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Machifascitas


Existe una estrategia internacional, que se inicia en los 80 en los grupos de extrema derecha (antiaborto y anti derechos lgtb) de los EE.UU, para revertir en lo posible los avances de las mujeres en las últimas décadas. Mientras estos avances podían conseguirse sin tocar privilegios masculinos, sin desmantelar eso que se ha llamado sistema patriarcal, eran relativamente asumibles, pero ha llegado un momento en que las mujeres no podemos seguir avanzando hacia la igualdad completa si los hombres no renuncian, o se ven obligados a renunciar, a una parte de los privilegios que tienen por ser hombres, fundamentalmente a una parte del poder; simplemente porque el poder es el que es y donde antes estaban 100 hombres tendrán que estar 50, ya que pretendemos que entren 50 mujeres. El poder tendrán que compartirlo: en la familia, en las empresas, en el trabajo, en la política, en todos los ámbitos. Y tendrán que compartir también su contrapartida: el trabajo no remunerado que hacen las mujeres, el trabajo de cuidado.

Hasta ahora ser antifeminista estaba mal visto, al menos en Europa. Al fin y al cabo pocas cosas coinciden más con el espíritu de la democracia y de un estado social basado en la igualdad que el feminismo: igualdad y ciudadanía para todos/as. Era difícil oponerse al feminismo y han tardado en conseguirlo pero al final lo han hecho; lo han conseguido construyendo un discurso que parece igualitarista pero que persigue todo lo contrario.

La lucha es contra el concepto mismo de “género” porque este concepto ha sido el que permitió entender y conceptualizar la realidad de la situación de las mujeres y de los hombres y por eso su lucha es contra la ONU, contra la FAO, la UNESCO y todas las agencias internacionales que trabajan con la idea de género. Su lucha es contra las políticas de los países, contra los partidos, contra la idea misma de igualdad.

Porque el concepto de “género”, lo que hace es señalar que la desigualdad de las mujeres no es natural sino algo construido socialmente y por tanto puede revertirse, y en nombre de la igualdad debe revertirse. Cuando los neomachistas luchan contra esta idea, lo que hacen es tratar de devolver a las mujeres al estado de naturaleza; intentan volver a la idea de que lo que hace que mujeres y hombres vivamos en situaciones distintas se debe no a una desigualdad social de carácter estructural, sino a supuestas diferencias marcadas por la naturaleza y por tanto, según ellos, inamovibles.

El concepto de género es el enemigo a batir. Por eso para ellos la violencia de género no es tal, sino violencia en el ámbito familiar, con la que la desigualdad queda invisibilizada y el maltrato parece obra de locos; también por eso se disponen a cambiar una ley que claramente señalaba que la desigualdad de género es la causa de este tipo de violencia y que sólo se puede combatir reconociendo este hecho. Por eso no pueden soportar el lenguaje inclusivo, porque ese lenguaje visibiliza la entrada de otro sujeto, las mujeres, en el ámbito de lo existente.

Sus campañas están ya bien definidas: crear confusión usando cifras de inexistentes denuncias falsas por violencia machista; convertir a los hombres en las víctimas discriminadas por la paridad; hacer campaña también sobre unos supuestos hombres maltratados por las mujeres; conseguir la “custodia compartida” incluso en los casos de maltrato; extender por los tribunales un síndrome inexistente, el SAP, (Síndrome de Alienación Parental, creado por un padre maltratador y abusador expulsado del Colegio de Psicólogos de su país) para quitar a las madres la custodia de sus hijos e hijas.

Los neomachistas han conseguido abrir espacios desde sus páginas web en las que se presentan como víctimas de un sistema que “privilegia” a las mujeres. Pero cualquiera que entre en sus páginas verá que se trata de misóginos furiosos que en muchas ocasiones entre vivas a Franco y a Hitler y nostalgias de un pasado en el que las mujeres les pertenecían y no les disputaban nada, se atreven a llamarnos feminazis a las mujeres que luchamos por la igualdad.

Si ese discurso ha calado es porque conecta además de con los sectores más misóginos, con muchos otros que no siendo políticamente conservadores no han terminado de entender o aceptar la necesidad de luchar por la igualdad entre mujeres y hombres. Los derechos de las mujeres están siempre en riesgo y muchos hombres, partidos o instituciones supuestamente progresistas tienen dificultades para ser verdaderamente igualitarios. Es terrible ver a los grupos de Izquierda Unida o de Amaiur en el Congreso, por ejemplo, casi sin representación femenina. A los progresistas que aun no son beligerantemente igualitarios hay que denunciarles y exigirles que lo sean.

