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Crisis económica y crisis ecológica


En comparación con Kyoto, Durban ha pasado sin pena ni gloria por los medios de comunicación,  agobiados como estamos por la crisis. La crisis ha borrado cualquier atisbo del discurso ecologista que se estaba incorporando, muy lentamente, al discurso político general. La crisis se ha llevado por delante no sólo derechos y bienestar, sino que, de nuevo, ha hecho aparecer los discursos economicistas, productivistas, desarrollistas, como los únicos posibles. La derecha y la izquierda, PP, PSOE, IU y nacionalistas, economistas de derechas o izquierdas tienen como palabra fetiche “crecimiento”. Se discute cómo crecer, pero no cómo hacer para detener el crecimiento hasta hacerlo sostenible y desde ahí cómo organizar otra manera de vivir. Parece que sin crecimiento no hay salida ni salvación posible. Sin embargo, el “crecimiento” no es la salvación, sino la destrucción. Parece fácil de entender, no se puede crecer indefinidamente sobre algo que es limitado,  y ya estamos a punto de alcanzar el punto de no retorno. Esta obviedad, que entendería hasta un niño, ha desaparecido sin embargo, del discurso político general y no parece que esté entrando en el imaginario político cultural; no al ritmo necesario.La crisis económica no es nada si la comparamos con la crisis ecológica que se nos viene encima. La crisis ecológica, que ya está aquí, aumentará el sufrimiento de miles de millones de personas, puede hacer el planeta inhabitable.Estamos inmersos en una crisis del estado del bienestar, pero el bienestar puede resultar imposible dentro de mucho menos de lo que pensamos. El capitalismo nos impide pensar en ello. ¿Por qué? Porque salvar el planeta es imposible si no cambiamos el modo de vida y el sistema económico sobre el que hemos construido nuestra civilización. Es necesario un completo cambio del sistema, y no sólo productivo, sino también de valores. No es posible cambiar la tendencia cambiando sólo leyes, aun cuando ni las leyes están dispuestos a aprobar; haría  falta un empeño político, económico y cultural general y estamos muy lejos de haber siquiera comenzado a andar el camino.

La derecha por supuesto que negará el cambio climático hasta donde pueda, pagará estudios que “demuestren” que dicho cambio es una falsedad creada por izquierdistas para desnaturalizar el capitalismo; por supuesto mantendrá lobbys en todas las instituciones trabajando activamente en contra de cualquier medida que suponga un mínimo control siquiera de las actividades contaminantes. Pero la izquierda mayoritaria sigue el mismo camino y la única diferencia parece ser que la izquierda pone el adjetivo “verde” en sus papeletas electorales y que crea Ministerios de medio ambiente cuyos titulares sirven para anunciar que no podrán cumplir con las exigencias necesarias para salvar el medio ambiente,  (caso del ministro canadiense al anunciar la salida de su país del protocolo de Kioto) o para, salvo honrosas excepciones, camuflar las violaciones a las propias leyes 0 a las leyes internacionales, o incluso para preparar y hacer aprobar leyes destructoras del medio natural como en el caso de Brasil y la Amazonía.  Hemos visto también la escasa diferencia que hay a entre el EE.UU de Obama y el de Bush en lo que se refiere al ecologismo. Ambos han hecho lo posible para que fracasara Kioto y ahora Durban.

El capitalismo verde que se nos quiere vender no sirve ya, no va a frenar y mucho menos a revertir el cambio climático, cuyas desastrosas consecuencias padecen ya millones de seres humanos en forma de hambrunas y enormes migraciones climáticas. Hace falta cambiar el imaginario y dejar de repetir como un mantra que el crecimiento trae progreso y el progreso bienestar; eso no es necesariamente cierto; a estas alturas eso nos conduce al desastre y, en todo caso, y aun sin cambio climático, mayor crecimiento económico no trae necesariamente mayor bienestar y el PIB no mide el bienestar, ni la felicidad, ni la calidad de vida. Finalmente, incluso en el caso de que el crecimiento trajera automáticamente bienestar, eso ya da igual, porque no se puede crecer sobre lo que no hay.

En realidad no hay que trabajar más, sino menos, no hay que producir más bienes sino menos; no hay que tener más cosas, sino muchas menos, ni ganar más sino que hay que hacer que lo básico cueste mucho menos; que los bienes duren mucho, que no sean de usar y tirar. No hay que dedicar la vida al trabajo sino tener mucho más tiempo de ocio y de vida y separar definitivamente ocio y consumo. Ocio para vivir no para consumir. No hay que consumir para salir de la crisis, sino dejar de consumir tanto para salir de la crisis ecológica en la que ya estamos. Cambiar las pautas de producción, las pautas de desarrollo y las pautas de consumo, éstas se retroalimentan y deben cambiar al tiempo. Austeridad es una palabra clave, pero austeridad no significa empobrecer a la mayoría a costa de una minoría. Austeridad significa elegir entre todos y todas vidas con menos cosas pero con más derechos, vidas más iguales, con más justicia, con más calidad para la mayoría.

