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Más allá de la Acampada


Quizá no tenga razón, quizá sea muy pronto para saber cómo evolucionará esto pero a mí, que vibré como tantas personas con la manifestación del 15 de mayo a la que asistí y que he pasado después muchas tardes por Sol, comienza a preocuparme hacia donde van las acampadas. Aunque he participado en varias asambleas reconozco que no me reconocí en el funcionamiento que se imponía, pero no me importó porque parte de la fuerza del movimiento consistía también en dejar de lado los viejos modos de funcionar que hemos asumido quienes llevamos todo la vida trabajando en movimientos sociales y partidos políticos. 

Mi afán hubiera sido el mismo que es siempre: actuar, aprovechar la indignación en caliente,  no dar tiempo a que se diluyera la sorpresa de lo conseguido. No voy a negar que a mi me hubiera gustado que los indignados se dirigieran a los bancos de sus ciudades (como por cierto hicieron en Valencia) hacia las grandes empresas, financieras, o incluso que acamparan delante del Congreso de los Diputados o de sus respectivas cámaras. Que con determinadas acciones dejáramos bien claro que sabemos quienes son los culpables de la situación que vivimos. Pero esa era mi opinión y quienes habían organizado la manifestación, el movimiento, la acampada, lo habían hecho todo con gran éxito, así que no había sino que sumarse a la ilusión.

Uno de los problemas con este movimiento es que no acabo de ver donde acaba y donde empieza DRY, (con cuyo manifiesto primero coincido plenamente)  “No les votes”, (con quienes no coincido en nada y que me parece que tienen algunos aspectos preocupantes)  algo llamado «acampadasol» y finalmente  el Movimiento 15M; no acabo de entender quién es quién y cómo se relacionan, por no hablar de lo que quiere cada uno, que no será idéntico o serían lo mismo.  El problema de que haya varios movimientos indiferenciados es que continuamente nos llegan manifiestos, opiniones, acciones etc. que a veces se desmienten y a veces no se sabe.  Ese es también el problema de no tener unos portavoces conocidos y autorizados, que no sabemos lo que sale de allí, lo que no, lo que sale de según quién etc. ¿Se fomentaba la abstención (no estoy nada de acuerdo) o no? ¿Se animaba a no votar al PSOE y al PP o no? ¿Había que sacar 150 euros (acción que no conduce a nada y con la que tampoco estoy de acuerdo) o no había que hacerlo? Y esto son sólo pequeños ejemplos.

Mi opinión, que no es más que eso, es que pasada la primera semana se tenía que haber llegado a un manifiesto político básico  y a un plan de actuación a futuro;  que las acampadas deberían haberse disuelto y haber sido sustituidas por acciones puntuales; pero acciones fuertes, potentes y llamativas que mantuvieran la fuerza y la ira que se concentraba en las plazas los primeros días. La expansión a los barrios de las asambleas fue una gran idea y la cantidad de gente que acudió, más de la esperada, demuestra que la indignación y las ganas de protestar siguen vivas. Sin embargo me preocupa, de nuevo, la relación entre unas cosas y otras. En la asamblea de mi barrio a la que asistí, y en aquellas de las que he tenido noticia por amigas y amigos, (no se si en todas), se estaba mayoritariamente de acuerdo en pedir que se levantara la acampada en Sol. Sin embargo, eso luego no tuvo reflejo en la asamblea de Sol, según parece. Las últimas veces que me he pasado por  allí he visto con más claridad que al principio que allí se mezclan jóvenes muy politizados, con mucha costumbre organizativa, muy concienciados de la situación en que vivimos, con otros muchos que se ven a sí mismos como no políticos, aunque las reivindicaciones de todos ellos lo sean. Estos últimos están indignados y quieren expresarlo pero han terminado viendo la acampada en sí como el fin último de la protesta. Acampar por resistir, pero ¿resistir a qué? ¿Al tiempo? ¿Al cansancio? Y, sobre todo…resistir ¿para qué?

En ese sentido, la acampada se ha convertido para mucha gente de la que está allí, en una especie de experiencia espiritual o alternativa en el sentido de reconocerse unos a otros, de verse en la resistencia, en una determinada manera de no estar de acuerdo con lo establecido y demostrarlo. Para algunos, las asambleas, comisiones, subcomisiones y talleres de todo tipo les parecen suficientes, la expresión máxima y última de la necesidad de cambio de las formas políticas tradicionales. Algunas acampadas se han terminado convirtiendo, por parte de algunas personas, no de todas desde luego, en experiencias alternativas de relación social y no tanto un movimiento político proyectado hacia el cambio.

