- Primeros años 1975- 1985
En 1977 comienza la transición española. En ese momento las prácticas homosexuales entre adultos, aun siendo libremente consentidas, se castigan en virtud de los artículos 431 y 432 del Código Penal.. Ambos incluyen la homosexualidad entre el grupo de delitos que se consideran “Escándalo Público” y que atentan contra la moralidad, las buenas costumbres y el orden público. Más de 5000 homosexuales y transexuales fueron detenidos y encarcelados al amparo de esta ley. En el año 1975, a la muerte de Franco, se concede un amplío indulto que libera a los presos políticos de la dictudura. Sin embargo, los homosexuales declarados “peligrosos sociales” no se ven beneficiados por ese indulto. La razón es que su particular castigo no es considerado una pena, sino una medida de seguridad dirigida a curar, rehabilitar o regenerar socialmente a los sujetos peligrosos y por tanto se considera que los represaliados por esta ley no pueden ser susceptibles de indulto alguno ya que el castigo les es impuesto en su propio beneficio.
Esa noción de “peligro social”, de enfermo necesitado de ser curado o rehabilitado está presente desde el primer momento en las informaciones que, muy poco a poco, aparecen en la prensa en relación a los homosexuales. La palabra gay apenas aparece, y mucho menos la de lesbiana; en las informaciones que tratan de ser objetivas la palabra que se utiliza normalmente es “homosexual”. Aun cuando quiera tratarse con respeto, en un primer momento, los medios de comunicación no ven en el tratamiento de la homosexualidad más que un tema médico o psicológico que afecta, si acaso, a los derechos humanos, pero no a los derechos civiles, sociales o políticos de estos ciudadanos. Los homosexuales son personas al margen de la sociedad y, así, en diciembre de 1976, un artículo aparecido en El País “Los homosexuales se organizan”, éstos tienen que ser respetados pero, al mismo tiempo, la sociedad tiene derecho también a defenderse de la homosexualidad. Es una visión que intenta no ser tan represiva como en el franquismo pero que, en todo caso, es negativa. No hay un tratamiento político de la homosexualidad ni del movimiento homosexual, y esto hace que las noticias relacionadas queden relegadas o bien a artículos científicos en los que se tratan aspectos médicos o psicologógicos o bien a revistas pseudo porno o “amarillas”. En cuanto a los primeros, es la prensa más seria (el diario El País) la que introduce el tema traduciendo o haciendo referencia a artículos aparecidos en medios de comunicación americanos o europeos en los que se sostiene, en todo caso, que la homosexualidad no es ninguna enfermedad. Es una primera aproximación para una sociedad que cree mayoritariamente, en el mejor de los casos que se trata de una enfermedad y, en el peor, de un vicio.
Además de los casos en los que los nuevos medios de comunicación reconvertidos a la democracia tratan de dar a la homosexualidad un enfoque progresista y demostrar que no es una enfermedad, son numerosos en esos años los artículos que bajo títulos parecidos a “desviaciones sexuales más frecuentes”, insisten en colocar a la homosexualidad del lado de la enfermedad. Durante mucho tiempo, la homosexualidad seguirá siendo una enfermedad para los medios de comunicación españoles.
