No vamos bien, las mujeres no vamos bien en el mundo. ¿Alguien se acuerda cuando se decía que el XXI sería el siglo de las mujeres? Las mujeres se empobrecen en todo el mundo, cada vez son más pobres. En los países desarrollados también. A pesar de que estamos mejor preparadas, que cada vez hay más universitarias, que sacamos mejores notas, el paro femenino dobla al masculino y con la crisis y las medidas tomadas, la distancia, lejos de disminuir, aumentará. Las mujeres volverán a depender de sueldos masculinos para subsistir. Muchas se quedarán en casa “ayudadas” por leyes que ya existen y otras que se inventarán (además de la falta de servicios públicos) para que no compense trabajar fuera. A la hora de la crisis ningún gobierno se ha acordado de que somos las principales perjudicadas. Todas las medidas tomadas hasta ahora están dirigidas a que crezcan los empleos masculinos, los que cuentan a la hora de medir el descontento social. Tienen razón. El descontento de las mujeres no cuenta y es culpa nuestra si no lo hemos hecho notar. Porque votamos, compramos y participamos, pero no hacemos valer nuestra ciudadanía.
No vamos bien; hace años que el tráfico de mujeres se ha convertido en uno de los grandes negocios mundiales, el segundo negocio después del de las drogas. Mujeres compradas y vendidas que después se ofertan en los anuncios de los periódicos. Los leemos cada mañana, y no hacemos nada, las mujeres que tienen puestos de poder, las que están en los partidos no hacen ni dicen nada. Y nosotras, todas, seguimos comprando esos periódicos. Después vemos a esas mujeres casi desnudas en las carreteras por las que pasamos con nuestros coches, y no hacemos nada. Los partidos se pelean entre ellos a cuenta de si se explica o no en los colegios que chicos y chicas son iguales pero ellos, los adolescentes, después de clase pueden irse a cualquier calle céntrica de casi cualquier ciudad y sodomizar a una mujer inmigrante por 20 euros. Así aprenden que no somos iguales, y tienen razón, no lo somos.
Nadie aborda el debate de la prostitución y nosotras, desde los partidos políticos, desde las asociaciones, permitimos que la izquierda diga que es un “debate muy complicado” y que tienen posturas ambiguas que consisten, básicamente, en no tocar el asunto. Pero seguimos votándoles. Nosotras les votamos, y en el Congreso, en los Ayuntamientos, en distintas asociaciones, en medios de comunicación y por supuesto en los partidos políticos hay muchas mujeres que no dicen gran cosa. Porque los que mandan son ellos; el poder de las mujeres, de la que sea, no deja de ser delegado. Ninguna rompe la baraja.
El mundo está lleno de países que esclavizan/oprimen a las mujeres y no se hace nada. No hay una sola agenda de política exterior que haya tenido en cuenta este pequeño detalle. Soldados españoles están en Afganistán defendiendo al gobierno que impuso la ley que permite a los maridos violar a las mujeres. No pasa nada. Nuestra ministra de defensa es una mujer, pero no pasa nada. Podríamos tener una ministra de exteriores que iría como ministra a países en los que la mujer no puede salir de casa, y no pasaría nada. Lástima que ninguna ministra, diputada, senadora, concejala o lo que sea, quiera desafiar el poder de los que mandan, que son ellos; alzar la voz y decir que ya basta. Ninguna política exterior ha cambiado un ápice por los derechos de las mujeres. Pero a la Sudáfrica del apartheid se la borró del mapa internacional sin mayores problemas y constantemente se utilizan las presiones políticas o económicas para influir en las políticas internas de los países. Nada de eso es nuevo, pero sí lo sería que una primera ministra decidiera que su país impondrá sanciones a los países que oprimen a las mujeres; que las diputadas decidieran exigir que los derechos de las mujeres se tuvieran en cuenta en política exterior; que las concejalas de todos los partidos, por ejemplo, se unieran para impulsar políticas feministas sobre la prostitución. No se trata de gobernar diferente, se trataría, por una vez, de tener en cuenta los intereses de la otra mitad de la humanidad.
Como nunca pasa nada, pues a Berlusconi se le ríen las gracias y las italianas le votan. Si ellas le votan ¿qué vamos a decir nosotros? Cualquier día tenemos aquí a un Berlusconi y no diremos nada porque preferiremos no poner en peligro nuestros puestos de ministras, concejalas, directoras generales, profesoras o lo que sea. Al fin y al cabo, las putas son otras y las afganas también. Lo malo es cuando para ser ministra, concejala, directora o profesora…haya que ser antes velina.
Publicado en: El Plural