El sábado pasado asistí en Madrid al acto de celebración del primer aniversario de la llamada Ley de Identidad de Género (su nombre real es mucho más largo). Esta ley, que recibió mucha menos atención y mucha menos oposición (afortunadamente) que la de matrimonio entre personas del mismo sexo era, sin embargo, más necesaria. La ley de matrimonio nos trajo la igualdad, pero hasta la ley gays y lesbianas vivíamos más o menos como cualquiera. Las personas transexuales, ciudadanos y ciudadanas, que pagan sus impuestos, que están sujetos a todos los deberes, no podían, sin embargo, desarrollar sus vidas. Aquello era inhumano.
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