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No nos cuenten cuentos. Váyanse


Ahora salen Esperanza Aguirre y Mariano Rajoy pidiendo excusas y diciéndose muy avergonzados. Ahora los partidos entran en pánico y se disputan las declaraciones públicas más taxativas y la manera más rápida de dar de baja a sus militantes sospechosos. Todas esas cautelas que guardaban hace dos días, que si la imputación es una garantía para el imputado, que si tiene que haber comenzado el juicio oral, que si tiene que haber condena, que si ésta tiene que ser firme… Todo eso ha desaparecido tragado por el miedo a que la marea suba tanto que termine por ahogarles a ellos.

Para empezar, pretender que la corrupción desaparezca es una entelequia porque las políticas de austeridad impuestas a los países del sur de Europa, cuyo objetivo es laminar todo lo público, son un robo en sí mismas. Además, este es un país que apenas ha podido disfrutar de verdaderos valores democráticos, como una buena educación pública igualadora o una ética pública decente. Aquí nos regimos desde siempre por el puro privilegio y la herencia familiar conseguida de la manera que sea. Este es el país de la desigualdad y la incultura. Y en cuanto al sistema político que tenemos es uno que se basa en una carrera enloquecida por transferir a unas pocas manos privadas multitud de servicios y de bienes que son públicos. Es una enorme cantidad de recursos y de bienes, hay mucho dinero en juego y quien reparte ese enorme negocio, los políticos, no van a hacerlo sin llevarse su parte. En la lógica del sistema en el que vivimos los encargados de repartir juego no van a hacerlo gratis. Digamos que cobrar comisiones, directas o indirectas, por transferir dinero o bienes desde lo público a lo privado es uno de los trabajos más codiciados. Es lo que hace o hicieron Aznar, González, Granados, Güemes, muchos alcaldes, muchísimos concejales y consejeros… Una fina línea separa lo que se hace legalmente de lo que es ilegal. Todo es un robo, se trata de repartir el botín entre amiguetes. Ser consejero de Sanidad, por ejemplo, y acabar sin estar imputado por algo parece una entelequia.

Los políticos no pueden luchar de verdad contra la corrupción porque todo el sistema saltaría por los aires. Lo que en realidad tenemos es un sistema pantalla. Un sistema que en apariencia trabaja por el bien público pero que tiene el corazón y las tripas preparadas para la rapiña privada. ¿Cómo se hace compatible una política que es un robo con la salvaguarda del bien público? No se puede. Un funcionamiento de lo público que consiste en conceder prácticamente a dedo grandes negocios, una ley de contratos de la administración que deja el poder de repartir enormes negocios a los empresarios amigos, un funcionamiento de los servicios en los que el único criterio es el económico, unas maquinarias electorales (los partidos) que necesitan mucho más dinero del que tienen, unos sindicatos que son empresas, una ley del suelo que permite que alcaldes y concejales vendan hasta el más mínimo resquicio de terreno… Tenemos un sistema político ideado para que los que dirigen el cotarro se hagan ricos. Y se hacen ricos, algunos traspasando esa delgada línea de la ilegalidad. Y cuando la cosa parece que explota y que la ciudadanía exhausta no puede más, los políticos salen y echan unas lagrimitas. No nos cuenten cuentos ¿Quieren que se cumpla ley? ¿Quieren luchar contra esa corrupción que nos anega? Expulsar del partido a los corruptos es un castigo de broma, las penas a las que se enfrentan son una broma. Que Aguirre diga que no sabía nada o que Rajoy se muestre sorprendido es una broma cuando su propio partido se ha financiado ilegalmente y cuando tanto el gobierno de Aguirre en su momento como el de Rajoy ahora mismo está lleno de gente sospechosa.

