Cuando algunas personas, yo entre ellas, decidimos fundar la Federación Estatal de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales (FELGTB) con el más que humilde objetivo de conseguir ser iguales ante la ley teníamos claro que por ser este un objetivo políticamente modesto (aunque impensable entonces) y por tratarse de derechos básicos, era, al mismo tiempo un objetivo que seguramente compartirían personas lgtb de derechas. Yo, que fui presidenta de esa organización, lo tenía y lo tengo claro: la igualdad legal (en este caso el matrimonio y una ley de identidad de género) no va a acabar con la lgtbfobia, pero si la ley no nos reconoce como iguales no se puede afrontar ningún otro cambio más profundo. El voto para las mujeres no acabó con el sexismo, con el patriarcado ni con el capitalismo, pero que las mujeres pudieran votar era imprescindible para poder pensar en todas esas cosas. Y podríamos hacer muchas comparaciones de este tipo: conducir no parece un derecho fundamental…hasta que se convierte en un derecho sólo para los hombres. En Arabia Saudí una mujer lucha por su vida cuando conduce un coche, aquí luchábamos por la nuestra al pretender que se nos reconociera el derecho al matrimonio; en Afganistán las niñas luchan yendo a la escuela o, simplemente jugando en la calle… No hace falta explicar que no se trata del matrimonio, ni de conducir, o de ir al colegio, se trata de Igualdad.
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