Pero si en algún medio de comunicación tiene presencia la homosexualidad durante este periodo es en las revistas de información general, que en estos años son la punta de lanza en un tipo de información (o desinformación) que luego llamaríamos de “destape”. Es una particularidad española, propia de un periodo histórico muy determinado, inclasificable y, probablemente irrepetible. Dentro de lo que se ha llamado el destape entra no sólo mujeres desnudas, sino cualquier asunto escabroso, sucesos macabros. Naturalmente también comienza a tratarse la homosexualidad de manera política en las revistas de debate político como “Triunfo” o “El viejo Topo”, por ejemplo, pero muchas otras lo tratan de manera morbosa y con un sesgo claramente erótico, dirigido a una sociedad que ha estado privada de sexo durante más de cuarenta años. Estos artículos recogen siempre la parte más escandalosa del asunto y por supuesto no distinguen entre travestismo, homosexualidad, transexualidad… Lo más frecuente es que los artículos en estas revistas (Interviú, Lib, Party..) no distingan entre homosexuales y transexuales. Concretamente, “Interviu” o “Lib” son las revistas que en los primeros años de la transición más veces tratan temas relacionados con la homosexualidad. Los homosexuales que suelen aparecer en esos artículos están casi siempre vestidos de mujer y las pocas caras que se ven son las de personajes del mundo del espectáculo para quienes la publicidad es un valor añadido. Muchos de ellos reconocen dedicarse a la prostitución. En estos momentos la sociedad no reconocería a un homosexual que no diera la imagen de “una loca”. En muchas ocasiones todavía, la homosexualidad aparece ligada a la pederastia y abundan las informaciones referidas a escándalos que envuelven a menores.
Pero si las revistas no lo tienen claro, lo mismo podríamos decir de los propios homosexuales. En muchos medios de comunicación, tratando de ser progresistas, (por ejemplo en Cambio 16, una de las revistas protagonistas de la transición española), se insiste en calificar a los homosexuales como “el tercer sexo” (Cambio 16, 27/7/7); en una entrevista a un miembro de la UHE (Unión Homosexual Española) aparecida en El País en diciembre del 16, éste asegura que entiende que la sociedad española tiene que protegerse de ellos; en Diario 16 los militantes de este mismo grupo hacen una campaña para poder poner una X en la mención de sexo en el Documento Nacional de Identidad.
Un tema recurrente en las revistas es el del “ambiente” que aparece como un mundo subterráneo y oculto a los ojos de los mortales “normales” y que parece existir en cada gran ciudad. Un mundo desconocido hasta ese momento en el que los homosexuales tienen bares propios, lugares en los que se reunen y en los que se prostituyen. La prostitución maculina es otro de los temas estrella de esos años. Si la información que aparece relativa a los gays es patologizante y “morbosa”, la que aparece relativa a las lesbianas es nula. Ni una sola lesbiana se asoma a los medios en esos momentos. El lesbianismo tiene siempre un carácter erótico heterosexual o directamente pornográfico o bien se refleja la realidad de otros países. En muchas ocasiones también “lesbianismo” aparece asimilado a “feminismo”. Todas las feministas son sospechosas de ser lesbianas. La sola palabra tiene una connotación erótica propia de revista porno para hombres, que no tiene desde el principio la palabra “gay”, que algunos medios comienzan a usar. Lo que se observa, en todo caso, son las enormes dificultades que tienen los medios para enfrentarse a cualquier tratamiento político de la homosexualidad. Por eso, las noticias políticas son tratadas de manera despectiva como la que apareció en el periódico “Diario Libre” en marzo del 78 y que titula “Maricas en el Ministerio de Cultura” un reunión del Movimiento Homosexual y representantes de dicho Ministerio
Y si la realidad de gays y lesbianas aparece deformada, la de los transexuales, en toda esa década es terrorífica. La realidad transexual no aparece en ningún momento asociada a un movimiento político con reivindicaciones propias, sino que siempre aparece asociada a la prostitución, al mundo del espectáculo y a la delincuencia. Los transexuales son siempre “travestis” y la mayoría de las imágenes que aparecen en los reportajes son desnudos, siendo esta década aquella en la que aparecen más desnudos de transexuales sin operar, aunque ya hormonados. Las personas transexuales son mostradas como monstruos de feria; al modo de la mujer barbuda o el hombre elefante, ahora se muestra al público, deseoso de emociones fuertes, a personas que tienen características de los dos sexos. La inmensa mayoría son mujeres transexuales que conservan sus genitales masculinos. Por supuesto que los conceptos de reasignación de sexo, hormonación etc. son desconocidos; la realidad transexual aparece siempre ligada a un submundo de marginalidad.
