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Mierda patriarcal en la oficina


Trabajo en una redacción abierta, no hay despachos cerrados para nadie, todos compartimos el mismo espacio aunque distribuidos por «islas», mesas de cuatro u ocho puestos, según los departamentos: Contenidos, Tecnología, Jurídico, Recursos Humanos, Revista, Videos, Marketing etc. Me siento en la «isla» de Contenidos, cerca de la «isla» de Tecnología y cerca también de la puerta que lleva al bar/comedor, una puerta que cruzamos todos varias veces al día. En la isla de Tecnología se sientan sólo hombres, técnicos de mantenimiento de ordenadores.  Son sin duda las personas más tontas de la empresa, ese tipo de hombre que sólo habla de futbol y chicas. No están muy bien pagados, casi todas las mujeres de esta empresa ganamos más que ellos, quizá eso no les guste. Así que han encontrado otra manera de empoderarse.

Hace unas semanas, las personas que nos sentamos cerca de la isla de Tecnología comenzamos a escuchar una especie de maullidos que salían de allí. Parecía que cada poco tiempo alguno de los de tecnología imitaba en voz alta del maullido de un gato.  Al principio lo tomamos como una broma propia de quien se comporta como un niño pequeño;  después nos pareció el típico chiste repetido un millón de veces y  comenzó a ser muy pesado. No se puede escribir escuchando un maullido estridente cada poco rato. Una vez que el maullido nos tenía ya hartos e íbamos a decirles que se callaran  una chica que trabaja cerca de ellos nos lo explicó: ese es el maullido que hacen cuando pasa por delante de su mesa, en dirección a la cafetería,  una mujer que ellos consideran que está buena. Como el trasiego es incesante, los maullidos también lo son y la gracia les dura ya semanas, no parecen cansarse.

Lo sorprendente del asunto es que en el momento en que conocimos el motivo de los maullidos, la opinión de los trabajadores y trabajadoras respecto al sonido de marras cambió completamente y ya nadie quiso decirles que se callaran. La cosa funciona así: las mujeres que provocan los maullidos al pasar están tan contentas de ser objeto de la estupidez y creo que ahora pasan más veces de las necesarias; les debe subir la autoestima. Ahora,  cuando pasa una y escucha el maullido sonríe satisfecha. Por el contrario, las mujeres que no son objeto de ningún maullido tampoco se atreven a decir nada y callan. Estas tienen miedo de que si protestan alguien les diga que lo hacen por envidia, por feas, por viejas o amargadas, porque no provocan maullido alguno y ya les gustaría. Éstas pasan deprisa y creo que van menos al bar que antes.

Los hombres, por su parte, tampoco dicen nada. La fratría masculina se ha puesto en funcionamiento. Los hay que se rien sin parar; los hay que cada vez que escuchan el maullido por el que antes protestaban,  levantan la cabeza para mirar a la que pasa y así juzgar por su cuenta, comentándolo con otros, si dicha trabajadora merece maullido o no. Hay otros que no están muy de acuerdo con la situación y que suspiran cuando escuchan el maullido o levantan las cejas, pero piensan que es una tontería a la que no van a enfrentarse: «si las mujeres no protestan ¿por qué voy a protestar yo?», dijo un compañero. Y no le falta razón. Luego están los gays (hay varios), que por nada del mundo dejarían que pareciera que protestan  porque son gays y se ponen del lado de las mujeres. Serán gays, sí, pero quieren dejar bien claro  qué lado del mundo ocupan, con quién está su lealtad.

Y luego estoy yo, que llevo años peleándome con los de Tecnología por cuestiones laborales y sindicales. De hecho no nos hablábamos ya antes de los maullidos; nos odiamos mutuamente. Además, soy la lesbiana oficial, la feminista pública y furiosa. He tenido que pelear las cosas más básicas y  y me he ganado problemas laborales y enemigos sin número por cuestiones sindicales y de género. Aun así, hasta ahora siempre he tenido el apoyo de al menos un parte de la empresa y estoy a gusto.  Como Delegada Sindical  he peleado mucho, pero la mayoría de los y las trabajadores me lo ha agradecido. Ahora es diferente porque no hay ventaja aparente en esta pelea. La dignidad, los derechos de todas, la igualdad etc… eso  no parece que le importe mucho a nadie.

Si les digo a ellos que se callen se reirán en mi cara; si se lo digo al director me voy a ganar la inquina de todo el mundo quedando como una especie de «acusica» odiosa. ¿Quiero ser más desagradable aun de lo que ya me creen algunos? Siempre estoy en pie de guerra y a veces me canso.  ¿Puedo quedarme completamente aislada en mi lugar de trabajo? ¿Por qué tengo que ser la única a la que está situación le resulta completamente insoportable?

