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El cuento de la criada


Pocas veces hemos las feministas hablado tanto de una serie de televisión como lo hemos hecho las últimas semanas sobre El cuento de la criada. Aunque el libro de Margaret Atwood es antiguo, 1985, es la serie la que lo ha restado de un cierto olvido mayoritario. No voy a entrar aquí en la calidad literaria ni en discutir qué es mejor, si el libro o la serie, diré que son muy diferentes. Únicamente voy a comentar la serie y algunas cuestiones que me ha suscitado desde el punto de vista feminista. Es verdad que la serie resulta impactante en un primer momento por su factura técnica y artística. Está muy hermosamente rodada. La fotografía, con esos colores, con esos interiores que evocan a Vermeer, son tremendamente evocadores. La crueldad está rodada con una limpieza estilística, con una sencillez expresiva que golpea.

Nos golpea. Es obvio que nos afecta porque sentimos el argumento no como una distopía lejana, sino muy cercana. Lo que la serie cuenta es ya una realidad para muchas mujeres del mundo: no tener derechos civiles, ni políticos, no conducir, ser consideradas procreadoras únicamente, no tener libertad de movimientos, ni libertad sexual, sufrir mutilación sexual… Nada que no sepamos que ya pasa, y con mucha frecuencia. Además, ese es también nuestro pasado inmediato y, si nos angustia cuando lo vemos, es porque no sabemos si podría volver a ser nuestro futuro. Recordemos que lo primero que hace el nuevo poder político en la serie es quitar a las mujeres la posibilidad de tener una cuenta bancaria y recordemos que nuestras madres o abuelas no podían tener una cuenta para ingresar lo que ganaban con su trabajo. Lo que hace la serie particularmente inquietante es que Atwood sitúa la distopía en nuestro propio mundo. Es decir, eso que sabemos que les pasa a otras, nos puede pasar a nosotras. Y si es inquietante es porque es creíble; nosotras sabemos que es creíble; que Trump es un misógino y que eso no ha bastado para arrebatarle la presidencia de EE.UU, un país donde se supone que las mujeres gozan de libertad e igualdad. Las feministas sabemos que estamos, todavía, en el filo de la navaja, que quizá no hayamos alcanzado el punto de no retorno absoluto. Al fin y al cabo, eso que ya les pasa a muchas mujeres en el mundo, tampoco les pasó siempre. Los retrocesos en muchos países en lo que se refiere a los derechos de las mujeres son conocidos y respecto a dictaduras políticas enloquecidas y terribles tampoco nos faltan ejemplos cercanos. No parece sensato pensar que vamos a vivir aquí un retroceso parecido pero, en fin, nadie podía imaginar Auschwitz antes de Auschwitz.

Hay un momento en la serie que me impresionó especialmente y que creo que es una de las claves. Cuando el nuevo poder político impide a las mujeres trabajar y luego les arrebata sus cuentas bancarias para entregárselas a sus maridos, el marido de la protagonista, hombre sensible y se supone que progresista, no se duele ante la injusticia y se lanza a la calle, sino que dice: “No te preocupes, yo cuidaré de ti”. Y aquí surge la pregunta que muchas nos hacemos muy a menudo, ¿cuántos hombres saldrían a la calle a jugarse la vida por los derechos de las mujeres? ¿No es cierto que sabemos que muchos maridos, compañeros, hermanos o padres que luchan cotidianamente por un mundo más justo y que nos quieren dirían algo como…”bueno, mujer, es transitorio, ya verás cómo se arregla, no te preocupes que yo te protejo”? ¿Hasta qué punto los derechos de los mujeres son absolutamente irrenunciables para muchos hombres con los que cotidianamente nos relacionamos, y nos relacionamos bien? ¿Hasta qué punto nuestra situación de desigualdad les duele verdaderamente como nos duele a nosotras? ¿A cuántos? La respuesta, en realidad y desgraciadamente, sabemos cual es porque las feministas luchamos en todos los frentes todos los días. Una cosa es el apoyo que terminamos ganando para ciertas batallas y otra cosa es que también sabemos hasta qué punto muchos hombres que nos apoyan, lo dejarían correr si la cosa se pusiera verdaderamente peligrosa…”bueno mujer, ya verás cómo se arregla. Yo trabajo por los dos, no te preocupes”. Lo más perturbador de La criada es que nos recuerda que la carencia de nuestros derechos no es vivida con dolor por muchos hombres que sí se duelen de otras injusticias.

Pero desde el punto de vista feminista, la serie también tiene algunas cuestiones..que me resultan problemáticas. “¿Qué hay más importante que los hijos?” le pregunta el Comandante a la criada. “El amor”, contesta esta. Y la serie, en realidad, gira sobre eso (cosa que no hace el libro). Y no seré yo quien niegue la importancia del amor pero, según la serie avanza, el amor parece, efectivamente, lo más importante para la protagonista que en una situación como la que vive, tiene tiempo de enamorarse y de pasar por el filtro romántico incluso la relación que mantiene con el opresor. De todas sus pérdidas el amor romántico parece ser la definitivamente insustituible. No el amor como parte de la libertad perdida, sino el amor en sí, el amor romántico hacia los hombres concretamente. El amor romántico como la gran pérdida y finalmente, como salvación para la protagonista.

