Cuando escribo este post no sé exactamente si el joven gay Daniel Zamudio ha muerto efectivamente o sigue conectado a una máquina que le mantiene muerto en vida. Es lo mismo. Lo que sí es seguro es que fue torturado y finalmente asesinado por una jauría de bárbaros. Hoy mismo, el día en que me entero de la muerte de Daniel, ha finalizado el congreso de la FELGTB, la principal organización lgtb de mi país y hemos dedicado algunas palabras a Daniel.
En España hemos conseguido la completa igualdad legal para las personas gays y lesbianas y enormes avances en la situación legal y social de las personas transexuales. Existe, obviamente, homofobia y transfobia, pero no suele manifestarse de manera violenta y las leyes la persiguen. No obstante, sabemos de sobra que no estamos seguros, que no somos libres, que no somos iguales. Que no estaremos seguros, libres e iguales hasta que la homofobia y la transfobia no hayan desaparecido de nuestras vidas, de todas las vidas. Hasta que sea un sentimiento completamente residual, reconocido como inhumano; hasta que la mayoría de la gente sepa que el odio a la diferencia sexual es irracional, injusto, aborrecible y que puede llegar a ser asesino.
Por eso no basta con lamentar el asesinato de Daniel. El asesinato de Daniel se produce porque hay muchas instancias entendidas por la mayoría como legítimas y respetables que alientan una homofobia, lesbofobia o transfobia de baja intensidad que sirve para dar cobertura a la barbarie; que no llama directamente al asesinato, pero que llama al desprecio, a la discriminación y finalmente al odio, al diferente. No estar activamente posicionado en contra de cualquier tipo de discriminación es dar alas al odio y a la violencia. No hace falta llamar directamente a la violencia legitimar la violencia. No reconocer que las personas lgtb somos merecedores de exactamente los mismos derechos, es no querer reconocer que somos merecedores del mismo respeto, de la misma dignidad; es no querer reconocer que compartimos exactamente la misma humanidad. Y finalmente cuando no se reconoce la misma humanidad ni la misma dignidad, se termina por favorecer que alguien entienda que somos merecedores de algún tipo de castigo.
Por eso, en la muerte de Daniel, en la muerte de cualquier persona homosexual o transexual en cualquier lugar del mundo, los principales culpables son, desde luego, los agresores. Pero son culpables también la Iglesia Católica o cualquier otra iglesia o fe irracional que nos niegue la igualdad; culpables las instituciones políticas que no se implican en la lucha contra la discriminación ni en la educación para la igualdad. Culpables son la mayoría de los políticos o personalidades que ahora dirán sentirlo mucho, que ahora reprobarán la violencia, pero que cada vez que se niegan a dar un paso hacia la igualdad completa no hacen sino favorecer la violencia. Son culpables y son hipócritas.
Las personas lgtb que somos activistas por la igualdad y la dignidad somos cada una de nosotras y de nosotros parapeto, red de seguridad, para las vidas, los cuerpos, y la felicidad de cualquier gay, lesbiana o transexual del mundo. Si hay una causa social o política que cada uno de nosotros o de nosotras sienta personalmente, encarnadamente, es esta: la de la igualdad lgtb, la de nuestra igualdad, nuestra libertad, nuestra dignidad. No me gusta desear paz ni descanso a los muertos porque la paz y el descanso todo el mundo merece tenerlos en vida; pero sí deseo que los asesinos de Daniel no lo encuentren nunca y que sobre ellos caiga una justicia que aun deseando que sea tan dura como pueda serlo, será seguramente -y yo así lo defiendo- más piadosa con ellos que ellos lo fueron con Daniel.
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3 respuestas a «En la muerte de Daniel Zamudio»
Hola No se quien es este chico y que ha pasado pero mi pesar y cabreo por lo que intuyo de tus palabras (jauría) y desde luego si ha sido por homofobia, que no sería de extrañar tal como está el patio, pues mi condena también por ese lado. No tengo ni idea de esto ni se si esta persona, que espero siga viva, solamente los desprecios que se suponen le habrán hecho una gente como yo he visto y oido tantas veces me sirven para indignarme.
Bueno no creo yo que ningún cristianismo ni la Iglesia Católica hay que señalar con el dedo, buscar entre los culpables directamente, asi sin saber nada en concreto en este caso, pero sus ideas ya las sabemos y yo también creo que si no son los culpables, penalmente hablando, con le Códgio Penal en la mano, tampoco ayudan. Porque si hay desprecios continuos a todas las personas que salen de su ortodoxia mientras, muy a menudo, se presume de no juzgar a nadie (bueno sería siguiendo las palabras de Jesucristo mínimamente, sin ir mas lejos: «No juzgueis y no sereís juzgados» ..no, no me se la cita bíblica, pero por algún lado está)
Por ejemplo si acusan de endemoniados lo cual no quiere decir que busquen la muerte de nadie, ni se alegren de cosas así. No están de acuerdo ni mucho menos con neonazis pero tampoco hay mucha firmeza ni indignación cuando alguno es agredido por ello (como si fuera algo ajeno) ni veo manifestaciones.
Así, por acción un día y por omisión otro, resulta que se dan en el mundo demasiadas veces las agresiones, desprecios y requetecargas de culpas ante los problemas de la humanidad sobre las personas LGTB, por nombrar con siglas. Y luego hay quejas, de grupos crisitianos y de gente por ahí, que dice que si hay cada vez mas homosexuales en la tele, que todos hacen papeles de gente maja y que eso está manipulado, pues ya era hora, que a algunos nos contaron que eran tan gentuza que tenian que estar en la cárcel. Pues habrá que poner mas porque siguen cayendo en emboscadas como pajaritos segun parece.
Y en fin, así es, «No reconocer que las personas lgtb somos merecedores de exactamente los mismos derechos, es no querer reconocer que somos merecedores del mismo respeto, de la misma dignidad; es no querer reconocer que compartimos exactamente la misma humanidad. Y finalmente cuando no se reconoce la misma humanidad ni la misma dignidad, se termina por favorecer que alguien entienda que somos merecedores de algún tipo de castigo».
Una gran verdad
Hola, Daniel acaba de morir, y no es de extrañar que situaciones como estas se repitan en Chile, ya que es un pais extremadamente homofóbico y racista. Rastros de nazis y fascistas quedan a estas alturas de manera notable, por lo cual, desde Pinochet, los dogmas y las actitudes no han cambiado en nada.
Espero que en un futuro cercano, la mentalidad de estas personas evoluciones hacia el desarrollo y logremos reconocer que entre unos y otros no existe diferencia alguna.
Hoy escuché a un periodista decir que a Daniel lo hemos matado todos. Nuestra intolerancia, la falta de solidaridad, la discriminación, la actitud burlezca que tenemos entre nosotros, son el caldo de cultivo para que algunas mentes enfermas actuen tan animalistas y torturen y den muerte a un chico que nada les habia hecho, por el solo hecho de ser diferente. Ahora me duele que en Chile no se apruebe una ley en que los derechos de todos sean respetados. Seguramente los políticos querrán sacar provecho electoral de este doloroso acontecimiento. Espero que el sacrificio de Daniel Zamudio sea un referente para que en Chile de una vez por todas seamos mas tolerantes y mas respetuosos entre todos.