Es una broma también ese teatro parlamentario en el que se echan en cara las corruptelas ajenas e ignoran las propias. Dejen de tomarnos el pelo. Destinen muchos más millones al funcionamiento de la justicia; convoquen miles de plazas a la judicatura (miles de jueces más), aprueben leyes que refuercen su independencia y no al contrario como vienen haciendo desde hace décadas. Aumenten exponencialmente el número de policías destinados a luchar contra la corrupción y los delitos económicos; hagan lo mismo con los inspectores de hacienda. Aumenten drásticamente las penas por corrupción en lugar de aumentar las penas de quienes se manifiestan contra la corrupción o son las víctimas de sus desmanes. Y finalmente, y es una de las cosas más importantes de las que nadie habla, democraticen el funcionamiento de la economía. Impongan una total transparencia a las cuentas públicas y al manejo del dinero; al fin y al cabo es nuestro dinero. Si los ciudadanos y ciudadanas pudiéramos conocer al dedillo cuánto cuesta esa rotonda, ese monolito o esa obra pública, qué ofertas se han presentado para gestionar esa escuela infantil y, además, pudiéramos decir algo sobre ello, ya verían que rápido se acababa todo. Mientras vivamos en un sistema que entiende como normal que una escuela infantil la gestione Florentino Pérez y no una cooperativa de especialistas en educación infantil, por poner un ejemplo, la corrupción no es que esté servida. Es que el sistema es corrupto. Para acabar con la corrupción ha que cambiar el sistema.

Así que, señores del PP y del PSOE, menos lobos. Dimitan todos y dejen que la ciudadanía indignada les explique cómo hay que hacerlo y en qué consiste la democracia.

Publicado en eldiario.es

Por Beatriz Gimeno

Nací en Madrid y dedico lo más importante de mi tiempo al activismo feminista y social. Hoy, sin embargo, soy un cargo público. Estoy en Podemos desde el principio y he ocupado diversos cargos en el partido. He sido Consejera Ciudadana Autonómica y Estatal. Del 2015 al 2020 fui diputada en la Asamblea de Madrid y ahora soy Directora del Instituto de la Mujer. Sigo prefiriendo Facebook a cualquier otra red. Será la edad.
Tuve la inmensa suerte de ser la presidenta de la FELGTB en el periodo en que se aprobó el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género. He dado lo mejor de mí al activismo, pero el activismo me lo ha devuelto con creces.
Estudié algo muy práctico, filología bíblica, así que me mido bien con la Iglesia Católica en su propio terreno, cosa que me ocurre muy a menudo porque soy atea y milito en la causa del laicismo.
El tiempo que no milito en nada lo dedico a escribir. He publicado libros de relatos, novelas, ensayos y poemarios. Colaboro habitualmente con diarios como www.eldiario.es o www.publico.es entre otros. Además colaboro en la revista feminista www.pikaramagazine.com, así como en otros medios. Doy algunas clases de género, conferencias por aquí y por allá, cursos…El útimo que he publicado ha resultado polémico pero, sin embargo es el que más satisfacciones me ha dado. Este es “Lactancia materna: Política e Identidad” en la editorial Cátedra.

3 respuestas a «No nos cuenten cuentos. Váyanse»

Estimada Beatriz, no he recibido respuesta a la petición que te hice. Por supuesto puedes rechazarla, pero me interesa saber si lo harás o si colaborarás. No tienes por qué darme más explicaciones. Lo entenderé.

Muchas gracias de todos modos.

Manuel Bermúdez

Hola Manuel. Perdona, estoy como loca. No puedo colaborar en nada que no sea lo que ya tengo. De hecho, he dejado algunas colaboraciones por falta de tiempo, como la que venía haciendo desde hace años en El Plural. Simplemente no doy más de mí. Gracias por el ofrecimiento y un saludo.

Querida Beatriz,

No pretendo ser espino, pero me encanta leer a gente que escribe este tipo de temas, y sirve para los que votan al Partido Socialista o IU, decir ahora que no los votarán, como es tu caso, aunque tengo la sensación que lo votarán, se auto-convenzan de que son el máximo dardo de la izquierda española.

Saludos.

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