En relación a uno de mis últimos post en el que criticaba la nula responsabilidad personal que nos hemos acostumbrado a exigir a los parlamentarios/as dando por hecho que simplemente son peones al servicio de su partido sin más, sin capacidad para hacer ningún tipo de movimiento y mucho menos para reivindicar su dignidad política, y sus supuestos ideales y valores (los que lo tengan), hemos tenido en la última semana una muestra de ello muy llamativa.
Alfonso Guerra sí acudió a la tradicional fiesta de Rodiezmo con la que se abre antes el curso político y a la que antes acudían representantes del gobierno cuando tenían algo de izquierdas que decirles a los trabajadores. Ahora que ya no queda nada de ese discurso ya no van. Quien sí que continúa acundiendo es Alfonso Guerra porque él se permite decir lo que quiere; y me parece bien. Así que en Rodiezmo lanzó un discurso de izquierdas diciendo más o menos lo que decimos las personas normales que estamos sufiendo como la política de derechas (la que hace el PSOE) nos está pasando por encima como una apisonadora.
Allí Guerra se refierió al poder de los mercados, a cómo los mercados han sustituido a la democracia en la toma de decisiones; se refirió a una democracia que ya no representa a la ciudadanía, de cómo lo que los poderosos quieren es reducir al máximo los derechos de los trabajadores etc. U n discurso que, por supuesto, el presidente del gobierno o sus ministros o candidatos jamás harían, al menos en público. En lo que dijo Guerra tenía toda la razón. Pero si eso es lo que piensa ¿por qué no vota que no a la reforma constitucional? ¿por qué no abandona su escaño? ¿Es que no hay absolutamente ninguna relación entre ocupar un puesto en el Congreso de los Diputados y participar en votaciones y en la aprobación y redacción de determinada legislación, y sus opiniones personales, completamente contrarias, al parecer, a dichas leyes?
Guerra tiene 71 años, una edad en la que todo el mundo está jubilado. Pero él sigue ahí sentado mientras critica la situación política de la que su partido es en parte responsable y además, renuncia a cambiarla o a intentar cambiarla con un voto negativo, o trabajando para reunir los votos que pudieran exigir que se celebrara un referendum. Está claro que la ciudadanía nos hemos acostumbrado a que los diputados y diputadas no son más que peones sin voluntad propia al servicio de su empresa/partido porque de lo contrario no nos parecería normal la actitud de «estoy pero no estoy» de Guerra.
Ser diputado no debería ser calentar sin más el asiento y cobrar a fin de mes. ¿Es que ser diputado no tiene ninguna importancia? ¿Es que ser diputado consiste en decir a todo que sí? ¿Es que ser diputado y defender tus principios está reñido? Todos ellos y ellas son personas que tienen una responsabilidad con sus votantes antes que con su partido/empresa, y debemos exigírsela. Si no están de acuerdo que no lo cuenten en corrillos ni en discursos inútiles, que se muevan, que dimitan, que abandonen el partido, que voten en contra, que disientan. Tampoco vale ausentarse del hemiciclo para no votar, eso es una cobardía. Guerra, o los representantes de Izquierda Socialista son unos cobardes y que no crean que su dignidad ni sus principìos han quedado a salvo sólo porque se han atrevido a hacer novillos. Esto es en serio, las niñerías no valen.
Una respuesta a «Responsabilidad personal.»
Recientemente – hoy me permito cierta ironía y «divertidismo» – se ha creado un grupo en facebook, llamado algo así como «militantes socialistas que se quejan de su partido pero no se van». Pues eso.
Hay alternativas de izquierdas al PSOE, y no hace falta ser Doctorado en Ciencias Políticas para saberlo. Existe IU, EQUO, Compromís, ICV, CHA… vivas donde vivas de las Españas, tienes una opción.
Pero está el voto útil, está la ley electoral, y los militantes y diputados del PSOE, en muchos casos, prefieren la seguridad de estar en un partido grande de centro que en un partido pequeño de izquierdas. Es así. Más vale malo conocido que bueno por conocer.
Seremos los que nos arriesgamos a nuevas opciones, los que defendemos lo que creemos justo, los que acabaremos ganando, como mínimo, la batalla moral.