Pero en la década de los 70, sobre todo en Cataluña, ya hay un pujante movimiento político gay aunque dicho movimiento apenas aparece en la prensa a no ser en la crónica de sucesos, fundamentalmente cuando una manifestación es reprimida demasiado violentamente por la policía o cuando un menor es supuestamente violado. Ante el cariz de las informaciones, que contribuyen a asociar la homosexualidad a la enfermedad, al escándalo, a lo “morboso” los gays y lesbianas de la época se plantean como una de las prioridades intentar cambiar la imagen que de ellos dan los medios de comunicación y conseguir que éstos reflejen sus reivinidicaciones políticas. De hecho, una de las principales reivindicaciones que se plantean las asociaciones en estos años es precisamente esa, cambiar la imagen con la que aparecen en los medios. El problema en esos años es que apenas hay gays visibles y sólo se prestan a las fotos y a las entrevistas los dedicados al mundo del espectáculo, con lo que el problema se perpetúa. Cuando algún gay concede una entrevista o se presta a aparecer en un medio de comunicación desgranando reivindicaciones políticas o sociales aparece en una foto velada o de espaldas, lo que no contribuye precisamente a normalizar la situación. En estos momentos, la prensa más conservadora utiliza siempre la palabra “invertidos” para referirse a los gays, mientras que la prensa más progresista, que comenzó utiliando la palabra “travesti” va poco a poco utilizando la de “homosexuales”. Hasta el año 1984 no aparece en El País la palabra “lesbiana”.
Otro de los medios en los que los gays comienzan a aparecer en la prensa es mediante la acción política y reivindicativa. En el año 1977 se celebra en Barcelona la primera manifestación del Orgullo Gay a la que acuden 5000 personas. Junto a la información de la manifestación que aparece en todos los periódicos, aparece también que aquella fue violentamente disuelta por la policía. La información que se da en los medios mezcla la presencia de homosexuales, con la de feministas (otras estigmatizadas de la época), travestis (siempre presentes en estas informaciones) y “otros marginales” (tal como recoge la información del periódico Ya de 28 de junio de 1977). La información de El País, en cambio, habla de homosexuales y simpatizantes” y desgrana, al menos, las reivindicaciones políticas de los organizadores. Por entonces, en los primeros años de la transición, los partidos de extrema izquierda (PTE, ORT…) son los primeros en apoyar las reivindicaciones de los homosexuales y es gracias a estos partidos como el Movimiento Homosexual aparece más claramente vinculado a la lucha política. En estos primeros años, la principal reivindicación del Movimiento Homosexual es la despenalización de las prácticas homosexuales consentidas entre adultos.
Las asociaciones comienzan a plantearse estrategias de normalización en los medios que en aquellos años pasan por escribir cartas al director, al no tener ninguna capacidad para acceder o controlar el contenido de las informaciones que aparecen sobre ellos. Esa es la razón de que sean las cartas al director la mejor manera en esos años de acercarse a lo que los homosexuales pensaban de sí mismos. Los medios de comunicación de aquellos años están plagados de “cartas al director”, únicas secciones en las que aparece una visión no-medicalizada ni patológica de la homosexualidad. Las “cartas al director” firmadas por los activistas de la época, y una de las pocas ocasiones en las que puede leerse el nombre de organizaciones políticas gays, contestan no sólo a informaciones falsas o noticias falseadas o incompletas, sino que se utilizan también como medio de comunicación entre una comunidad gay armarizada y que no dispone aun de lugares seguros en los que reunirse. Por ello, estas cartas se usan también para hacer referencia a películas, libros, anuncios, etc.
