El miércoles pasado estaba escuchando la tertulia política de la cadena Ser dedicada a la crisis griega y a la posible quiebra del país heleno. Para ilustrar la cuestión Carlos Francino anunció que iban a entrevistar a una española que vive y trabaja en Grecia y que podía informar de primera mano de la situación. En esto dan paso a una señora de la que nos informan que es directora general de una empresa agroalimentaria. A la pregunta de si su empresa ha notado mucho la crisis, la señora dijo que no, que al ser el suyo el sector agroalimentario no se ha notado mucho (parece que sí, que en comer aun tenemos que gastar).
Los tertulianos le preguntaron a esta “experta” en la crisis griega si había aun en Grecia margen para el ajuste, a lo que ella contestó en un tono festivo (me pareció) que claro que sí, y añadió refiriéndose al gobierno griego que “querer es poder”. Que se presente como experta a una señora que sin ser economista ni estudiar de ninguna manera la cuestión tampoco la padece, ni ella personalmente ni su empresa tampoco es cuanto menos extraño. No lo es si pensamos en la manera en que el poder manipula el lenguaje para hacer que la mayoría de la gente, la que sufre precisamente la situación, no acabe de entenderla cabalmente. Es de reseñar la aquiescencia de todos los medios de comunicación (empresas al fin y al cabo) para hacer que la palabra «ajuste» parezca sólo eso, una palabra, un término económico que los economistas o los expertos nos explican en las tertulias.
Cuando se habla de “ajuste” en Grecia, o de los 1000 millones de ajuste que se le piden ahora a Portugal estamos hablando de sufrimiento humano; el ajuste son personas sin trabajo de un día para otro, de personas con pensiones que apenas dan para vivir a las que aun así se les rebaja; de subidas de impuestos claramente injustas que gravan a los más pobres y jamás a los más ricos cuya contribución, después de muchísimas discusiones trucadas, nunca es la que les correspondería, nunca. Aun hay margen, claro que sí, decía la directora general. Esa misma idea debe de tener el gobierno griego que decidía cobrar un impuesto extra a todo aquel que tenga una casa incluyendo a los parados, a los que tengan una casa como único patrimonio (¡cómo se atreven a tener una casa en propiedad!, es que hemos gastado mucho, dicen algunos) Por el contrario este impuesto griego no se cobrará a la iglesia griega que supongo (no se nada de la iglesia griega pero me atrevo a adivinarlo) tendrá un gran patrimonio en propiedades.
El llamado ajuste es un robo, literalmente. La subida de impuestos injustos a gente que está ahogada o que no tiene trabajo, y que además ya paga impuestos en todo lo que compra, además de los impuestos que pagamos todos los asalariados con nómina, es un robo; lo es la bajada de pensiones y sueldos y lo es la privatización de los servicios públicos. Es un robo porque se quita a los pobres para dárselo a los ricos; porque se empobrece a la gente por decreto político dictado por los mercados y no por los votos. Los servicios públicos no es que no sean de nadie, es que son de todos, así que su privatización no es sino una expropiación que se hace de los que menos tienen a los que más tienen y a quienes se les regala/vende a precio de saldo.
Los servicios públicos los hemos pagado con nuestro dinero, los hemos construido o comprado, los hemos modernizado, mantenido en servicio y es el único patrimonio que tenemos las personas que no somos ricas ni tenemos otra cosa que el trabajo. Son nuestros ahorros. Después de trabajar y pagar impuestos se supone que hemos pagado, al menos, la educación de nuestros hijos, la sanidad, unos transportes baratos para poder movernos y hemos ahorrado para nuestras pensiones. Pero los bancos, las financieras quiebran y hay que salvarlos. ¿y de dónde sale el dinero para dárselo a ellos? De nuestro dinero, nuestros impuestos, nuestros servicios, nuestros derechos laborales. En España un 20% de personas son pobres, en Gracia ni imagino, en EE.UU 46 millones de personas. Las vidas de esas personas, y las que sigan empobreciendo, son sacrificadas a la voracidad del capital, sí, pero los políticos son los ejecutores de la sentencia.
Y los políticos que se dicen de izquierdas, los socialistas de toda Europa son igualmente culpables. No se les pide que se suiciden antes de traicionarse, de traicionarnos; basta con que denuncien la situación, que dimitan, que se vea que intentan poner en marcha otros proyectos, que intentan explicar cabalmente lo que pasa, recuperar los valores y las políticas de izquierdas. Si en ese empeño pierden sus puestos no creo que ser expresidente o exdiputado pueda considerarse una tortura. Por el contrario, se empeñan, como Papandreu (curioso socialista) en ser hasta el final los ejecutores dóciles de cualquier política que dicten los poderes neoliberales.
Finalmente, esas políticas que se están haciendo y que nos empobrecen no son las que la mayoría de la ciudadanía quiere o ha votado. Ninguna de esas políticas figuraba en ningún programa electoral, sino que al contrario, todos los políticos han mentido cuando se les ha preguntado por sus planes al llegar al poder. Así que además de empobrecernos se está produciendo una clarísima expropiación también de la democracia, del poder de la ciudadanía para decidir qué políticas quiere que se apliquen. La reacción ciudadana a todo esto es lo que único que nos queda. Y el voto para aquellos a los que, por lo menos, les queda el beneficio de la duda porque no han demostrado ya, y con creces, que son los campeones del «ajuste», es decir, o siervos del mercado o parte, ellos mismos, de la élite que lo maneja en su beneficio.
Una respuesta a «Ajuste sobre ajuste»
Y el debate que plantea Rubalcaba es igualmente engañoso. Ahora sale como el gran salvador de la izquierda de las Españas con el Impuesto sobre el Patrimonio. Pero no puede engañar a aquellos que estamos despiertos: han pasado de pagarlo 1 millón de españoles a 160.000. Conclusión: las clases pudientes salen beneficiados de esta crisis.
Pero el debate es engañoso por otro lado. Porque no habla de perseguir el fraude fiscal, ni gravar las SICAV de forma decente, ni imponer tributos medioambientales… queremos salir de la crisis con las recetas de siempre, y ello constituye la antesala de una crisis peor.