Es cierto que la torpe, estúpida y brutal actuación policial de Barcelona resucitó las acampadas. Y es verdad que es difícil disolverse cuando éstas comienzan a extenderse por el mundo, pero como la indignación persiste y las razones también, las acampadas pondrían transformarse fácilmente en sentadas o concentraciones puntuales y multitudinarias delante de instituciones o empresas significativas, culpables de la situación en la que estamos. Así se aprovecharía la fuerza que se ha concentrado sin agotarla. Extender la indignación y convertirla en acción, y no tanto extender hasta el infinito la asamblea y la discusión. Me parece mal síntoma que se haya acabado hablando más de la acampada como espacio físico, de lo que hacen allí los jóvenes, que de la posibilidad real de este movimiento de influir políticamente en algo.

En fin, esta es sólo una opinión y desde el margen. Pero es la opinión de quien ha estado allí desde el principio y ha seguido todo lo que ocurría con  pasión y con la ilusión de ver por fin el despertar de esa indignación que muchas personas llevamos dentro y que queremos utilizar para cambiar las cosas. Debería irse más allá pero además hacerlo ya. La movilización que se prepara para octubre es un paso en ese sentido pero espero que no quede lastrado por la persistencia y el agotamiento de las acampadas. Finalmente creo que el Movimiento 15M ha marcado ya un punto de inflexión que será aprovechado ahora o en el futuro. Ojala que encontremos entre todos y todas la manera de seguir haciendo de nuestra indignación una herramienta de cambio.

Por Beatriz Gimeno

Nací en Madrid y dedico lo más importante de mi tiempo al activismo feminista y social. Hoy, sin embargo, soy un cargo público. Estoy en Podemos desde el principio y he ocupado diversos cargos en el partido. He sido Consejera Ciudadana Autonómica y Estatal. Del 2015 al 2020 fui diputada en la Asamblea de Madrid y ahora soy Directora del Instituto de la Mujer. Sigo prefiriendo Facebook a cualquier otra red. Será la edad.
Tuve la inmensa suerte de ser la presidenta de la FELGTB en el periodo en que se aprobó el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género. He dado lo mejor de mí al activismo, pero el activismo me lo ha devuelto con creces.
Estudié algo muy práctico, filología bíblica, así que me mido bien con la Iglesia Católica en su propio terreno, cosa que me ocurre muy a menudo porque soy atea y milito en la causa del laicismo.
El tiempo que no milito en nada lo dedico a escribir. He publicado libros de relatos, novelas, ensayos y poemarios. Colaboro habitualmente con diarios como www.eldiario.es o www.publico.es entre otros. Además colaboro en la revista feminista www.pikaramagazine.com, así como en otros medios. Doy algunas clases de género, conferencias por aquí y por allá, cursos…El útimo que he publicado ha resultado polémico pero, sin embargo es el que más satisfacciones me ha dado. Este es “Lactancia materna: Política e Identidad” en la editorial Cátedra.

2 respuestas a «Más allá de la Acampada»

Es un buen análisis. La sensación de poder que da la comunión con un grupo tan masivo como el que han llegado a conformar y la atención de los medios de información, llevan fácilmente a creer (llevados por una cierta ingenuidad) que es posible un efecto contagio infinito y que, por lo tanto, es posible influir en los estamentos de poder. Pero quien tiene el poder no les teme (pueden sentirse molestos, pero nada más), unos (los partidos mayoritarios) porque tienen el respaldo de muchos millones de votos, y otros (el mundo financiero), porque están fuera de la esfera de influencia de las urnas. Si los que queremos que cambien las reglas de juego no nos ponemos de acuerdo en las estrategias para forzar las cosas en esa dirección, seguirán imponiéndonos sus intereses; y hay que saber que toda estrategia que se quiera poner en marcha, pasa por una representación política a través de las urnas.

Me ha encantado la reflexión!!

Yo aprecio mucho que no se levantaran las acampadas el 22 de Mayo, pues a ojos de quien quisiera verlo mal, se podría entender como que el resultado electoral ‘mataba’ el movimiento indignado. Sin embargo no he oído ningún argumento aceptable (que seguro que los hay, ojo) en defensa de por qué deben continuar ahora, casi en Junio, habiendo ya asambleas en casi todos los pueblos. Como ejemplo un amigo me decía que había que aguantar porque la policía volvería a meter la pata pronto, y esto era bueno para el movimiento. Yo no lo creo así.

Pero toda acción, por buena que sea, si se excede en el tiempo «»innecesariamente»» pierde efectividad. El lugar natural de estos debates son los barrios (y así están siendo reubicados). Su duración y programación debe permitir a la mayor parte de los ciudadanos acudir y participar de ellos (muchos viven lejos, tienen trabajos, familias, obligaciones e impedimentos que no les permiten acampar durante semanas, y ya no se sentirán representados por esto al no poder participar activamente). A través de sistemas de foros y algún software, aún más gente podría involucrarse. Creo que están a tiempo de evitar que su gran esfuerzo acabe teniendo un efecto más homeopático que curativo, y sería una pena porque se de buena tinta que se han esforzado muchísimo todo este tiempo, y han sacrificado muchas cosas.

P.D. Lo de los 155 euros, con todos los respetos… de traca.

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