En ese momento, algunos medios comienzan a “importar” del resto de Europa, informaciones relacionadas con la homosexualidad que en España son desconocidas. Es el caso de la primera pareja de lesbianas que en Inglaterra tiene un hijo por inseminación artificial (Interviú nº89) o la entrevista con un dominico inglés que en el temprano año de 1977 casa a parejas del mismo sexo y se declara gay él mismo (Interviú sep. 1977). Esas noticias son consideradas como una rareza en España y son presentadas con el mismo morbo con el que se presenta una rareza social. Una de las polémicas que más espacio ocupan en ese momento en los medios es el de la efectividad o no de las terapias con las que se pretende convertir a los homosexuales en heterosexuales. En ese caso, varios médicos psiquiatras y psicólogos mantienen encendidas discusiones en la sección de “cartas” con los responsables de las asociaciones.
En junio del año 77 se celebra en Barcelona la primera manifestación del Orgullo Gay y la pequeña manifestación aparece en todos los medios durante varios días ante una sociedad atónita que se enfrenta por primera vez al hecho de que los gays tienen reivindicaciones políticas propias. Son los medios “serios” los que llevan a la calle y al debate político esta nueva visión de la homosexualidad, cercana a la política y alejada del espectáculo y del chiste grosero en el que se mantenía hasta entonces. En el momento en el que los medios de comunicación empeñados en ofrecer una información progresista asumen el tema de las reivindicaciones de los gays y lesbianas, la actitud social y de los partidos políticos hacia la homosexualidad da un sesgo de 180 grados. En ese sentido se puede decir que la labor educativa de los medios de comunicación escritos ha sido fundamental para cambiar la imagen social que se tenía en España de este colectivo.
Hasta ese momento, fuera de las informaciones escandalosas o “artísticas” los gays habían ocupado minúsculas columnas el dia del Orgullo, más para explicar que la manifestación había sido duramente reprimida por la policía que otra cosa. La homosexualidad venía apareciendo en la sección de “sucesos”. El punto de inflexión del tratamiento que los medios de comunicación, principalemente los periódicos, “serios” hacen del tema de la homosexualidad, lo marca un artículo aparecido en El País el domingo 25 de junio de 1978. En este artículo, una página entera (que sorprendentemente aparece sin firma) se recoge una historia de la reivindicación política y social de los grupos homosexuales que existen hasta el momento, así como una lista de las principales reivindicaciones. El artículo, claramente una toma de posición de El País, marca en adelante la posición de la mayoría de los medios de comunicación comprometidos con la democracia. A partir de ese momento, las revindicaciones políticas gay-lésbicas van a ser apoyadas hasta que en 1979 se deroguen las leyes que permitían encarcelar a los gays por el hecho de serlo. Hasta ese momento los periódicos recogen la lucha del Movimiento Homosexual Español contra esas leyes que penalizaban la homosexualidad, la lucha por la legalización de las asociaciones homosexuales (en España se legalizó mucho antes el Partido Comunista que la primera asociación gay), el apoyo internacional que reciben, las distintas celebraciones en el día del Orgullo, las manifestaciones… todas esas noticias van apareciendo en El País, en Diario 16 y en la Hoja del Lunes.
En todo este tiempo, las noticias relacionadas con la homosexualidad aparecen en la prensa progresista unidas a las reivindicaciones de las mujeres y de las minorías. El apoyo de los grupos feministas a las manifestaciones del Orgullo gay así lo demuestra. Por otra parte, en muchas ocasiones ambos movivimentos se cruzan, pues la mayoría de las lesbianas milita en ese momento en el seno del Movimiento Feminista. La prensa conservadora utiliza a veces el mismo vocabulario ofensivo y despectivo contra unos y otras y se siguen intentando estigmatizar a las feministas tachándolas de “lesbianas”. Es la prensa escrita la que asimila la normalización democrática y la recuperación de las libertades con la normalización de la homosexualidad. Y el apoyo de esta prensa es fundamental en la presión que se hace para la legalización de estas organizaciones, cosa que no se consigue hasta la tardía fecha de 1980. Una vez legalizadas las asociaciones gay-lésbicas, el “asunto gay-lésbico” desaparece de la prensa. Parece que con la abolición de las leyes represivas, la normalizadad democrática se ha impuesto. Desde 1980 hasta el 87 apenas aparecen informaciones políticas relacionadas con la homosexualidad en la prensa escrita de calidad.
