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Después del atentado


Después del atentado de Oslo un líder musulmán ha dicho algo que hasta ahora era un tabú: ha relacionado el antisemitismo con la islamofobia que asola Europa. No llegó a decir que los musulmanes son los nuevos judíos pero yo sí lo digo. Admito que puede ser una comparación exagerada; es cierto y lo es en dos sentidos. El primero es que antes de la llamada “solución final”, es decir, antes del Holocausto, los judíos habían sufrido siglos de persecución y muerte. Lo es también en el número de muertes y en el sufrimiento padecido. El antisemitismo produjo un crimen de tal magnitud que es casi inconmensurable. Pero la comparación no está tan descaminada en tanto en cuanto que los musulmanes se han convertido en los Otros de los europeos, huérfanos desde la II Guerra Mundial de un extranjero sobre el que verter los fantasmas de intolerancia y del miedo al diferente que habitan en los seres humanos y que deben ser permanentemente combatidos desde la política, los medios, la educación, y la democracia y las libertades públicas.

Por el contrario, esos fantasmas están ahora encontrando el peor de los caldos de cultivo posibles, una crisis que se está resolviendo de manera injusta y que alienta el peor de los populismos, el cuasi fascismo de la extrema derecha que en toda Europa busca llegar al poder difundiendo, exacerbando y culpabilizando después a ese falso enemigo. El odio al extranjero, al Otro, se ha hecho cuerpo en la desconfianza hacia los musulmanes y lo hace alentados por los de siempre: los que pretenden sacar réditos políticos y los que son fanáticos e intolerantes ellos mismos. Y se extiende sin que se le haya puesto ningún freno. El freno que sin embargo sí ponemos ahora frente al antisemitismo como si cometido el enorme crimen contra los judíos ahora la intolerancia pudiera volverse contra otros, como si los controles frente a la intolerancia que termina por ser criminal sólo se activaran frente al antisemistismo; los judíos ya pagaron y el antisemitismo se ha incluso prohibido legalmente. Ahora los musulmanes son los malos, son los antidemócratas, los machistas, los incultos, los que no valoran suficientemente las ventajas de la sociedad occidental. Los que no merecen disfrutar de esas ventajas.

Pero no sólo la extrema derecha alienta la islamofobia. Personas de izquierdas o personas por lo demás nada fanáticas ni intolerantes incurren (o incurrimos) en intolerancia y xenofobia cuando se trata de los musulmanes. El problema no es criticar lo que de machista tenga la cultura o musulmana o sus costumbres, sino a toda la cultura musulmana como si la nuestra no fuera machista, y no distinguir, como muchas veces se hace, entre costumbres diferentes y costumbres intolerables. El problema no es criticar las dictaduras de los países musulmanes, sino criticarla de lejos,  como si no fuera la propia ciudadanía de esos países la que la sufre; como si fuera algo que casi les es consustancial. Y criticar a esos países sin volcarnos en apoyar el ansia de libertad y de justicia por la que están muriendo los egipcios, los sirios, los libios. El problema es que llevamos demasiado tiempo viendo cómo nuestros gobiernos apoyan a esas dictaduras que masacran a sus pueblos o que discriminan a sus mujeres sin que se nos mueva un pelo.

Después de un crimen que nos ha dejado sin palabras resultaba repugnante al día siguiente ver cómo algunos periódicos se esforzaban en “salvar” las ideas del asesino, más allá de sus actos. El Mundo decía claramente que hay que tener cuidado con no criminalizar las ideas que impulsaron al asesino, por no hablar de los demás panfletos ultraderechistas como La Razón o La Gaceta. El tipo se ha pasado, sí, pero las razones no están desencaminadas, algo así. Vomitivo. Las razones del asesino son razones que incitan a la violencia y al crimen, ¿a qué si no?

Si un musulmán fanático comete un crimen contra no musulmanes inmediatamente es un terrorista y una muestra de que todos los musulmanes nos amenazan. Si un europeo comete un crimen terrible (es difícil encontrar algo peor que matar uno a uno, como conejos, a chicos y chicas adolescentes, viéndoles la cara, escuchando sus súplicas) no es un terrorista de ultraderecha, un terrorista xenófobo, cuyas ideas nos amenazan de igual manera (a la vista está) sino un loco que ha encaminado mal ideas que otros defienden claramente sin necesidad de matar a nadie (todavía). Siempre hay un todavía. Cuando se defienden, mantienen y difunden ideas de odio éste terminará tomando cuerpo. No hay otra salida para el odio que más odio.

Esas ideas fanáticas se han hecho programas políticos  sin que nadie las pare. Se han hecho artículos, editoriales, opiniones que expresan abiertamente esto mismo sin que se tomen medidas para atajarlas o no se tomen las suficientes, a la vista está. Los gobiernos colaboran de manera sutil tomando medidas contra gitanos, rumanos, musulmanes, extranjeros y en muchas ocasiones esperan, también sutilmente, que estas medidas distraigan a la opinión pública de sus propias deficiencias. Al mismo tiempo la educación en valores de igualdad, democráticos y cívicos sigue sin poder ser una realidad.

