Pues siento decirles que eso no funciona, es lo que hacían con los gays (con un rubio en lugar de la rubia, claro) y no dio ningún resultado.
En fin, tengo una petición que hacer a los poderosos del mundo: ¡Por dios, que alguien perdone a ese hombre! Que Obama en persona le haga una llamadita y le diga que sí, que le han perdonado, que se tranquilice. O mucho mejor aun, que el Papa le perdone en una conexión en directo con El Vaticano. Además, así matamos varios pájaros de un tiro ya que el Papa está de perdones estos días y si perdona a los pederastas, cómo no va a perdonar a este hombre de quien no consta que le gusten las menores de edad. En fin, que estoy segura de que si le perdona una autoridad suficientemente importante dejará de implorar perdón por las televisiones del mundo y podremos los demás descansar tranquilos. A mi este tipo me caía fatal de antes, pero ahora me cae aun peor. No ha conseguido darme pena porque su falsa y estúpida humillación pública sólo me da rabia. Y tampoco compadezco a su mujer, aunque si yo fuera ella creo que mucho más que las infidelidades de mi marido me molestaría que éstas fuesen noticia de telediario; en fin, que le pediría que se callase de una vez. Pero al parecer a ella no le molesta y es que aunque es sueca parece que se ha acostumbrado de tal manera a los usos estadounidenses que le parece de lo más natural esta obscena exhibición pública de una cuestión que sólo les atañe a ellos dos.
A mi es que me da exactamente igual que Tiger Woods se lo hiciese con mil o dos mil mujeres, que le aproveche. Espero que su mujer se diese también sus alegrías y si no, la animo a ello, aun está a tiempo. ¿La infidelidad es delito? No y desde mi punto de vista ni siquiera es moral o éticamente reprochable, es una cuestión de ellos dos exclusivamente y que nos dejen en paz. ¿A quién puede importarle lo que haga Tiger Woods en sus ratos libres? A su mujer, supongo. Pues que le eche de casa, que se divorcie, que le perdone si quiere, que hagan tríos, o cuartetos, que le imponga una penitencia, lo que sea, pero por favor que no nos castiguen a nosotros que no tenemos ninguna culpa.
Publicado en El Plural