Estrategias del Movimiento Gay-lésbico ante los medios
n Existe la autoconciencia de que se trata de un Movimiento débil que no puede hacer valer una gran influencia. En los primeros años, el Movimiento no puede imponer ni controlar su propia imagen y no tiene más remedio que dejar que hablen por él los llamados “expertos” y los políticos.
n No existe un trabajo ordenado o planificado ante los medios de comunicación
n No obstante, se reconoce la importancia de la imagen que se de en los medios de comunicación escritos y la capacidad que estos tienen para propiciar un cambio social.
n Se utilizan estrategias indirectas como inundar las redacciones de “cartas al director”.
n Se pone especial empeño en que se utilice un vocabulario no ofensivo y alejado del lenguaje de la medicina o de la patología.
n Ante los medios de utiliza a veces la alianza con otros grupos minoritaris como una estrategia social. Se intenta alejar la homosexualidad de lo exclusivamente sexual.
2. 1985-2002
Después de la abolición de las leyes represivas, la homosexualidad pasa a ser un asunto privado que cada uno es muy libre de vivir como quiera. Esa es la imagen que se transmite en prensa. La prensa “amarillista” continúa con su tratamiento escandaloso y la prensa seria simplemente lo obvia. Esto también coincide con una crisis del movimiento asociativo gay-lésbico, que parece un poco agotado después de conseguido su primer gran objetivo: la despenalización. Apenas se habla de revindicación social en esos años. Los gays continúan sin cara y sólo algunos dirigentes de asociaciones ponen la suya. La homosexualidad vuelve a aparecer sólo en la sección de sucesos relacionados con la prostitución masculina o con delitos relacionados con ella. Si un delincuente es homosexual, siempre se hace notar este hecho y una vez conseguida cierta tolerancia social, la homosexualidad vuelve a estar relacionada con un submundo marginal de delincuencia. No son infrecuentes las noticias que se refieren a palizas y a problemas generados en lugares de ligue al aire libre.
En estos años hay dos noticias que aparecen relacionadas con la homosexualidad y que llenan las páginas de los periódicos: el caso Arny el SIDA. Esas dos noticias ocupan cientos de páginas la primera y significa que después de la despenalización, se produce un retroceso en la imagen política de la homosexualidad. La segunda, por supuesto, llena no cientos, sino cientos de miles de páginas y llega hasta hoy mismo. Son dos noticias que, por sí solas, llenan libros enteros, por los que resumirlas es complicado. La primera noticia sobre el caso Arny aparece en 1996 como un caso de corrupción de menores protagonizado por homosexuales más o menos famosos. Hoy sabemos, dictada ya sentencia, que el caso Arny fue una muestra de homofobia, ya que, finalmente, ni había menores ni había corrupción. La sentencia no apreció delito en ninguno de los famosos juzgados que, sin embargo, durante los años que duró el juicio estuvieron sometido a un linchamiento mediático sin precedentes.
Revisando hoy los documentos relativos al caso Arny nos damos cuenta que el único interés del asunto, lo que le llevó a aparecer durante años en todos los periódicos, tenía que ver con que los protagonistas eran un grupo de famosos de los que se descubrió que eran gays. Este mismo caso, relacionado con personas heterosexuales, hubiera levantado mucho menos interés. Los protagonistas fueron linchados en los medios y condenados sin juicio. El caso Arny ha pasado a la historia como un caso claro de homofobia, quizá uno de los últimos ejemplos de homofobia clara en la prensa. Fue también, desde la aparición de la crisis del SIDA en los 80 una de las pocas veces en las que la homosexualidad apareció masivamente en la prensa.