Lo cierto es que para quienes creen que los comportamientos machistas están socialmente desactivados aquí está este. Con sólo un ruido imbécil han puesto a todas las mujeres de la oficina en el lugar que ellos quieren, por debajo suyo, an jefas o telefonistas, ganemos mucho o poco. Y lo han podido hacer con la complicidad de todos y de todas. En ningún momento han temido que su comportamiento pudiese ser sancionado ni legal ni socialmente, o no lo hubiesen hecho. En fin, pasaré la semana santa con las tripas revueltas, pero eso tampoco es nuevo. 

Por Beatriz Gimeno

Nací en Madrid y dedico lo más importante de mi tiempo al activismo feminista y social. Hoy, sin embargo, soy un cargo público. Estoy en Podemos desde el principio y he ocupado diversos cargos en el partido. He sido Consejera Ciudadana Autonómica y Estatal. Del 2015 al 2020 fui diputada en la Asamblea de Madrid y ahora soy Directora del Instituto de la Mujer. Sigo prefiriendo Facebook a cualquier otra red. Será la edad.
Tuve la inmensa suerte de ser la presidenta de la FELGTB en el periodo en que se aprobó el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género. He dado lo mejor de mí al activismo, pero el activismo me lo ha devuelto con creces.
Estudié algo muy práctico, filología bíblica, así que me mido bien con la Iglesia Católica en su propio terreno, cosa que me ocurre muy a menudo porque soy atea y milito en la causa del laicismo.
El tiempo que no milito en nada lo dedico a escribir. He publicado libros de relatos, novelas, ensayos y poemarios. Colaboro habitualmente con diarios como www.eldiario.es o www.publico.es entre otros. Además colaboro en la revista feminista www.pikaramagazine.com, así como en otros medios. Doy algunas clases de género, conferencias por aquí y por allá, cursos…El útimo que he publicado ha resultado polémico pero, sin embargo es el que más satisfacciones me ha dado. Este es “Lactancia materna: Política e Identidad” en la editorial Cátedra.

6 respuestas a «Mierda patriarcal en la oficina»

Puedes ignorarlo, si te crees capaz, porque el mundo es así de vulgar y estúpido el 90% de las veces, y no puedes pelearte por todas y cada una de las chorradas que va surgiendo; o, por el contrario, si te resulta insoportable, puedes hacerles la guerra declarada, a ver quien es más tonto el culo, y así, tal vez ponerles en evidencia; algo así como comprar una vocina de esas que se llevan a los partidos de fútbol para hacer el payaso, y cada vez que oigas un maullido, le das a la vocina. Y si te preguntan que qué es lo que haces, les contestas que cada vez que suena un gilipollas, tú lo pones de manifiesto.

Estimada Beatriz,

más que machismo o patriarcalismo, veo inmadurez de tontos. Siendo un adolescente, recuerdo haber visto a tipos ladrándole a las mujeres en plan agudo -¡¡¡guayyyyy!!- por las calles (años 50). Lo peor es que las mujeres de la oficina, a estas alturas, no se planten (¿seguidoras de los patrones televisivos?).

Comprendo y comparto tu cabreo dada tu experiencia vivida, pero veo buena la sugerencia del compañero Huerta. Quizá entonces los jefes se interesaran por el asunto y ordenasen silencio y respeto en el lugar de trabajo.

Salud.

Y además serán más feos que pegar a una madre, que viene a ser el corte clásico. Lo que no me parece de ninguna manera es una chiquillada ni una chorrada, pero por desgracia tan cotidiano que se considera normal. Lo que están haciendo es lo que hacen todos los días prácticamente todos los hombres, lo que pasa es que lo están haciendo en voz alta en vez de por lo bajo, y por eso también es que al resto de los hombres le trae sin cuidado, ¿Cómo criticar algo que uno mismo hace?. Te diría que ya que se hacen los mininos no les vendría mal vérselas con un buen perro de caza, pero claro, tampoco es plan de poner a sufrir al animal, ese plato indigesta a cualquiera.

Yo, sinceramente, pondría las cosas en su sitio, desde la tranquilidad. Iria a hablar con ellos y les diria que ha habido quejas de mujeres y que, por supuesto, no puedes decir por parte de quien (no es mentira: tu misma). Y que molesta (es verdad). Y que se corten por las buenas, de buen rollo. A ver que pasa. 🙂

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