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Lo que voy a votar


Hace un par de meses, me contactaron desde un Círculo para que fuera a dar una charla sobre feminismo. Cualquiera que haya estado en Podemos sabe lo que es una charla normal en un Círculo de barrio: militantes ya convencidos, poca gente, un acto muy interno y que sólo se hace por militancia (la cual es una magnífica razón) Con el acto convocado y los carteles diseñados, un dirigente del partido en Madrid, un imbécil, obligó al Circulo a desconvocarlo. Vetó mi presencia, sin otra razón que, supongo, no percibirme como “de las suyas” aunque lo cierto es que nunca he dicho públicamente nada acerca de lo que pienso de la escasa capacidad intelectual de este dirigente en cuestión o de su tipo de liderazgo, que consiste en romper cualquier cosa que considere un obstáculo. Preocuparse de prohibir mi presencia en un acto minúsculo implica una perseverancia en el mal propia de los más tontos, de los que en un comic aparecen siempre cavando en dirección contraria a la que se necesita. Pero cierto es que ese día, me sentí expulsada del partido.  

Estoy en Podemos desde el minuto uno. He ocupado diversos cargos y me he ocupado (mucho) del feminismo. He sufrido todo tipo de campañas, internas y externas muy duras. He sufrido tanto como la que más, aunque haya sido menos visible. He arriesgado mucho y he perdido mucho, sobre todo -pero no sólo- salud mental. En este partido he conocido lo peor de la política. Psicópatas de manual, dictadorzuelos ambiciosos de todo tipo, teóricos políticos de medio pelo; gente dispuesta a traicionar lo que sea por entrar, por seguir, por mandar…He conocido eso que ocurre en todos los partidos y que nadie ha podido impedir que ocurra también en este.

A veces tengo la sensación de que desde que acudí al acto del Palafox y hablé del feminismo, no he hecho sino vivir una guerra. Hoy, cuando todo el día escuchamos hablar de feminismo me gusta recordar aquel acto porque inmediatamente después del mismo, en el grupo recién creado y llamado “de Igualdad” (algunas “feministas” se negaron a que se llamase de Feminismo porque eso “espantaba a la gente”) se me criticó muy duramente. Según muchas no se entendió lo que dije y fui demasiado feminista (aquí está para comprobar lo ininteligible de mi discurso (https://www.youtube.com/watch?v=oz6fZTOz0FQ&t=4s)  La mayoría de las que me dijeron eso hoy están en otros partidos organizando actos feministas, son las más feministas. Así que no toda han sido derrotas, eso es un triunfo.  

En todo caso los partidos son así, no son el mejor invento del mundo para hacer política, pero no tenemos otro. Tampoco son muy diferentes de las organizaciones en las que esté en juego algo de poder, algo de dinero, algo de la posibilidad de construirse para uno o una misma una vida mejor. Son así las oficinas, las compañías teatrales y las orquestas.  Cualquier grupo humano está lleno de gente tóxica, desleales, mediocres con ínfulas. Si habitar cualquier partido no es sencillo (aún menos para las mujeres y mucho menos para las personas no competitivas) lo cierto es que todo resulta mucho peor en los partidos nuevos porque el tiempo ayuda a encauzar y templar los procesos internos. Un partido nuevo es siempre un volcán en erupción. En el caso de Podemos, además, ha sido un volcán bombardeado con napalm por todos sus lados a ver si se cerraba. Hemos vivido esquivando bombas, literalmente: campañas de acoso, querellas falsas, denuncias, persecuciones. En demasiadas ocasiones el infierno ha sido un lugar más agradable para vivir que este partido.

He conocido lo peor de la política, pero también lo mejor. El otro día tuve ocasión de reunirme con algunas personas que se incorporaban, por primera vez, a las listas electorales de lugares de esos que no dan dinero, ni prestigio, que sólo dan problemas.  Uno de ellos era un hombre mayor con toda una vida de lucha a sus espaldas. Me dijo: “he estado esperando que surgiera algo como Podemos 40 años”. Y yo lo entendí perfectamente. Lo mejor de mi vida política en Podemos han sido las campañas electorales, y no porque a mí se me den especialmente bien, sino porque era el tiempo de ir por los pueblos y encontrarme con esa gente que no es ni imbécil, ni mediocre ni tóxica, esa gente que lleva a sus espaldas vidas enteras de lucha social y política y que se han volcado en Podemos desde el principio, sabiendo bien lo que significaba entrar en un partido como este. Gente que ha puesto mucho trabajo, mucha ilusión, muchísimo de su tiempo y, desde luego, de su vida para que este partido saliera adelante; que han sufrido agresiones, que han sufrido insultos, pero que se han aferrado a la ilusión de construir una alternativa real al bipartidismo, un partido que esté dispuesto a hacer políticas sociales digan lo que digan los poderosos. Podemos no tiene comisionistas, es de los pocos partidos (al menos de ámbito estatal) en donde los lobbies no tienen ningún poder, no tienen hilo directo para conseguir “ablandar” determinadas leyes.

Lo que me haya pasado a mí, más allá de la queja sanadora (la queja es también una emoción feminista, como bien escribe Sarah Ahmed) no tiene importancia. Me lamo las heridas y sigo. No soy la única damnificada, ni seré la última. Pero la necesidad política de que Podemos exista y esté en el gobierno está muy encima de mis cuitas. Nos jugamos la necesidad de seguir asegurando políticas que mejoren la vida de la gente y se trata también de instaurar un espacio de resistencia porque en este tiempo de trumpadas y ayusadas, de fakes y posverdad, que enmascaran la verdadera intención de esta extrema derecha que lo ocupa todo, y que no es otra que acabar con los derechos sociales y, si se tercia, con la democracia, es imprescindible salvaguardar un lugar de crítica radical en el que poder pensar y decir para reconstruir otros mundos posibles; y en el que continuar librando una guerra cultural, que es necesario ganar y  que a veces parece que sólo Podemos está dando.

Ahora que estamos en campaña, mucha gente me ha escrito preguntándome por mi voto, porque no estoy diciendo gran cosa sobre eso en las redes. Sí, voy a votar a Podemos. Yo también he esperado mucho a que a que existiera este partido como para dejarlo por uno, dos o tres idiotas.  

Por Beatriz Gimeno

Nací en Madrid y dedico lo más importante de mi tiempo al activismo feminista y social. Hoy, sin embargo, soy un cargo público. Estoy en Podemos desde el principio y he ocupado diversos cargos en el partido. He sido Consejera Ciudadana Autonómica y Estatal. Del 2015 al 2020 fui diputada en la Asamblea de Madrid y ahora soy Directora del Instituto de la Mujer. Sigo prefiriendo Facebook a cualquier otra red. Será la edad.
Tuve la inmensa suerte de ser la presidenta de la FELGTB en el periodo en que se aprobó el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género. He dado lo mejor de mí al activismo, pero el activismo me lo ha devuelto con creces.
Estudié algo muy práctico, filología bíblica, así que me mido bien con la Iglesia Católica en su propio terreno, cosa que me ocurre muy a menudo porque soy atea y milito en la causa del laicismo.
El tiempo que no milito en nada lo dedico a escribir. He publicado libros de relatos, novelas, ensayos y poemarios. Colaboro habitualmente con diarios como www.eldiario.es o www.publico.es entre otros. Además colaboro en la revista feminista www.pikaramagazine.com, así como en otros medios. Doy algunas clases de género, conferencias por aquí y por allá, cursos…El útimo que he publicado ha resultado polémico pero, sin embargo es el que más satisfacciones me ha dado. Este es “Lactancia materna: Política e Identidad” en la editorial Cátedra.

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