El día 1 de octubre de 2009, sobre las 11 de la mañana, una noticia sacudió los monitores de mi oficina: la recesión había concluido. Y allí nos quedamos todos/as, confusos, desorientados, sin saber muy bien qué hacer o qué pensar….”¿y entonces…?” acertó a balbucir un compañero, “¿ya?”, dijo otra. Pues sí, así lo decía la noticia. Ya. Se acabó, fin. La verdad es que aunque nadie lo expresaba claramente, allí todos sentíamos el alivio que se siente en los entierros, cuando entierran a otro. La cosa ha venido, se ha llevado por delante a unos cuantos, ha pasado y se ha ido y ahora puede que vuelva la vida normal, la de antes. Fue como si un tsunami hubiera inundado la playa y después se hubiera ido dejando a su paso destrucción y también a muchas personas vivas que sólo quieren reconstruir sus casas y volver a la normalidad lo antes posible. Así es, aquí seguimos con nuestro trabajo, nuestras hipotecas, no nos ha pasado nada grave. Dentro de nada podremos gastar otra vez sin freno y pasar los fines de semana en los centros comerciales.
No sé si se acuerdan cuando hace pocos meses algunos analistas predecían el fin del capitalismo, los empresarios decían que había que ponerlo “en suspenso” y todo el mundo decía que ya nada volvería a ser cómo antes. Bueno, pues en suspenso se puso un rato, el que tardaron los gobiernos en pagar con el dinero de todos las pérdidas millonarias de los bancos, cuyos dueños, por cierto, no se fueron sin antes cobrar unas sustanciosas primas que dejaban bien claro que puede que ellos hubieran hundido el banco y la economía mundial, sí, pero que la lista de pobres no la iban a engrosar.
Y no se si se acuerdan también cuando se decía que los gobiernos que habían tenido que socializar las pérdidas de los bancos ahora iban a poner límites a sus ganancias y que iban a limitar sus bonus, combatir los paraísos fiscales, gravar a las grandes fortunas…para que una crisis como esta no pudiera volver a repetirse. Supongo que se acuerdan, sólo han pasado unos meses. Pues ahora nos dicen que la recesión ha terminado de la misma manera que nos dijeron que entrábamos en crisis, de golpe y sin que acabemos de entender de qué va todo esto. También nos dicen que hay que pagar los platos rotos, pagar de donde sea esos miles de millones regalados a los bancos y adivinen a quién se los van a cobrar.
Los ciudadanos y ciudadanas de a pié sentimos alivio, pero los banqueros también. El otro día escuché a uno que le decía al otro: “Menos mal, esto se ha acabado justo a tiempo. Si dura unos meses más estos políticos son capaces de limitarnos los sueldos y los bonus ¡menudo susto!”. Y no sólo aliviados, se les nota que están encantados, el peligro para ellos ha pasado y ahora, al contrario, están en posición de fuerza, como les gusta: pidiendo que se abarate el despido y que a ver si vamos ahorrando en prestaciones sociales, que vaya despilfarro el del estado.
El otro día un tipo indignado le tiró un zapato al presiente del FMI. Con el que le tiró un zapato a Bush ya van dos. Sólo puedo desear que, por favor, si van a seguir tirando zapatos, al menos que alguno acierte. Sólo con el zapato, no vaya a ser que ahora me acusen de promover la violencia. Pero es que ya está bien, nosotros no tenemos ni puntería y ellos ¡qué reflejos!