En cuanto al SIDA, la documentación que aparece en los medios de comunicación es verdaderamente mastodóntica. Desde mediados de los 80 comienza a hablarse de un “cancer gay”, ya que ésta es una enfermedad que se ha detectado en Estados Unidos y que se asocia a los gays de ese país. Es una enfermedad mortal de la que pronto los medios comienzan a hacerse eco y se desata una auténtica psicosis que en España lleva a marginar a los niños portadores del VIH en los colegios. Por ello, como recoge El País en su edición de 17 de octubre de 1987, comienzan a hacerse campañas en los colegios para evitar esta marginación. Durante todos los años desde el 85 al 90, el cáncer gay revive los peores años de la marginación de los homosexuales.
Entre el SIDA y el Arny, desaparecen las noticias políticas relacionadas con la homosexualidad y, en estos años, sólo se dan noticias relacionadas con estos dos temas que pasan del morbo de los primeros momentos a una información más seria posteriormente. Esta tendencia de “desaparición” política dura hasta 1987 cuando una nueva noticia de calado político relacionada con la homosexualidad aparece en los medios progresistas, que la apoyan de la misma manera que antes lo hicieron con la abolición de las leyes represivas y de la legalización de las asociaciones gay-lésbica. Es el caso de la destrucción de las antiguas fichas policiales de homosexuales, pedida por el PSUC y llevada al parlamento por IU. En este momento, El País y Diario 16 apoyan la iniciativa y, por primera vez, publican editoriales que hablan de la discriminación social que padece esta minoría. Se ha dado el paso que faltaba. El tema de las fichas policiales del franquismo, apoyado por los medios progresistas, hará reaparecer a las asociaciones de gays y lesbianas politicamente hablando. Este asunto de las fichas aparecerá intermitentemente en los periódicos hasta el año 89, aunque aparecerá de nuevo recurrentemente en el 95, en el 99, en el 2000 y en el 2001. Hasta el año 89 los periódicos toman partido claro por la destrucción de las fichas. En el 99, cuando el tema reaparece, la situación es muy distinta y los periódicos son más bien partidarios de guardar las fichas en archivos.
Desde el año 89 cuando el asunto de las fichas favorece que los medios vuelvan a hablar de gays y lesbianas en un contexto político, los colectivos aprovechan esta nueva posibilidad de aparecer para comenzar a introducir el tema de la discriminación social que, desde ese momento y casi hasta el presente se va a convertir en el tema estrella. Los gays ya tienen algunas caras, aunque no muchas: algunos dirigentes de asociaciones dan la cara. Los medios se refieren al movimiento gay-lésbico como a un movimiento social respetable. En estos pocos años el vocabulario ha cambiado absolutamente, nadie habla de enfermedad, ni de inversión, ni de “tercer sexo”. El vocabulario ha alcanzado incluso a la prensa de derechas que, al menos formalmente, han borrado la homosxualidad de las perversiones sexuales. El cambio más profundo se produce en la prensa conservadora que se ve impelida por el cambio social a dejar de utilizar un lenguaje despectivo hacia gays y lesbianas.
Poco a poco las asociaciones de gays y lesbianas comienzan a salir de su letargo y a iniciar una segunda etapa caracterizada por el cambio social, por la exigencia de reconocimiento de las familias que formamos, por el trabajo más sistemático ante los medios de comunicación, por las “caras” de los gays (es decir, por las salidas del armario), por la movilización masiva y política. En cuanto al trabajo ante los medios, poco a poco los colectivos se han hecho conscientes de la importancia de llevar adelante un trabajo sistemático ante los mismos. Son los periódicos, que reflejan nuestro trabajo, los que van a propiciar el cambio de mentalidad que se hace apreciable en la sociedad española en estos años, sobre todo a partir de 1990. El apoyo de los medios de comunicación a las reivindicaciones de gays y lesbianas consiguen que éstas aparezcan como unas reivindicaciones progresistas y básicas, una cuestión de derechos humanos fundamentales, más que de derechos especiales. Así, gracias al apoyo de los grandes periódicos, se produce un cambio que hace que los ciudadanos apoyen masivamente las reivindicaciones gays lésbicas de este periodo, especialmente las que se refieren al reconocimiento jurídico de las parejas del mismo sexo.