No es fácil, desde luego cambiar todo un imaginario colectivo construido desde hace siglos y que, además, han usado indistintamente el comunismo desarrollista y el capitalismo salvaje. Pero hay que comenzar a cambiar el discurso único, como sea, porque hay que empezar a destruir la proscripción sistemática que se está haciendo de las alternativas. Todo eso, dicho aquí de manera muy general como es lógico, puede sonar “demasiado” utópico y es utópico sí, pero es al mismo tiempo necesario y lo necesario no puede ser imposible. Aunque no lo parezca (porque eso nos han enseñado) mucho más utópico es pensar que sin ese cambio hay un futuro para la especie humana sobre este planeta.

Por Beatriz Gimeno

Nací en Madrid y dedico lo más importante de mi tiempo al activismo feminista y social. Hoy, sin embargo, soy un cargo público. Estoy en Podemos desde el principio y he ocupado diversos cargos en el partido. He sido Consejera Ciudadana Autonómica y Estatal. Del 2015 al 2020 fui diputada en la Asamblea de Madrid y ahora soy Directora del Instituto de la Mujer. Sigo prefiriendo Facebook a cualquier otra red. Será la edad.
Tuve la inmensa suerte de ser la presidenta de la FELGTB en el periodo en que se aprobó el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género. He dado lo mejor de mí al activismo, pero el activismo me lo ha devuelto con creces.
Estudié algo muy práctico, filología bíblica, así que me mido bien con la Iglesia Católica en su propio terreno, cosa que me ocurre muy a menudo porque soy atea y milito en la causa del laicismo.
El tiempo que no milito en nada lo dedico a escribir. He publicado libros de relatos, novelas, ensayos y poemarios. Colaboro habitualmente con diarios como www.eldiario.es o www.publico.es entre otros. Además colaboro en la revista feminista www.pikaramagazine.com, así como en otros medios. Doy algunas clases de género, conferencias por aquí y por allá, cursos…El útimo que he publicado ha resultado polémico pero, sin embargo es el que más satisfacciones me ha dado. Este es “Lactancia materna: Política e Identidad” en la editorial Cátedra.

4 respuestas a «Crisis económica y crisis ecológica»

Hola Beatriz, me gusta tú análisis y me encanta ver que te aventuras por estos caminos ecologistas llenos de piedras y atentados. Una apreciación te hago,
respecto al lenguaje y no al contenido, para evitar el confundir «la austeridad» con las nuevas recetas neoliberales del fundamentalismo económico que defiende los recortes y la «austeridad» de los recursos públicos y los derechos. Puede que la austeridad (en recursos biofísicos no en los recursos inmateriales) solo sea la palabra clave para el mundo humano sobreconsumidor y desarrollado al que nosotras pertenecemos, pero no es universalizable desde el compromiso con los problemas socioecológicos, ya que no es la receta adecuada para las necesidades vitales de las sociedades y grupos humanos empobrecidos y al borde de la miseria, enfremedad y muerte, cuya huella de destrucción ambiental es ínfima, y en este sentido son infraconsumidores de recursos y servicios medioambientales y no sobreconsumidores. En los debates fundados ecológicamente se usan otros lenguajes y valores para referirse a este problema de la esquilmación acelerada de los escasos y debilitados recursos ambientales del planeta, como son «la suficiencia» (versus abundancia). Besos. Mara

Como siempre das en el clavo , suscribo todo este artículo, en especial la utopía , yo si soy utópico y también decente. Adelante con tus artículos , siempre me tendrás como lector.Un abrazo fraternal.

A ver cómo se cambia el modelo de beneficios que, por ejemplo, Angela Merkel está planteando. Resulta que tenemos sobreproducción de todo, de alimentos, de tecnología, de vivienda, y sin embargo se van a primar los beneficios de la producción. Eso a costa de exprimir la Naturaleza que a este paso no nos va a durar mucho. Y después dejar la naturaleza hecha un desastre, con una contaminación tremenda y con recursos naturales inservibles.
¿Por qué no se hace que las empresas y organismos inviertan en limpieza del medio ambiente que estropean?
Los empresarios solo buscan ganancias, si se destruye un río porque una fábrica necesita utilizar el agua y luego dejarla sucia, nadie luego dice nada?. El empresario ha sacado su ganancia, ha mejorado su nivel de vida y ha empeorado lo que rodea a mucha gente.
Y nadie puede decir nada?.

Soy muy pesimista con respecto al futuro del cambio de modelo hacia una política y una economía «verdes». La mayoría de los gobiernos no lo consideran una prioridad, supongo que piensan que lo importante es volver a crecer, crecer y crecer a costa de lo que sea, porque si no crecemos lo que se dice que deberíamos crecer el fantasma de la recesión vendrá y nos comerá. Por eso a Durban no se le ha dado la importancia que debería tener. ¿No os parece que se nos pone en la disyuntiva de si queremos que la economía se vuelva a reactivar o salvar lo que queda de la Naturaleza? Si hay que cargarse selvas amazónicas o mares para que las agencias de calificación nos miren con buenos ojos, pues que se haga, total, según nos dicen el cambio climático es un cuento chino.
A veces me parece que llegamos tarde. En las ciudades españolas los niveles de contaminación son muy preocupantes. Creo que ya ha llegado la hora en que lo vamos a sufrir en nuestras propias carnes.

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