Siempre me ha gustado Hillary Clinton y, ahora que la candidatura a la presidencia de los EE.UU parece ya decidida a favor de Obama, lo siento por ella. Su candidatura me parece mucho más sólida que la de Obama. Las campañas no son nunca el mejor momento para juzgar a un/a candidato/a, pero Hillary tiene ideas acerca de cosas como la educación, la sanidad, la economía, la ecología…, cosa que no tengo claro que tenga el otro candidato demócrata. Cuando hace unos meses estuve en San Francisco, estaban comenzando las primarias y ella aun tenía posibilidades. Pero lo que vi no me gustó. Vi., y leí en algunos medios, que en las filas de Obama se escondía un enorme machismo.
Un machismo que era mucho mayor que el racismo que sin duda también existe. Obama era tratado por sus partidarios como una especie de líder religioso y mesiánico al que no le hacía falta decir nada. Su sola presencia bastaba. Y de hecho, no le escuché decir nada interesante ni que sonara a propuesta política.
Cuando di allí mi conferencia me preguntaron si no creía que Hillary era demasiado masculina. Mi opinión, y así lo dije, es que el poder es el que es, es decir, masculino, y que para acceder a él hacen falta determinadas características personales que tradicionalmente se atribuyen al género masculino. Quien quiera ejercerlo debe hacerlo a la manera en que el poder se ha construido, no hay otra manera. Otra cosa es que la presencia permanente de las mujeres en puestos de poder pueda, con el tiempo, ir introduciendo, quizá, en la manera de ejercerlo distintos modos, distintos tiempos, una carácter distinto. Quizá, pero sólo quizá. No creo que las mujeres ejerzamos el poder de manera diferente a los hombres y no creo tampoco que estemos obligadas a hacerlo sólo por ser mujeres.
Lo que sí creo, y es mi experiencia al frente de una organización, es que las mujeres, para llegar a puestos de liderazgo, tenemos que luchar contra nosotras mismas, contra nuestra socialización de género, contra la educación que hemos recibido. Tenemos que aprender a toda velocidad nuevas habilidades que no nos son familiares; tenemos que enfrentarnos a todo y a todos, como seguramente ha tenido que hacer Hillary para poder ser una candidata óptima para ocupar el poder, el máximo poder político de este mundo como lo es la presidencia de los EE.UU.
Y lo que también sé es que, una vez que has conseguido eso y llegas, entonces te encuentras con que eres criticada por eso mismo que, si te faltara, no te permitiría optar a puestos de poder. Así ha ocurrido con Hillary, que ahora es criticada por poseer precisamente esos rasgos sin los cuales nunca se hubiera siquiera acercado al puesto de salida. No es que sea masculina, es que ha aprendido las reglas del juego.
El poder tiene sus propias exigencias. Para poder ejercerlo hay que ser segura, asertiva, ambiciosa, fría, dura. Hay que ser seguro, asertivo, ambicioso, frío y duro. ¿Verdad que suena mejor en masculino que en femenino? Eso es lo que, al final, ha perdido a Hillary.
Publicado en El Plural