La energía nuclear es ingobernable y el coste que hay que pagar en caso de que ocurra algo que siempre puede ocurrir es de los más altos que existen para los seres humanos. Nunca mejor dicho que lo barato sale caro, muy caro, y eso a pesar de que tampoco es tan barata como el lobby pronuclear pretende vender. Lo que ha ocurrido ahora es tan grave que se dice que habrá un antes y un después de este accidente, pero eso ya lo dijeron con Chernobil. Algunos gobiernos han impuesto una moratoria y todos han dicho que van a revisar la seguridad de las nucleares, como si las centrales japonesas no fueran todo lo seguras que puede ser una central nuclear. Algunos gobiernos como el de Zapatero hacen declaraciones indescriptibles, como que “no es el momento de abrir un debate sobre la energía nuclear”. Si cuando explota una no es el momento ¿cuándo va a ser mejor momento?
Lo que me temo es que no sea verdad que haya un antes y un después. El cortoplacismo del capitalismo es así; muchos gobiernos, incluido el nuestro, pretende solucionar la cuestión haciendo unas pruebas de resistencia o asegurando que van a mejorar la seguridad. Sólo importa lo que pase ahora, lo que cueste, lo que valga, lo que pase mañana a nuestros descendientes o a nosotros mismos, parece ser secundario. Esa cortedad de miras, esa ceguera ante el futuro, incluso ante el futuro más próximo, y más aun con la capacidad de destrucción que acumula ya la humanidad, es cada vez más y más peligrosa. Si queremos tener futuro, hay que perfeccionar los instrumentos democráticos que permitan de verdad que los ciudadanos decidan en este y otros casos. Porque cuando pueden hacerlo, como en Alemania el domingo pasado, demuestran con sus votos que no quieren nucleares y que tampoco se creen los bandazos antinucleares tomados sólo con cálculos electorales como es el caso de la moratoria nuclear de Merkel. El triunfo del partido verde en el estado de Baden-Wurtenberg sobre los socialdemócratas demuestra que a los ciudadanos les preocupa mucho este tema y que si las financieras no piensan en el futuro nosotros, la ciudadanía, sí que lo hacemos.
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