Los eslóganes de Equo para esta campaña electoral: Reinicia, Recicla, Regenera, son perfectos. Equo es en verdad el único partido que propone un reinicio y una regeneración del sistema. Con limitaciones por ahora, sí, propias de que somos un partido que tiene meses de vida, que se encontró con un adelanto electoral cuando aun estaba todo por hacer; que hemos tenido que pergeñar un programa electoral demasiado rápidamente y que lo hemos querido hacer democrática y participativamente (y esto si no se controla bien también tiene inconvenientes). En todo caso, será el congreso, que se celebrará en mayo, en donde Equo tiene que definir de una manera mucho más clara sus posicionamientos políticos respecto a multitud de asuntos. Pero eso no quita para que, con todas esas limitaciones, nuestro “Reinicia” sea verdaderamente necesario.
Porque en este momento, cada vez más, lo que es imprescindible es un cambio en el sistema, en la manera de entender la vida, que en definitiva de eso trata la política, aunque a veces se nos olvida. De la derecha, poco que decir porque ya lo sabemos: individualismo extremo, privatización de lo público, recortes en derechos sociales…La derecha trabaja para hacer más ricos a los ricos. Ese es su programa más o menos oculto, más o menos explícito.
La izquierda tradicional está en desbandada ideológica. No sólo porque todos sus mimbres ideológicos se han descompuesto desde hace un par de décadas, sino que además porque ha sido parte activa, y no víctima pasiva, de esa descomposición. No consigo ver la diferencia entre lo que ha hecho el socialismo griego o portugués y lo que hubiera hecho la derecha. Si alguien quiere seguir engañándose, que siga, pero la izquierda tradicional está colapsada. Y se hunde, lógicamente. Aun cuando a la vista del desastre intente recomponerse; aun cuando ahora intente hacer planteamientos políticos vagamente de izquierdas ya es demasiado tarde para eso. La izquierda necesita refundarse completamente pero por ahora no parece que esté por la labor. Cuando lo haga, ya nos enteraremos.
Ahora, en todo caso, la realidad está en otra parte. No se si la gente lo percibe del todo (creo que sí a la vista del descontento) pero este sistema no da más de sí y es completamente imposible ponerle parches. El desastre medioambiental, productivo, el colapso ecológico no es sólo, como la gente a veces cree, que aumenta la temperatura y crece la contaminación; que sube el nivel del mar y el turismo desciende, que desaparecen especies y que el clima cambia. El desastre ecológico significa que nos veremos sometidos a mayores y terribles desigualdades; que la lucha por mercantilizar lo poco que queda que aun es de todos: el aire, el agua, los mares, los bosques etc. va a ser brutal; que nos vamos a enfrentar a guerras terribles por el control del agua, de la comida, que aumentarán las hambrunas, la miseria, la injusticia; que aparecerán enfermedades que creíamos desaparecidas, que la vida se hará más difícil y peor para todos.
Y sin embargo, todos los partidos, todos, de derechas por supuesto, pero también de izquierdas siguen con las viejas fórmulas que ya no sirven y que pretenden aplicar a todo: crecimiento. Ese es ahora el pensamiento único; lo que ni siquiera se pone en cuestión. Crecimiento para combatir el paro, aumento de la productividad, crecimiento para extender el bienestar, crecimiento para ser más ricos, crecimiento para estimular el consumo, crecimiento para combatir la desigualdad. Y sin embargo es completamente imposible crecer indefinidamente en un mundo que es finito. No se puede crecer siempre y si hacemos depender el bienestar del crecimiento estamos abocados al desastre. Es cierto que el sistema económico y social en el que vivimos, desde el siglo XVIII está basado en el crecimiento, pero esto ya no da más de sí. Las obligaciones económicas del crecimiento hacen nuestro modo de vida insostenible. Se pide un crecimiento ilimitado, pero el planeta es finito. Y estamos al borde del punto del no retorno.
El discurso del crecimiento ya no es de izquierdas, está obsoleto y no lleva a ningún sitio. Podemos discutir si estamos hablando de decrecimiento, de crecimiento cero, de desarrollo sostenible, de desaceleración progresiva o de estado estacionario, como decía J. S Mill. Podemos hablar de periodos de transición, de fórmulas flexibles, de distintos tiempos; podemos discutir (en realidad, eso es lo que hay que discutir) cómo lo hacemos, cómo empezamos, cómo nos organizamos, pero desde luego hay que empezar a hablar de organizarnos de manera diferente: de reducir el consumo material drásticamente, de no tener como único objetivo económico el crecimiento por el crecimiento, porque eso no nos lleva más que al desastre.
Es necesario comenzar ya a plantear lo que sin duda va a ser el asunto más importante dentro de muy poco tiempo y que implica todo un cambio de valores, un completo cambio cultural. Tenemos que sustituir la cultura del crecimiento económico infinito por una cultura de la felicidad y del bienestar; y cambiar los indicadores que miden el crecimiento por otros que midan la felicidad, el bienestar, la tranquilidad, la armonía.
De lo que se trata en definitiva es de resituar la vida humana en un lugar vivible para todos y todas y para ello hay que tener claro que eso llamado “crecimiento” genera problemas sin solución. No hay que crecer más, hay que vivir de otra manera: repartiendo los recursos, buscando nuevos nichos de empleo, ocupando el tiempo de otra manera, consumiendo mucho menos, trabajando menos y ganando lo necesario para una vida digna en la que no falte nada pero en la que se elimine todo aquello que no sirve, en realidad, para nada excepto para esquilmar, degradar el planeta, empobrecer a la gente y, sobre todo, y no olvidemos que ese es el objetivo final de la cultura del crecimiento, para hacer más ricos a los ricos. Y esto hay que hacerlo sin renunciar a todo lo que de bueno nos ha traído el progreso y la técnica.
Este es el cambio radical que es necesario y la izquierda tendrá que asumirlo tarde o temprano porque lo que es necesario ahora es un completo cambio de paradigma. La vieja izquierda productivista ya no sirve. Será difícil, llevará más o menos tiempo, costará más o menos, pero todo lo que no pase por ahí, es inútil. El único partido que propone comenzar ya ese cambio es Equo. De ahí que Reinicia, Regenera y Recicla sean los únicos eslóganes que pueden traer alguna esperanza.