En los últimos meses he tenido ocasión de participar en dos documentales sobre la figura de Dolores Vázquez. El dirigido por Tania Balló y el que se está ahora emitiendo, en seis capítulos, en HBO. Son muy diferentes.
Sobre el primero ya escribí aquí. Me gustó mucho porque afrontaba la cuestión desde una perspectiva relativamente novedosa al tratar este tema: la violencia de género. Este segundo tenía como aliciente extraordinario la cuestión de que, por primera vez, hablaba la propia Dolores Vázquez, a quien nadie había escuchado una palabra desde el momento en que salió de prisión. Una vez vistas las seis horas de este segundo documental creo que tiene cosas muy valiosas pero otras que me convencen menos. Y esto que voy a escribir a continuación no es una crítica, sino una opinión personal.
Es importante que hable Dolores Vázquez, que tengamos la oportunidad de escucharla por primera vez, porque al hacerlo podemos confrontar la imagen que se construyó de ella desde los medios con la persona que realmente es. Aunque esto ya se había dicho, tanto en mi libro como en otros trabajos, no hay nada como la posibilidad de confrontar ambas imágenes, el personaje con la persona. Es importante también que hable el abogado, Pedro Apalategui y varias personas que ejercieron de jurado en el juicio que la condenó, ofrecen perspectivas novedosas. Faltaban opiniones cercanas para completar la visión que nos hemos ido construyendo en estos años.
Desde mi punto de vista, el documental ahora estrenado incluye algunas cuestiones que me parecen discutibles. Ofrece una visión más parecida a una crónica de sucesos que a un documental situado desde el punto de vista de la justicia o de la crítica social. El documental de Tania Balló, además de situarse desde el feminismo, se niega a situar a Alicia Hornos en el punto de mira de la crítica, ya que la considera también una víctima. Es una madre a la que le mataron a una hija, es una de las tres víctimas principales. Las víctimas en ocasiones no tienen una perspectiva real sobre los sucesos que las han convertido en tales. Su opinión es importante, pero no es necesariamente la más acertada. Sin embargo, el documental de HBO le da la palabra y la situa en el mismo plano que a Dolores Vazquez. Además, Alicia sigue empeñada en que Vazquez es una asesina, opinión que a estas alturas lo que hace es situarla en una posición muy discutible y criticable; una posición de la que, en mi opinión, debería ser preservada. De alguna manera el documental enfrenta a dos víctimas y hace recaer sobre Alicia Hornos críticas que deberían ir en otra dirección. Tampoco Dolores Vázquez sale especialmente bien parada. Es una víctima de la lesbofobia que no se reconoce lesbiana, con todo su derecho, por supuesto. Pero eso hace que el documental no aporte nada nuevo desde el punto de vista político, sino que es un testimonio personal. Nada menos, pero también nada más.
Y en consonancia con lo anterior, al no querer profundizar en lo que fueron las circunstancias sociales y políticas del caso, el documental pierde fuerza. No hay una crítica a los medios que construyeron a un personaje siniestro a causa de la lesbofobia. Al final, si alguien viera este documental sin saber nada de lo que pasó podría llegar a pensar que se trató de un inmenso error judicial, una cuestión de mala suerte. Y también podría ocurrir que escuchando a Alicia Hornos, y empatizando con ella alguien pudiera seguir albergando dudas acerca de la identidad del verdadero asesino.
El documental, en todo caso, y vuelvo al principio, aporta visiones que faltaban, que han faltado en todo este tiempo y sólo por eso -y no es poca cosa- hay que verlo. Simplemente diría que no debe verse como la versión definitiva por mucho que a veces parezca que la voz de las protagonistas es lo que le da ese carácter. Creo que esta voz, necesaria, necesita siempre del contexto político. Quizá lo más interesante ahora es ver los dos juntos, aunque sean tan diferentes.