¿Qué hay que esperar que pase para que la democracia se proteja y nos proteja del odio y del fanatismo que por su propia naturaleza amenaza la libertad de todos y todas y la misma democracia? ¿O acaso depende del número de muertos que tal odio haya producido? Espero que no.

Por Beatriz Gimeno

Nací en Madrid y dedico lo más importante de mi tiempo al activismo feminista y social. Hoy, sin embargo, soy un cargo público. Estoy en Podemos desde el principio y he ocupado diversos cargos en el partido. He sido Consejera Ciudadana Autonómica y Estatal. Del 2015 al 2020 fui diputada en la Asamblea de Madrid y ahora soy Directora del Instituto de la Mujer. Sigo prefiriendo Facebook a cualquier otra red. Será la edad.
Tuve la inmensa suerte de ser la presidenta de la FELGTB en el periodo en que se aprobó el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género. He dado lo mejor de mí al activismo, pero el activismo me lo ha devuelto con creces.
Estudié algo muy práctico, filología bíblica, así que me mido bien con la Iglesia Católica en su propio terreno, cosa que me ocurre muy a menudo porque soy atea y milito en la causa del laicismo.
El tiempo que no milito en nada lo dedico a escribir. He publicado libros de relatos, novelas, ensayos y poemarios. Colaboro habitualmente con diarios como www.eldiario.es o www.publico.es entre otros. Además colaboro en la revista feminista www.pikaramagazine.com, así como en otros medios. Doy algunas clases de género, conferencias por aquí y por allá, cursos…El útimo que he publicado ha resultado polémico pero, sin embargo es el que más satisfacciones me ha dado. Este es “Lactancia materna: Política e Identidad” en la editorial Cátedra.

5 respuestas a «Después del atentado»

Magnífico artículo, Beatriz.

Solamente una cosa, creo que en el primera frase, donde dices «antiislamofobia», quieres decir simplemente «islamofobia» o bien «antiislamismo».

Gracias por tu trabajo.

Es cierto, lo corrijo. Andaba con «antisemitismo»…y se me coló el «anti», gracias por avisarme.

¿Qué se puede esperar de una sociedad que vive des-informada? O mejor…mal informada. Es muy fácil sembrar la semilla del miedo al diferente, sea cual sea. Y los medios de comunicación mayoritarios están en manos de unos desalmados

El problema es que es muy fácil encontrar casos o ejemplos reales que nos den la razón en cuestión de odios a colectivos; dirijamos nuestros odios hacia el colectivo que nos de la gana o de forma aleatoria, siempre encontraremos casos que justifiquen nuestros odios y demuestren que estamos en posesión de la verdad, o como mínimo, que tenemos razones para odiar. Así que, con esta facilidad para odiar, sólo nos queda la educación como últma esperanza.

Tal como dices si es un musulmán el que comete un asesinato son culpables todos los musulmanes, mientras que si es un blanquito, rubito y noruego, es un loco al que se le ha ido la pinza. Ambos ejemplos tienen su base en odios llevados al extremo y no hay ninguna diferencia entre ellos.

La islamofobia es producto de la histeria colectiva del 11S. Ese día todos los musulmanes pasaron de manera exponencial a ser terroristas en potencia. ¿¿¿Todos??? ¡¡¡No!!! No todos los musulmanes tienen la culpa de los grandes males de la Humanidad, solo aquellos que llevan barba larga y galabiya, ¡¡estos son terroristas todos!! En los últimos tres años he estado viviendo en dos países de mayoría (aplastante mayoría) musulmana: Egipto y Uzbekistan. En el primero son musulmanes árabes y he de decir que generé una brutal islamofobia, tanto que era caminar por la calle Tribulete en Lavapies y me ponía de mal humor. La forma de ningunearme y de ignorarme de manera manifiesta añadido a la situación que vivían todas las mujeres que me rodeaban hizo crecer en mí un rencor y un tremendo mal rollo hasta el punto que se terminó convirtiendo en una islamofobia galopante (en parte superada ya, solo dirigida hacia ciertos personajes concretos). En contraposición al islamismo árabe está el islamismo ruso donde el laicismo es total y son musulmanes culturales como los españoles católicos. Sí, sacamos las vírgenes en Semana Santa, pero a la hora de la verdad, ¿cuántos van a misa y cuántos ponen la X en la casilla de la Iglesia? Pues igual estos, comen cerdo y beben vodka sin ningún miramiento. ¿Quién pensaría que los musulmanes bosnios son todos terroristas? ¿o los musulmanes turcos? La imagen del musulmán terrorista está claramente ideologizada a través de los mensajes liberados tras el 11S y se corresponde con una imagen muy clara de lo que nos han dicho que es un musulmán.

El 11S cambio el mundo en muchos sentidos, especialmente la lista de Top Hits de grupos más odiados del mundo. Aquellos que apoyan las mismas ideas que llevaron al asesino noruego a realizar semejante masacre tratan de alejarse de él diciendo que era un loco, pero no es un loco aislado, no es un lobo solitario, hay mucha gente más cerca de lo que pensamos que comparte sus mismas ideas. Las posiciones se radicalizan, hay que estar atentxs.

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