Normalmente las personas que escriben acerca de economía o de política en los medios de comunicación son personas que, a menudo, no padecen personalmente la degradación de las condiciones de trabajo en toda su intensidad. Eso no quita verdad a los análisis, pero es una característica de los mismos. Yo también escribo en los medios pero mi medio de vida, mi único medio de vida, es el salario que cobro por un trabajo que nada tiene que ver con mi trabajo intelectual o político. Soy una trabajadora corriente de una empresa pública y soy, además, desde hace muchos años delegada sindical. Y desde esta perspectiva quiero referirme a una cuestión que puede parecer secundaria ante asuntos que afectan a nuestra vida de manera tan determinante como el paro, la bajada de los salarios, la pérdida de derechos…pero que tiene que ver con todos ellos: el cambio que la reforma laboral del Partido Popular ha traído en las relaciones humanas entre empresarios y trabajadores/as, un cambio que no es una casualidad sino que es una consecuencia lógica y, al mismo tiempo, una condición previa, de la misma. El objetivo principal de la reforma laboral no es otro que el de desempoderar a los trabajadores y trabajadoras lo que implica, o incluso necesita, un desmpoderamiento también en lo personal, porque no es posible separar el cuerpo que trabaja del cuerpo que vive, que respira, en el lugar de trabajo.