Hay que exigírselo porque vamos a ver cómo en la cuestión de los derechos de las mujeres, en ir recortando avances, se va a centrar una parte importante de la política de la derecha. Y es que por muy acostumbrados que estemos a la discriminación de las mujeres hay que llamar a las cosas por su nombre. Los que pretenden recortar nuestros derechos son fascistas. Los que pretenden borrarnos de la vida social, invisibilizarnos, mandarnos al espacio privado, ponernos del lado de la naturaleza, controlar nuestros cuerpos, imponer sus opiniones sobre cuestiones que sólo nos atañen a nosotras, dificultar por todos los medios a su alcance la consecución de la igualdad entre mujeres y hombres, son fascistas. Si esto mismo pretendieran hacerlo con cualquier otro grupo social o étnico, diríamos que son fascistas.

No diré que el PP está entre ellos, pero el PP está dispuesto a ser cómplice de una ideología que lo que pretende es eso: borrarnos y devolvernos al estado de sumisión del que tanto nos ha costado salir. A las cosas hay que llamarlas por su nombre y no engañarnos; son fascistas, son machifascistas.
Entrada completa: El Plural

Por Beatriz Gimeno

Nací en Madrid y dedico lo más importante de mi tiempo al activismo feminista y social. Hoy, sin embargo, soy un cargo público. Estoy en Podemos desde el principio y he ocupado diversos cargos en el partido. He sido Consejera Ciudadana Autonómica y Estatal. Del 2015 al 2020 fui diputada en la Asamblea de Madrid y ahora soy Directora del Instituto de la Mujer. Sigo prefiriendo Facebook a cualquier otra red. Será la edad.
Tuve la inmensa suerte de ser la presidenta de la FELGTB en el periodo en que se aprobó el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género. He dado lo mejor de mí al activismo, pero el activismo me lo ha devuelto con creces.
Estudié algo muy práctico, filología bíblica, así que me mido bien con la Iglesia Católica en su propio terreno, cosa que me ocurre muy a menudo porque soy atea y milito en la causa del laicismo.
El tiempo que no milito en nada lo dedico a escribir. He publicado libros de relatos, novelas, ensayos y poemarios. Colaboro habitualmente con diarios como www.eldiario.es o www.publico.es entre otros. Además colaboro en la revista feminista www.pikaramagazine.com, así como en otros medios. Doy algunas clases de género, conferencias por aquí y por allá, cursos…El útimo que he publicado ha resultado polémico pero, sin embargo es el que más satisfacciones me ha dado. Este es “Lactancia materna: Política e Identidad” en la editorial Cátedra.

3 respuestas a «Machifascitas»

Es cierto que el concepto de igualdad lo hemos construido los humanos; puesto que si nos despojamos de toda civilización y nos quedamos a la altura del resto de primates, nos encontraríamos con un patriarcado o con un matriarcado, según las circunstancias y necesidades, y no con una situación de igualdad. Pero estamos donde estamos, y si no fuésemos tan ignorantes, en general, como nos esforzamos en demostrar, sabríamos que la naturaleza no es algo inamovible, sino que está en continuo cambio. Por ejemplo, los seres vivos se reproducían asexuadamente antes de que el sexo supusiera una ventaja; el oxigeno era un veneno para la mayoría de los seres vivos, hasta que por la actividad de las microalgas el oxigeno se extendió por todo el planeta y los organismo que no se extinguieron se tuvieron que adaptar a este gas; todavía hoy es la principal causa del envejecimiento, debido a la oxidación. En términos globales, nuestro progreso es tan natural como lo son los nidos que construyen los pájaros, o los hormigueros y termiteros, las hormigas y termitas. No hay nada de antinatural en todo lo relativo a lo humano; ni siquiera las prótesis, que son un artificio, son antinaturales por su creación y uso. La humanidad dará un nuevo salto cualitativo en su progresión o desaparecerá por inadaptación a los nuevos tiempos. Ya no se necesitan ríos de testosterona ni montañas de músculos para sobrevivir o defender a los propios; el futuro va a depender de la cantidad de inteligencia que seamos capaces de desarrollar. Pero los últimos coletazos del machismo van a ser feroces, porque serán su último estertor.

Estimada Beatriz Gimeno, este artículo me ha dejado pensando claramente en los riesgos que corren el feminismo que tanto bien han hecho en los últimos años no solo a las mujeres de todos los colores, edades y condiciones sino también a los hombres, resumiendo a la sociedad. Hay una amenaza real y especifica de que las feministas perdamos fuerza y presencia ante el discurso machifascista (apropiándome de tu término). Como lo señala Martha Lamas, si las feministas no hacemos un frente común contra la corriente machifascista, que implica la autocritica haciendo frente y revirtiendo el discurso del «mujerismo» -desarrollado por grupos sectarios de feministas- en los próximos años habrá una desintegración radical de mensaje esperanzador del feminismo.

Actualmente ya hay una tendencia de confundir el feminismo con la conducta desarrollada por los hombres llamada machismo, existen miles de estereotipos que buscan distorsionar la idea de lo que significa ser feminista, a la mayoría de las mujeres jóvenes les resulta chocante que las cataloguen como tales aunque sin saberlo lo sea. En fin, Beatriz gracias por tus reflexiones y preocupaciones que las comparto en su totalidad.

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