La semana pasada fue no de pasión, sino de gozo. Primero una ministra embarazada pasa consulta a las tropas y la carcunda casposa berrea su desazón. A mí se me caen las lágrimas de alegría. Se nota que a la ministra no le han pedido ese certificado de esterilidad que muchos empresarios piden a sus trabajadoras antes de contratarlas. Ahora queremos ver a una generala embarazada, y yo personalmente no me quiero morir sin ver a una Presidenta de Gobierno embarazada. ¿Se imaginan? En medio de una cumbre de la OTAN, rodeada de todos esos señores con corbata y traje y ella con su tripa. Y El Mundo y demás afines clamando que el país está a punto de hundirse y que cómo se nos ha ocurrido a la ciudadanía votar a una mujer en edad fértil. Y nosotras disfrutando.
Después está lo que ocurre en el PP, que también comienza a ser bastante gracioso. “Esmirriado caudillismo”, “zafiedad ideológica”, “comportamiento grosero, penoso y miserable”; “navajero de barrio”, “autoideólogo pepiñoide” ¿Es Zapatero? ¿Es Pepe Blanco? ¿Bermejo…? No… es Rajoy descrito por Losantos. Por fin todos ellos enredados en su propia mierda, con perdón. Y mientras Aguirre asegurando que el PP no es homófobo, que cómo es posible que se haya expandido semejante infundio. Yo recuerdo aquella manifestación a la que acudió tan contenta junto a los obispos en los que la palabra “culo” se repetía en multitud de pancartas.
Y finalmente por ahí anda el Papa pidiendo perdón por los miles de casos de abusos sexuales a niños cometidos por sacerdotes. Está bien que pida perdón, -sólo ha tardado treinta o cuarenta años- y no los 400 que tardaron con Galileo que, para cuando le llegó el perdón, era ya ceniza. Ahora sólo nos queda que en España, cuando surja un caso de estos, el obispo de turno entregue a estos pederastas a la justicia y no, como hacen hasta ahora, que los cambian de parroquia (es decir, de niños) o, como mucho, los mandan a descansar a una residencia. Todo se andará porque, como hemos visto, las cosas andan y no se están quietas. Hay semanas, como ésta, en las que dan ganas de decir: “Adelante, sigamos, que todo va bien”.
Publicado en: El Plural