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El activismo como privilegio


 

 

El movimiento GLBT se encuentra en un momento crucial en el que los enormes logros conseguidos se miden también, y es normal, en que las críticas suben de tono. A veces los activistas decimos que estamos hartos, cansados, nos preguntamos si todo esto merecerá la pena. Hace pocos años celebrábamos el 28J con mil personas en la calle, los empresarios se reían de nosotros y nos llamaban idealistas, la  Ley de Parejas nos parecía una utopía lejana y los socialistas (los que mandaban entonces) no querían saber nada de nuestros derechos. Ahora, la Ley de Parejas ha dado paso a la reivindicación del derecho al matrimonio y  los partidos de izquierda lo asumen en sus programas; el Presidente de la Comunidad de Madrid, del Partido Popular, inaugura un Programa de Asistencia en COGAM, en junio hemos sacamos a medio millón de personas a la calle… Enseguida vendrán las elecciones y los candidatos, todos, se esforzarán por conseguir nuestro voto. A algunos esto les parece mal, a mí me parece bien: nos tienen en cuenta. Ya les exigiremos luego. Nos queda mucho por andar, desde luego, pero ya hemos recorrido suficiente camino como para poder mirar atrás. Y para la mayoría de nosotros el camino no sólo ha merecido la pena, sino está siendo lo mejor del viaje. El activismo me ha proporcionado experiencias que poca gente tiene la suerte de vivir a lo largo de su vida. En primer lugar, la impagable experiencia de haber participado en primera fila en una batalla en la que está en juego mi dignidad y mi propia vida. La experiencia de luchar día a día en este combate ha cambiado completamente mi manera de ver el mundo y me ha proporcionado momentos de una intensidad que dificilmente hubiera encontrado en otros ámbitos; la mayoría de la gente pasa por la vida sin conocer algo así. Se puede ser militante de muchas causas, pero es difícil encontrar una batalla en la que se juegue tanto para nosotros mismos como es la lucha por los derechos de las personas GLBT para quienes somos GLBT. Hay más cosas: en este camino he conocido a gente que jamás hubiera conocido de no haberme metido en ésto. La mayoría de las personas circunscriben su círculo de amistades a aquellos que les son similares por edad, clase social, cultura, vecindad, medio laboral… yo  he tenido la gran suerte de conocer a personas a las que nunca hubiera tenido acceso de no haber tenido en común no ya la orientación sexual, sino la lucha por nuestros mismos derechos. He conocido a gente muy distinta de mí, nacidos en otro medio, con cultura, aficiones, familias muy diferentes. Esta batalla me ha enseñado a ser menos sectaria y a querer a gente por la que se supone que no debería sentir afecto. Estoy orgullosa de tener por amigos a personas que, en otro escenario, a lo mejor no lo hubiesen sido. Estas personas enriquecen mi vida y espero que cuando esto acabe, sigamos siendo amigos. Estos años me han regalado un sentimiento de hermandad con personas a las que me siento unida por lazos difíciles de explicar para quienes no hayan pasado por esta experiencia.  El activismo, además, me ha abierto la mente, me ha hecho más culta, me ha hecho leer, escribir, me ha impedido volverme perezosa con los años; me ha ayudado a superar cosas que antes no podía hacer como, por ejemplo, hablar en público. Me ha dado confianza en mí misma y en mis capacidades. A veces he tenido la sensación íntima de estar, con muchos otros, haciendo historia, y esa sensación la he tenido en un mundo en el que se ha puesto muy caro cambiar las cosas. Finalmente, y sobre todo, me he divertido, y mucho. Por eso,  en momentos de cansancio me gusta repetirme que la militancia no es una carga, sino un privilegio; y que esta carga y este privilegio está al alcance de todos.

Publicado en la revista Shangay

Por Beatriz Gimeno

Nací en Madrid y dedico lo más importante de mi tiempo al activismo feminista y social. Hoy, sin embargo, soy un cargo público. Estoy en Podemos desde el principio y he ocupado diversos cargos en el partido. He sido Consejera Ciudadana Autonómica y Estatal. Del 2015 al 2020 fui diputada en la Asamblea de Madrid y ahora soy Directora del Instituto de la Mujer. Sigo prefiriendo Facebook a cualquier otra red. Será la edad.
Tuve la inmensa suerte de ser la presidenta de la FELGTB en el periodo en que se aprobó el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género. He dado lo mejor de mí al activismo, pero el activismo me lo ha devuelto con creces.
Estudié algo muy práctico, filología bíblica, así que me mido bien con la Iglesia Católica en su propio terreno, cosa que me ocurre muy a menudo porque soy atea y milito en la causa del laicismo.
El tiempo que no milito en nada lo dedico a escribir. He publicado libros de relatos, novelas, ensayos y poemarios. Colaboro habitualmente con diarios como www.eldiario.es o www.publico.es entre otros. Además colaboro en la revista feminista www.pikaramagazine.com, así como en otros medios. Doy algunas clases de género, conferencias por aquí y por allá, cursos…El útimo que he publicado ha resultado polémico pero, sin embargo es el que más satisfacciones me ha dado. Este es “Lactancia materna: Política e Identidad” en la editorial Cátedra.

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