Hay otros detalles que me resultaron chocantes. Por ejemplo, cuando el Comandante quiere darle a ella algo valioso le enseña una revista femenina que ella recibe como un hambriento recibe pan; que a la lesbiana la mutilen sexualmente (se supone) para que no se vuelva a enamorar de otra mujer y no tengo muy claro que tiene que ver dicha mutilación con enamorarse o no enamorarse o con sentir deseo por otras mujeres (quizá el hecho de que el guionista sea un hombre tenga algo que ver), o la escena de las prostitutas y, de nuevo, la importancia del maquillaje. Y sí, sé que son metáforas, que las dictaduras misóginas realmente prohíben el maquillaje y los bikinis, pero también prohíben estudiar, trabajar o no casarse. Preferiría que no fuera una revista femenina o el maquillaje lo que representara la libertad de elegir (así lo expresa la protagonista cuando el Comandante se la entrega) Tengo la impresión de que cuando el protagonista de una historia parecida es un varón lo que añora siempre es la libertad. (Libertad que incluye la libertad para amar, por supuesto, pero la enunciación es importante). Y me hubiera gustado más que la protagonista llegara a ser parte de la resistencia al régimen opresor de la misma manera que llegaría un protagonista masculino: buscando luchar por su libertad y la de todas y todos y no tanto por amor y con el amor por medio. Así mismo quizá la autora encontró más efectista entregarle a la protagonista una revista femenina como símbolo de todo lo perdido que no un libro de poesía porque, quizá, alguien todavía piense que ninguna mujer lloraría por perder la posibilidad de leer poesía, o física cuántica, si nos ponemos. No es romántico, no, pero es más real. Y a mí me hubiera gustado más; como me hubiera gustado más que cuando él le pregunta: “¿Qué hay además de los hijos?” ella contestara: “la libertad”, por ejemplo (y tengo más respuestas). Llamadme tiquismiquis.

Publicado en:  Público

Por Beatriz Gimeno

Nací en Madrid y dedico lo más importante de mi tiempo al activismo feminista y social. Hoy, sin embargo, soy un cargo público. Estoy en Podemos desde el principio y he ocupado diversos cargos en el partido. He sido Consejera Ciudadana Autonómica y Estatal. Del 2015 al 2020 fui diputada en la Asamblea de Madrid y ahora soy Directora del Instituto de la Mujer. Sigo prefiriendo Facebook a cualquier otra red. Será la edad.
Tuve la inmensa suerte de ser la presidenta de la FELGTB en el periodo en que se aprobó el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género. He dado lo mejor de mí al activismo, pero el activismo me lo ha devuelto con creces.
Estudié algo muy práctico, filología bíblica, así que me mido bien con la Iglesia Católica en su propio terreno, cosa que me ocurre muy a menudo porque soy atea y milito en la causa del laicismo.
El tiempo que no milito en nada lo dedico a escribir. He publicado libros de relatos, novelas, ensayos y poemarios. Colaboro habitualmente con diarios como www.eldiario.es o www.publico.es entre otros. Además colaboro en la revista feminista www.pikaramagazine.com, así como en otros medios. Doy algunas clases de género, conferencias por aquí y por allá, cursos…El útimo que he publicado ha resultado polémico pero, sin embargo es el que más satisfacciones me ha dado. Este es “Lactancia materna: Política e Identidad” en la editorial Cátedra.

2 respuestas a «El cuento de la criada»

Creo que sí es un caso de «tiquismitismo,»: se trata de mostrar a una mujer que no pretende luchar, pero que poco a poco se da cuenta de que es necesario. Lo veo más realista, no todos somos héroes de la noche a la mañana. Igual que llegaron a esa teocracia porque no lo vieron venir hasta que no había solución. Su relación amorosa, en ese punto de la serie, es su manera de rebelarse, de recuperar su cuerpo y ssu deseos. Queda una segunda temporada, en la que, estoy segura, estará más comprometida con la resistencia: camino que ya se ha anunciado al final de la primera temporada. Pero bueno, cada uno enfoca el espejo de la realidad hacia donde más conveniente le parece.

Yo no comparto tu perspectiva sobre el amor en la serie. Creo que al reponder al comandante no dice lo que piensa, si no lo que ella cree que el quiere oir. Al fin y al cabo lo esta engatusando, como puede, que es lo inteligente y, sus conversaciones con el estan muy medidas.
En cuanto al chofer, no creo que sea amor romantico. Mas bien lo veo como la desesperada necesidad de contacto humano con alguien que la trata como a una presona cuando nadie lo hace.
En cuanto a la revista, desde el punto de vista del comandante es un regalo logico. Luego ella actua en parte para hacerle la pelota y, en parte por que, dadas las circunstancias, quizas cualquiet cosa de un mundo pasado la emocione.
En cuanto a la mutilacion yo no la entendi como que evite el amor perse. Si no como arma de terror y castigo para que no lo vuelva a hacer.

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