Si alguien no ha entendido que el Partido Popular miente siempre, por principio, es que no ha entendido de qué va esto. La política no es el reino de la pureza, ya lo sabemos, pero ciertamente la política que se resuelve con los votos que se depositan en las urnas tiene unas características particulares que hacen que la derecha se vea obligada a mentir todo el tiempo; que la mentira sea, tenga que ser en realidad, la base de su imagen pública. La derecha gobierna contra el interés general. La derecha hace políticas que harán más ricos a los ricos y más pobres a los pobres; más ricos a los pocos y más pobres a los muchos. Con estas intenciones, ganar las elecciones dependen de mentir, de lo bien que se mienta y de que la gente se lo crea más o menos. Todo el sistema, con la mayoría de los medios de comunicación como punta de lanza, se encarga de hacer que las mentiras sean creíbles el mayor tiempo posible.
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Antes de empezar, tienes que leer de lo que opino yo de la penalización de cualquier tipo de opinión. Mi opinión está aquí y aquí . He mantenido esta opinión siempre y en contra de la mayoría de mis propios compañeros de activismo. He escrito sobre ello muy a menudo. Hablando en plata y para que se entienda, no existe el derecho a no ser ofendido, pero sí existe algo que se enuncia como libertad de expresión y que de una manera burda y simplificada podría decirse que incluye la defensa del derecho a ofender. La libertad de expresión se defiende contra quienes se sienten ofendidos por las opiniones o expresiones ajenas. Si lo que se dice no ofende o no molesta a nadie no se está ejerciendo la libertad de expresión, sino que se está expresando un sentido común mayoritario. Sobre esto sigo pensando lo mismo. Yo creo que Hazte Oir tiene derecho a decir lo que quiera de la misma manera que tenemos derecho a detener el autobús de Hazte Oir manifestándonos delante así como a presionar para que los poderes públicos le retiren cualquier dinero público que reciba.
No es lo mismo
No es lo mismo no haber alcanzado un derecho que perderlo. Cuando no se ha llegado todavía pero se está luchando, cada día que pasa es posible sentirlo como un día menos; se ve el final del camino, se ven las mejoras, los avances. En la lucha por la igualdad social ningún día es un día perdido, sino que cada uno de ellos significa experiencia, actividad, alegría, solidaridad, porque cuando una lucha social deja de ser una idea de unos pocos para organizarse en la cabeza y en la actividad de muchas personas, entonces se empieza a caminar y se hace posible.
Celia Amorós ha explicado en muchas ocasiones su consideración de que el paradigma de la Ilustración que proclamó la igualdad universal mientras teorizaba al mismo tiempo la desigualdad de las mujeres, se configuró, sin embargo y es de suponer que a su pesar, como el marco teórico que permitió que el feminismo fuera pensable; porque esa teorización imperfecta de la igualdad puso la semilla de una voluntad y de un deseo que superó con mucho los límites que los propios ilustrados le impusieron. Eso ocurrió primero con el feminismo, que la filósofa Amelia Valcárcel llamó “hijo bastardo de la Ilustración”, hijo por tanto no querido, y ocurrió después con muchos otros grupos sociales excluidos de la Igualdad, de la Libertad y la Fraternidad revolucionarias. En ese sentido, la teorización de los derechos LGTB sería el hijo más ilegítimo de la Ilustración, pero uno de los que con más fuerza ha venido a exigir que le sea reconocida su filiación ilustrada. Es evidente que ni los derechos humanos ni los derechos civiles se teorizaron pensando en los que pronto serían llamados perversos sexuales, pero sin embargo han terminado siendo nuestro marco de referencia imprescindible.
