He escuchado en estos días a algunas históricas del PSOE decir que el Ministerio de Igualdad ha dividido al feminismo. En realidad, lo que quieren decir es que ha dividido al feminismo institucional. Y, para ser exactas, no lo ha dividido, sólo es que ha aparecido otro feminismo. Cualquiera con cierta edad que mire hacia atrás sabe que el feminismo siempre ha sido muy diverso y que lo atraviesan olas, momentos históricos, ciclos. La palabra “feminismos” no es que sea adecuada, es que es la única posible. La mayoría de los debates intrafeministas siempre han estado ahí. lo que ocurría es que el único feminismo que estaba en las instituciones era el feminismo del PSOE. Estaba también, siempre ha estado, el movimiento feminista no institucionalizado, con su enorme pluralidad, la misma de ahora, y sus olas, y sus ciclos y sus momentos. Ambas esferas, la institucional y la no institucional, se miraban de reojo, compartían consensos básicos y poco más. Tampoco se agredían, coexistían. Pero llegó Podemos a las instituciones y con ello la posibilidad de hacer, desde un ministerio, otro feminismo; uno más ligado al afuera de las instituciones, al menos a muchas de sus reivindicaciones, de sus temas, de su carácter, de su lenguaje.
El feminismo de Podemos llegó a un ministerio con todo su derecho y sus votos. Nadie le ha regalado ni cedido ningún ministerio. Los votos de Podemos han hecho presidente a Pedro Sánchez y ministra a Irene Montero. El PSOE ha hecho mucho por los derechos de las mujeres en España aunque también es cierto que es la única izquierda que ha gobernado y veníamos de una dictadura. A este partido le tocó dar los primeros e imprescindibles pasos. Pero no son los únicos pasos que se pueden dar ni la totalidad de su feminismo es necesariamente compartido por muchas, ni siquiera por la mayoría, de las feministas. El bipartidismo ha muerto, afortunadamente. El feminismo institucional es que ni siquiera era bipartidista, era único. Ya no.
Recuerdo con mucha nitidez la jornada del 8 de marzo de 2018 cuando el movimiento feminista (no institucional) convocó la primera huelga que cambió el curso del feminismo en este país. Yo era diputada en la Asamblea de Madrid. Las diputadas de Unidas Podemos paramos y nos concentramos en el patio con pancartas y camisetas. Luego nos fuimos por Vallecas acompañando a un piquete hasta un Centro de Salud. Era jueves y había Pleno. Nosotras dejamos nuestros escaños vacíos, como también lo hicieron las diputadas de UP en el Congreso. Las diputadas del PSOE no se sumaron o lo hicieron algunas muy tímidamente según llegaban noticias de que la huelga era un éxito sin precedentes. No es que estuvieran en contra, simplemente no tenían nada previsto, no sabían que hacer, no lo habían pensado ni habían hablado de ello.
Cuando nos sumamos a la huelga no estábamos dividiendo el feminismo, simplemente para nosotras era natural estar con ese feminismo que venía muy fuerte para cambiarlo todo. Entre otras cosas porque muchas de las diputadas o concejalas de Podemos procedían de esos espacios. No estábamos dividiendo el feminismo, estábamos llevando a las instituciones algo de un feminismo que siempre había estado fuera de ellas; algo de sus debates, algo de sus formas. Pero no lo estamos llevando todo, el feminismo no institucional no es representable ni reapropiable desde la institución. Y es necesario. El feminismo que hace Podemos es ya plenamente institucional con sus servidumbres, sus límites, sus contradicciones…pero es diferente del feminismo del PSOE, como diferente es su opinión sobre el animalismo, los alquileres o la sanidad pública entre otras mil cosas.
El feminismo que existe fuera de las instituciones tampoco es único, sino que también convive desde siempre con fuertes tensiones internas, aunque pasado el tiempo siempre tienden a minimizase. Recomiendo leer el epílogo de Susan Faludi al libro Ventanas sin aire de Shulamite Firestone para ver lo que ocurría durante la Tercera ola entre feministas del mismo espacio ideológico incluso. Es muy revelador.
El feminismo del PSOE es, con todo su derecho…del PSOE, como sus políticas. La cuarta ola tiene sus características propias, pero una de ellas es su marcado carácter anticapitalista. Llamar la atención sobre la contradicción capital-vida no es algo que vaya a defender el PSOE con comodidad. El PSOE busca su hueco, con todo su derecho, pero no es el nuestro y la emergencia de Podemos ha servido también para poner de manifiesto dónde está cada partido en lo que ha feminismo se refiere. El día 7 el PSOE aprobó, con el PP, la toma en consideración para recortar la ley del Sí es Sí y para devolver la lucha contra las violencias sexuales a su marco, cuanto menos androcéntrico; se revolvió contra un revolucionario cambio de paradigma por el que, por cierto, el gobierno había sido felicitado por diversas instituciones europeas e internacionales. Esta misma semana Calviño, la ministra portavoz del neoliberalismo, presentaba una ley de paridad en las empresas para seguir rompiendo el techo de cristal que se encuentran las mujeres de las empresas del Ibex. Esa era su propuesta para el 8M y para ocultar en lo posible el retroceso perpetrado ante la ley del Sí es Sí.
Tuvo que llegar Podemos para que se ratificara el Convenio 189 de la OIT que otorga más derechos a las trabajadoras domésticas. Pero también tuvo que llegar Podemos para que en el Ministerio tuvieran más espacio las trabajadoras domésticas, las limpiadoras, las cuidadoras y las precarias que las empresarias. Para que se hablara (y legislara) de menstruación y sexo. La desigualdad se manifiesta de muchas maneras pero el principal problema de las mujeres no es el techo de cristal empresarial, sino la pobreza y la precariedad. Y la violencia, que es necesario considerar desde una perspectiva no androcéntrica. Por si fuera poco, el mismo 8 de marzo, Pedro Sánchez decidió que su acto para conmemorar tal día era una reunión en su despacho con… empresarias. No hemos dividido al feminismo, hacemos otro feminismo y esto está generando enormes tensiones que se suman a un momento políticamente complejo en general y con debates muy profundos. Y de la misma manera que el bipartidismo no va a volver, tampoco lo va a hacer el feminismo institucional único. Afortunadamente.