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¿Qué hacemos en Afganistán?


Soledad Gallego Diaz lo escribió en su artículo de hace un par de semanas en El País, pero también los foros feministas están revueltos, y con mucha razón. El motivo es la “Nueva Ley sobre la familia afgana” que al parecer, ha firmado ya el presidente de aquel país, Hamid Arzai. Esta ley convierte en esclavas a las mujeres chiies y demuestra de paso lo poco, o nada, que les importa a nuestros democráticos países la suerte de las mujeres. Hay que recordar aquí las importantes sanciones que la comunidad internacional adoptó contra la Sudáfrica del apartheid, a la que llegaron a expulsar de la ONU por discriminar legalmente a su población negra. Está claro que las mujeres no hemos alcanzado ese estatus en el que nuestra libertad y nuestros derechos puedan utilizarse como motivo de sanción. Como excusa desde luego que sí, las mujeres -recuerden- fueron “las armas de destrucción masiva” (es decir, la mentira) utilizada para invadir Afganistán.

Sólo cuando grupos feministas del propio Afganistán y de fuera denunciaron e hicieron circular el texto de la nueva ley, sólo entonces, algunos/as dirigentes han levantado tímidamente la voz. Poco más. Los países occidentales, nuestros países, nuestros gobiernos, nuestros impuestos, van a seguir mandando dinero a Afganistán para ayudar a “reconstruirlo”. A reconstruirlo en la barbarie parece ser, pero no importa; lo único que importa es que sus terroristas no vengan a matar aquí; que maten a sus mujeres allí no parece que sea en absoluto prioritario. En el fondo, una particularidad cultural.

Nuestro Gobierno sostiene que la igualdad entre hombres y mujeres es una de sus prioridades. Al parecer vamos a tener tropas allí para garantizar el buen transcurrir de las elecciones. ¿Qué democracia es esa que puede prohibir a las mujeres que acudan a votar sin el permiso de sus maridos? Si el Gobierno de Zapatero no dice nada, tendremos que comenzar a pensar que los viajes de la vicepresidenta Maria Teresa Fernández de la Vega a África para reunirse con mujeres africanas son pura promoción, que cuando se declaró “horrorizada” por posar con un polígamo en uno de sus viajes no hacía más que quitarse el muerto de una mala foto de encima; que las políticas de igualdad se adoptan cuando se piensa en réditos electorales, pero no cuando pueden suponer un coste. Sobre todo, tendremos que empezar a sospechar que esa “Alianza de Civilizaciones” no sirve para nada más que si acaso, para reforzar o legitimar la incivilidad de algunos países.

Soy de ésas que piensan que garantizar o no los derechos de las mujeres y su capacidad para elegir es lo que hace que una sociedad sea o no civilizada. Se me podrá llamar eurocéntrica, etnocéntrica, imperialista cultural o todo lo que se quiera, pero es mi límite y de ahí no me bajo. Por tanto, no hay más que una civilización y es aquella que garantiza derechos y libertades a todos y a todas. A partir de ahí, cualquier diversidad es enriquecedora, menos de eso, nada. Todos los seres humanos, todos y todas, quieren ser libres, tan libres como se pueda llegar a imaginar, no hay diferentes grados de libertad para diferentes tipos de personas. Es evidente que no es sólo el Gobierno español el concernido y que otros países más poderosos y más implicados podrían ser más “convincentes” (¿No era Hillary Clinton feminista?) Que las mujeres cuentan menos para todo el mundo es obvio. ¿Por qué merece manifestaciones el bombardeo de Gaza y no la supresión legal de los derechos humanos de las mujeres afganas?

En todo caso, a nosotros/as nos corresponde pedir cuentas a nuestro Gobierno. ¿Qué estamos haciendo allí? ¿A quién estamos protegiendo? ¿Los derechos y la libertad de quién estamos garantizando? ¿Qué elecciones son esas?

Publicado en: El Plural

Por Beatriz Gimeno

Nací en Madrid y dedico lo más importante de mi tiempo al activismo feminista y social. Hoy, sin embargo, soy un cargo público. Estoy en Podemos desde el principio y he ocupado diversos cargos en el partido. He sido Consejera Ciudadana Autonómica y Estatal. Del 2015 al 2020 fui diputada en la Asamblea de Madrid y ahora soy Directora del Instituto de la Mujer. Sigo prefiriendo Facebook a cualquier otra red. Será la edad.
Tuve la inmensa suerte de ser la presidenta de la FELGTB en el periodo en que se aprobó el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género. He dado lo mejor de mí al activismo, pero el activismo me lo ha devuelto con creces.
Estudié algo muy práctico, filología bíblica, así que me mido bien con la Iglesia Católica en su propio terreno, cosa que me ocurre muy a menudo porque soy atea y milito en la causa del laicismo.
El tiempo que no milito en nada lo dedico a escribir. He publicado libros de relatos, novelas, ensayos y poemarios. Colaboro habitualmente con diarios como www.eldiario.es o www.publico.es entre otros. Además colaboro en la revista feminista www.pikaramagazine.com, así como en otros medios. Doy algunas clases de género, conferencias por aquí y por allá, cursos…El útimo que he publicado ha resultado polémico pero, sin embargo es el que más satisfacciones me ha dado. Este es “Lactancia materna: Política e Identidad” en la editorial Cátedra.

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