Ante la crisis sálvese quién pueda y no importa cómo o eso parece por lo que estamos viendo. La derecha es partidaria de salvar a “la economía” porque sus políticas van dirigidas a los más ricos en la idea de que si los ricos se hacen más ricos, por alguna regla misteriosa y probadamente falsa, a los demás nos caerá alguna migaja. Para la izquierda la cosa no es así pero también tiene sus propias cegueras o inconsistencias. Ahora parece que todo vale, incluso volver a la senda que nos ha llevado a este desastre y a otros de los que no somos todavía conscientes. El desarrollismo incontrolado, medioambientalmente insostenible, es caro, es imposible de mantener en el tiempo, es socialmente injusto porque sus consecuencias recaen sobre los más pobres y es ya el responsable de mucho sufrimiento y hambre en los países más pobres, pero también aquí sufrimos ya esas consecuencias y más que las vamos a sufrir.
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Crisis económica y crisis ecológica
En comparación con Kyoto, Durban ha pasado sin pena ni gloria por los medios de comunicación, agobiados como estamos por la crisis. La crisis ha borrado cualquier atisbo del discurso ecologista que se estaba incorporando, muy lentamente, al discurso político general. La crisis se ha llevado por delante no sólo derechos y bienestar, sino que, de nuevo, ha hecho aparecer los discursos economicistas, productivistas, desarrollistas, como los únicos posibles. La derecha y la izquierda, PP, PSOE, IU y nacionalistas, economistas de derechas o izquierdas tienen como palabra fetiche “crecimiento”. Se discute cómo crecer, pero no cómo hacer para detener el crecimiento hasta hacerlo sostenible y desde ahí cómo organizar otra manera de vivir. Parece que sin crecimiento no hay salida ni salvación posible. Sin embargo, el “crecimiento” no es la salvación, sino la destrucción. Parece fácil de entender, no se puede crecer indefinidamente sobre algo que es limitado, y ya estamos a punto de alcanzar el punto de no retorno. Esta obviedad, que entendería hasta un niño, ha desaparecido sin embargo, del discurso político general y no parece que esté entrando en el imaginario político cultural; no al ritmo necesario.
Reinicia, Recicla, Regenera con Equo
Los eslóganes de Equo para esta campaña electoral: Reinicia, Recicla, Regenera, son perfectos. Equo es en verdad el único partido que propone un reinicio y una regeneración del sistema. Con limitaciones por ahora, sí, propias de que somos un partido que tiene meses de vida, que se encontró con un adelanto electoral cuando aun estaba todo por hacer; que hemos tenido que pergeñar un programa electoral demasiado rápidamente y que lo hemos querido hacer democrática y participativamente (y esto si no se controla bien también tiene inconvenientes). En todo caso, será el congreso, que se celebrará en mayo, en donde Equo tiene que definir de una manera mucho más clara sus posicionamientos políticos respecto a multitud de asuntos. Pero eso no quita para que, con todas esas limitaciones, nuestro “Reinicia” sea verdaderamente necesario.
Equo va y yo voy con Equo
Mientras la ciudadanía exigía en la calle una democracia más participativa, más representativa y menos bipartidismo forzado, los partidos mayoritarios, que decían que escuchaban, sacaban una ley de tapadillo para poner dificultades extraordinarias a todo nuevo partido que quiera presentarse y que no tenga hasta ahora representación parlamentaria. Los que ya la tienen, a esos no se les pide nada. Se nos pide a los nuevos el aval del 0.1 de los electores de cada una de las circunscripciones en las que nos presentemos. Pero por si esto no fuera suficiente, la Junta Electoral aun no ha explicado cómo y cuando hay que recoger esas firmas, cómo se van a comprobar y la fecha límite para recogerlas. Por eso, por pura higiene democrática y vayas a votar lo que vayas a votar, puedes avalar a Equo o a otros partidos que quieran presentarse a las elecciones en la web: yoavalo.com
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El despilfarro en AVE
Queda feo decir: “Te lo dije”, pero, a veces, poder decir Te lo dije, alivia la frustración. Pues eso, que fuimos muchos los que lo dijimos. Que tanta inauguración del AVE, tanto gasto, tanto fasto, en definitiva, tanto AVE era económicamente indigerible, energéticamente ruinoso y socialmente innecesario. Que esas fastuosas inauguraciones de estaciones lujosísimas en medio de la nada, no tenían ningún sentido. No sólo porque era absurdo en sí mismo, porque no hacía falta un AVE de Albacete a Cuenca, por ejemplo, sino que además esos AVES significaban abandonar la velocidad media, cuyos estándares de calidad han descendido a niveles tercermundistas. Yo, desde que todo es AVE he vuelto a viajar en autobús porque no me compensa el precio. Antes viajaba en al TALGO tan ricamente.
Que no nos roben el agua
El agua de Madrid es de toda la ciudadanía, pero dentro de poco puede ser de algunos amigos de de Esperanza Aguirre o de alguien importante del PP. La presidenta ha demandado a Tomás Gómez por decir esto mismo, pero el Partido Popular privatizó las empresas públicas y se las regaló a algunos amigos de Aznar, así que estamos en nuestro de derecho de pensar que esta vez pasará lo mismo. Sean amigos suyos o no, Aguirre quiere privatizar el agua de Madrid. Un agua famosa por su calidad; una empresa, la del Canal de Isabel II que desde el siglo XIX funciona bien y que por si fuera poco, da beneficios además de cumplir su función. Privatizarla ¿para qué? Para que esos beneficios en lugar de revertir en todos los madrileños en forma de inversiones que conserven y mejoren esa calidad y esos servicios reviertan en los bolsillos de los propietarios que, simplemente, se habrán apropiado de un patrimonio común.
Corrupción y democracia
Las encuestas vienen reiterando, mes tras mes, que los ciudadanos creen que los políticos son uno de los principales problemas del país. Ante este sorprendente resultado, ella, la clase política, no sabe/no contesta. Lo cierto es que más allá de políticas concretas más o menos adecuadas, y de que se ha producido un cambio en el sistema representativo tal como lo conocemos (cambio que habrá que abordar si queremos salvar la democracia) la corrupción está no sólo minando la democracia, sino que está contribuyendo decisivamente a construir un imaginario colectivo claramente antidemocrático en sí mismo. Un imaginario, un escenario social que beneficiará siempre a la derecha.
Cuando estamos conmemorando el 25 aniversario del accidente de la central de Chernóbil me doy cuenta de que poca gente sabe cuánta gente murió a consecuencia del mismo. Solemos saber que hubo que evacuar a miles de personas, que miles de niños vienen a España, todavía, a pasar los veranos porque aun sufren de todo tipo de enfermedades a causa de la radiación, pero ignoramos cuánta gente murió como consecuencia directa de la explosión. La realidad es que murieron aproximadamente 25.000 personas. Tampoco sabemos que hasta 14 años después del accidente no se pudo clausurar la central y no sabemos, seguramente, que aun hoy el problema sigue ahí ya que las cargas radiactivas de la central no se han podido almacenar de forma segura.