En este periodo, los colectivos tienen casi todos gabinetes de prensa y funcionan como los partidos políticos o las demás asociaciones. Ante cualquier noticia que nos afecte se emite una Nota de Prensa dirigida a la sección de Sociedad de los periódicos. Si la noticia es muy importante se convoca una Rueda de Prensa a la que acuden los periodistas de sociedad de los medios y las agencias. En cada asociación existe un portavoz o responsable de tratar con los medios y de estar a su disposición en cualquier momento que se le requiera. Aunque voluntario en la mayoría de los casos, el trabajo se profesionaliza. El trato continuo y la interacción con los partidos políticos hace que, en muchas ocasiones, las propias asociaciones sean invitadas en ruedas de prensa convocadas por los partidos políticos, lo que le da más relevancia a la aparición del colectivo de que se trate. Los colectivos comienzan a llamar a los periodistas, a tener una agenda de aquellos más afines y mantienen con ellos un trato cotidiano. El movimiento gay se apoya en unos líderes definidos y con rostro, lo que hace más fácil el trabajo de los periodistas. En este periodo, además de las reivindicaciones políticas, aparecen las historias “humanas”.
Las reivindicaciones de gays y lesbianas dividen a la prensa en dos. Aquellos que apoyan nuestras reivindicaciones, especialmente el reconocimiento del reconocimiento jurídico de nuestras familias, es la prensa progresista; la que no apoya esta reivindicación es la prensa conservadora y la ligada a la Iglesia. Sin embargo, hacia el año 2000 se aprecia un cambio coincidiendo con el cambio de estrategia del movimiento gay. Si en un principio el movimiento reivindicaba una Ley de Parejas que sólo apoyaban los periódicos progresistas, especialmente El País y El Mundo, en el momento en el que el movimiento comienza a reivindicar el matrimonio, la prensa conservadora se muestra resignada ante la necesidad de una ley de parejas.
En los últimos años los gabinetes de prensa de los colectivos se ha especializado y ya no se dejan los temas al azar, sino que se prparan concienzudamente. No sólo se tiene una agenda de periodistas más o menos afines, sino que los grandes acontecimientos se preparan de antemano. Con ocasión de la manifestación del Orgullo Gay los responsabñles de prensa de los colectivos preparan reuniones con los responsables de sociedad de los periódicos, se preparan artículos de opinión y se intenta que la imagen que se dé sea la que los colectivos quieren privilegiar. En el último año se consiguió, por ejemplo, que la portada de El País fuese la de la gran multitud que acudió a la manifestación. Después de años de apatía, los medios han terminado asumiendo la gran reivindicación del moment: la exigencia del acceso de las parejas del mismo sexo al matrimonio civil. Aunque a los periódicos más importantes les ha costado asumirlo, cuando lo han hecho, su apoyo ha sido clave y en este momento, los medios progresistas se muestran con el matrimonio como en los años 70 lo hicieron respecto de la abolición de las lesyes represivas.
