En el cuento de la criada hay una escena que a mí me impresionó particularmente. No es la típica escena escabrosa que abunda en la serie, sino una que pasó mucho más desapercibida pero que conectaba con algo que he pensado muchas veces. En realidad no es una escena concreta, sino una serie de ellas, un cierto desarrollo de la trama. Cuando las mujeres comienzan a perder de manera escandalosa sus derechos el marido de la protagonista, se supone que un compañero, un hombre igualitario, le dice algo así como…»no montes un escándalo por eso…no te preocupes porque te quiten el trabajo (o la tarjeta de crédito o la libertad de estar en la calle), no merece la pena, vente a casa, vive con mi dinero y ya vamos viendo. ¿Qué más da a nombre de quién esté la cuenta bancaria?»
Y, como digo, eso conecta con algo que he pensado en muchas ocasiones. Si mañana un régimen fascista y misógino (esto es un pleonasmo), como el que describe Margaret Atwood, nos quitara a las mujeres nuestros derechos…¿cuántos hombres saldrían a la calle a protestar, a jugarse, no ya la vida, sino el trabajo o la seguridad física…, junto a nosotras y cuántos nos dirían: «mujer, no te preocupes, no te signifiques, que en las próximas elecciones (o en los próximos 100 años) esto se os devuelve».
¿Cuántos hombres saldrían a pegarse por la policía por el derecho al aborto? ¿Cuantos saldrían a manifestarse en condiciones peligrosas por el derecho de las mujeres a trabajar/cobrar lo mismo/andar solas por la calle/contar con una justicia con perspectiva de género/acabar con el falso SAP…pues los mismos que salen ahora…pocos. Muchos menos que los que salen a la calle a manifestarse por otras causas justas. En Turquía lo estamos viendo. Las mujeres pierden derechos de un día para otros; derechos que ya han disfrutado, que ya han conquistado y que se les arrebatan de repente. Y hay pocos hombres en las manifestaciones de protesta. Seguro que muchos compañeros de las que allí acuden a poner su cuerpo les dicen frases parecidas a esas que escribió Atwood: «mujer, es peligroso, no vayas que te puede pasar algo». Eso sí, las declaraciones enfáticas de casi cualquier político europeo son impecables a la hora de hablar de igualdad entre mujeres y hombres. A ninguno (excepto a aquellos que hacen de la misoginia una bandera) se les escapa un renuncio si quieren hacer carrera.
En fin, todo esto viene a cuento de lo que le ha ocurrido a la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en Turquía y del comportamiento del presidente del Consejo Europeo, Charles Michel. El asunto no es menor, es doloroso para todas porque el desprecio, la humillación a la que Erdogan somete a la presidenta, va dirigido contra todas las mujeres y nos demuestra lo fácil que es sufrir un retroceso. Basta con que gane las elecciones un misógino. Y la complicidad de Michel es también muy dolorosa y nos debería poner en alerta sobre el apoyo real que podemos esperar de muchos hombres supuestamente igualitarios y educados ya en la igualdad como una exigencia democrática irrenunciable.
Esta escena terrible sirve también para comprender la enormidad de lo conseguido por el feminismo. Una lucha de las mujeres contra todo. Contra la historia, la cultura, las costumbres, las leyes, los poderes establecidos…pero también contra lo más profundo de la mayoría de los hombres, contra sus subjetividades esculpidas en piedra, contra sus miedos, sus inseguridades, su inconsciente. Si yo fuera Von der Leyen…Michel no iba a tener donde esconderse.
2 respuestas a «Von der Leyen somos todas»
Una vergüenza más en medio de tantos actos que nos denigran a las mujeres.
A mi me pareció tan mal que Von der Leyen se mostrase sumisa en esa situación, como que se lo hicieron. Esa mujer representa a los pueblos de Europa y no debió de tolerarlo. Debió de levantarse y salir de allí. Ni razones diplomáticas ni hostias!!