En todo caso es evidente que el gran cambio social que se ha vivido en España en los últimos cinco o seis años respecto a nuestras reivindicaciones tiene que ver con el apoyo decidido de los medios de comunicación a nuestras exigencias. En estos momentos el número de ciudadanos que apoyan el matrimonio civil, más del 60%, es una mayoría educada por los colectivos con el apoyo de los grandes medios, sin los que nuestras reivindicaciones no hubieran llegado al conocimiento de la mayoría de los ciudadanos. Sin embargo, si el trabajo con los periódicos ha sido fructífero, no se puede decir lo mismo de la televisión, medio de comunicación en el que la imagen que se presenta de gays y lesbianas está necesitando un trabajo profundo por parte de los colectivos, trabajo que no se ha emprendido hasta el momento por que se ha preferido utilizar los periódicos como interlocutores privilegiados y porque los periódicos tienen una mayor influencia política y potencian en mayor medida el cambio de mentalidad de los ciudadanos con mayor nivel de estudio e influencia en la sociedad.
Sin embargo hay puntos negros en esta aparentemente buena relación del movimiento con cierta prensa.
n Con ocasión del caso Arny se observan brotes de homofobia como no se leían desde una década antes. Este escándalo mediático supuso una vuelta atrás en el tratamiento de la homosexualidad. Algunos artículos parecían ser de diez años atrás.
n Con ocasión de las masivas manifestaciones del Orgullo, a partir de 1999 en las que el movimiento sacó a la calle a cientos de miles de personas, el tratamiento de los medios de comunicación, incluso de los medios progresistas, insistía, a pesar del carácter político y reinvindicativo de la manifestación, en resaltar exclusivamente el aspecto lúdico o más “exótico” de la misma. A pesar de que la inmensa mayoría de los participantes iban vestidos normal, las únicas fotos que aparecían en los diarios eran de gente disfrazada. Al mismo tiempo, se obviaba cualquier referencia al manifiesto, a las pancartas, a los políticos asistentes para señalar la manifestación como una fiesta.
n Los colectivos, llegados a un punto, encuentran dificultades en introducir temas políticos en los periódicos. Estos prefieren temas “humanos” en los que gays o lesbianas desconocidos y no políticamente comprometidos cuenten historias personasles. De alguna manera se huye de la politización.
n La insistencia en primar determinados aspectos sobre otros pueden llegar a conseguir que ese cambio de mentalidad que se ha producido se vuelva contra gays y lesbianas. Es, por ejemplo, la insistencia en hablar de “dinero rosa”, en presentar a los gays como individuos privilegiados o de presentar los éxitos profesionales de los gays como producto, no del esfuerzo o la valía profesional de cada uno, sino del poder un supuesto “lobby rosa”.
Como aspectos positivos, algunos años después del caso Arny, se produce el caso Wnninkhof, en el que la prensa se muestra mucho más ponderada en cuanto al lesbianismo de las protagonistas. Es claramente perceptible el cambio producido en estos años. En estos últimos años, debido la visibilidad de gays y lesbianas y al aparente éxito (todavía más aparente que real) de sus reivindicaciones, la homofobia de algunas personas o de algunos medios, acallada por la correción política, surge con virulencia. La visibilidad es percibida por estas personas y es una algo que se está transmitiendo a la sociedad, como exhibicionismo. El triunfo como producto de una especie de “discriminación positiva”, inexistente en el caso de gays y lesbianas. El hecho de que las personas visibles sean artistas reconocidos o personas más o menos significadas, el éxito de algunos espacios de socialización como el barrio de Chueca, el hecho de que algunos gays y lesbianas puedan escapar de la discriminación, hace que la homofobia se levante y nos demuestra que hemos conquistado quizá tolerancia, pero en absoluto aceptación.
La imagen que se está transmitiendo de gays y lesbianas como triunfadores, adinerados, sin problemas etc, puede volver a parte de la sociedad en contra de nosotros y que perdamos el terreno ganado en cuanto aceptación social. Y lo más preocupante es que incluso periódicos progresistas, artífices en parte del cambio social producido, caen ahora en estas generalizaciones. Es urgente por tanto continúar el trabajo para que la información que se dé de gays y lesbianas sea veraz, ajustada a la realidad, múltiple y diversa y no esquemática.
2 respuestas a «Los medios de comunicación y el tratamiento de la homosexualidad en los años de la transición»
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